Es lo que ha declarado Pablo Casado para justificar que lidera un PP diferente, sin la mancha de la corrupción. Porque con esas palabras ha reconocido que durante la época en que Luis Bárcenas estuvo en las alturas de las finanzas internas las cosas se hacían a través de mordidas, chanchullos, sobresueldos, cajas bes... Primero, como gerente, bajo las órdenes directas de los sucesivos tesoreros Rosendo Naseiro y Álvaro Lapuerta; y luego, siendo él mismo tesorero. Y, claro está, sin olvidar que esa forma de actuar contaba con una cobertura proveniente de la cima del partido. Por encima de ellos estaban los secretarios generales y los presidentes del partido, que estatutariamente tienen la máxima autoridad. Y aquí entran, entre los primeros, los Álvarez Cascos, Arenas, Rajoy, Acebes y la Cospedal; y entre los segundos, los Fraga, Aznar y Rajoy.
El PP ha estado sumido en la corrupción prácticamente desde sus orígenes, cuando se llamaba AP. En todos los niveles jerárquicos de su organización, desde el municipal hasta el central, pasando por el provincial y autonómico. A lo largo de los años ha sido receptor de importantes donaciones económicas hechas desde el mundo empresarial, creando todo un entramado que se fue incrementando, perfeccionando y puliendo a medida que fue ampliando el campo de acción, sobre todo cuando fue accediendo al gobierno de las diferentes instancias institucionales del estado. De esa manera, en un juego recíproco de intereses, donde unos concedían y otros donaban, el partido financió su día a día, sus sedes, sus campañas electorales o cualquier otro tipo de eventos. A la vez, gratificó más que generosamente a una parte de quienes dirigían el cotarro. Y tampoco faltaron los más que pillos (las "ranas" de doña Esperanza) que se llevaron a sus propios bolsillos los pellizcos correspondientes y los escondieron en cuentas bancarias allende las fronteras.
Un partido dopado en su funcionamiento, lo que le ha permitido moverse con una soltura desmesurada en todos los órdenes de la vida política. El mismo partido que, llegado el momento, no dudó en hacer uso del aparato policial para buscar información y pruebas documentales en casas ajenas. El mismo que sigue viendo en el aparato judicial un medio para dar satisfacción a sus necesidades.
Y eso que no he hablado de la doctrina y práctica políticas del partido, que en sus cuatro décadas de existencia se ha dedicado a privatizar lo público, precarizar el empleo, reducir los impuestos de la gente rica, amordazar la libre expresión, participar en guerras... El mismo partido que, al decir de su actual presidente, que con anterioridad ha sido uno de los cachorros de esa jauría, "ya no existe".
Y encima nos lo tenemos que creer.