Hace dos años salió el documental Cubanas, mujeres en revolución, dirigido por argentina María Torrellas. Después de varios intentos por verlo, lo he conseguido. Y no me ha decepcionado. Todo lo contrario. Porque se trata de un homenaje a la revolución cubana, personalizado en las mujeres. Como protagonistas en el antes del triunfo y, sobre todo, en el después. O, más bien, en el durante, porque, como el propio título señala, el proceso continúa.
Estamos ante un homenaje a aquellas que participaron en la lucha guerrillera. A ese pelotón de las Marianas, dirigido por Celia Sánchez, que luego fue ministra en los primeros gobiernos revolucionarios. Donde estuvieron también Haydée Santamaría, fundadora de la Casa de las América y protectora de lo que fue desde finales de lo sesenta la Nova Trova Cubana. O Vilma Espín, presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas y desde ella impulsora del aluvión de medidas que pusieron a las mujeres en pie de igualdad entre ellas mismas, sin distinción de raza, y en relación a los varones.
Un homenaje a quienes fueron poniendo su talento al servicio de la enorme tarea colectiva que tenían por delante. Como hizo la ya famosa Alicia Alonso en el mundo de la danza. O Leonela Relys, creadora del método de alfabetización de personas adultas "Yo sí puedo".
Un homenaje a las siguientes generaciones de mujeres, las que se vieron beneficiadas de los logros revolucionarios en materia laboral, educativa, sanitaria, cultural, deportiva... Y que fueron accediendo a las distintas profesiones y especialidades de la medicina, la biotecnología, la educación, las artes plásticas, la música, la danza, el deporte... Como Marta Ayala, directora del Centro de Investigación Genética y Biotecnología. O Beatriz Marcheco, directora del Centro Nacional de Genética Médica. O Zuleica Romay, directora del Instituto Cubano del Libro. O la directora de orquesta Idalgel Marchetti Placeres. O la artista plástica Zaida del Río...
También un homenaje a las feministas que hicieron valer desde la perspectiva de género la necesidad de hacer una revolución igualitaria donde quepa todo el mundo. A Isabel Moya, la primera catedrática universitaria en ese campo. A Mariela Castro, directora del Centro Nacional de Educación Sexual y artífice de una legislación favorable a las personas LGTBI.
Y un homenaje, cómo no, a esas mujeres anónimas que se ilusionaron con el triunfo de la revolución. Que se alfabetizaron o ayudaron a hacerlo en los primeros momentos. Que sufrieron las secuelas de la agresión imperialista en playa Girón. Como esa niña, Nemesia Rodríguez, que en 1961 perdió a su madre en un bombardeo y a sus zapaticos blancos. La misma que luego Jesús Orta Ruiz inmortalizó en su "Elegía de los zapaticos blancos": "Oídme la historia triste / de los zapaticos blancos... / Nemesia -flor carbonera- / creció con los pies descalzos. / ¡Hasta rompía las piedras / con las piedras de sus callos! / Pero siempre tuvo el sueño / de unos zapaticos blancos".