Las últimas encuestas electorales están dando una mayoría a la derecha. Aun cuando esté, más que nunca, fragmentada. Otra cosa sería el reparto de escaños, donde el sistema electoral trastocaría la representación. Casi todas las encuestas adolecen, no obstante, de un aspecto: no aportan datos sobre la participación. Las últimas que se han realizado, tras el anuncio de de elecciones para el 28 de abril, van en la misma dirección y, por ahora, siguen sin reflejar lo referido a la participación.
Un aspecto primordial, porque, si no atenemos a lo ocurrido en diciembre pasado en Andalucía, la abstención afectó sobremanera a PSOE y a Adelante Andalucía. Es decir, fue en el electorado de izquierda donde se produjo la principal desafección electoral, lo que ha llevado a que el gobierno de la comunidad esté ahora en manos del PP y Ciudadanos, con el apoyo de Vox.
Movilizar al electorado progresista va a ser la principal tarea de PSOE y, previsiblemente, de Unidos Podemos. Esta última reserva deriva de lo que pueda ocurrir con la marca electoral formada por Podemos, IU y Equo para las elecciones generales de 2016, que por ahora tiene altas probabilidades que se reedite.
Esa movilización tendría como consecuencia aumentar los votos y la representación por la izquierda, y reducir la representación por la derecha. Otra cosa sería el destino de esos potenciales votos. El PSOE hasta ahora está llevando ventaja en lo referente al aumento de sus apoyos. Según las encuestas está atrayendo apoyos del centro y de la izquierda, a costa sobre todo de Ciudadanos y Unidos Podemos. Lo que haga el electorado abstencionista está por ver, pero sería bueno que Unidos Podemos consiguiera atraer el máximo, pues una cosa es que se evite que la derecha llegue al gobierno y otra que lo haga con una mayoría del PSOE. Sabemos lo que esto supone, por lo que el contrapeso por la izquierda resultaría importante. Cuanto más fuerte sea la izquierda de verdad (¿por qué no llamarla así?), más posibilidades habrá que se puedan aplicar medidas progresistas que favorezcan al mayor número de personas y también que se encuentre una vía de solución del problema territorial, más allá del centralismo que se propugna desde la derecha.
Hay comunidades donde se corre el riesgo de que el voto a la izquierda del PSOE se divida. En el País Valenciano Compromís ha decidido presentarse por su cuenta y en Galicia también hay problemas en En Marea, donde existe el riesgo de una ruptura. En los dos casos, de producirse esa fragmentación, va a tener repercusiones negativas a la hora de optimizar el voto de cara a obtener una mejor representación.
No parece que en Andalucía pueda haber problemas que impidan que Podemos e IU reediten su voluntad unitaria. Lo ocurrido con Adelante Andalucía es una prueba de ello, al margen de los resquemores existentes tanto en Podemos e IU. Desde IU, no obstante, se sigue apostado claramente por proseguir en la senda de la unidad. Ahora falta que no decaiga el esfuerzo para hacer que en esta ocasión sea más gente la que se sume.
Para la próxima cita electoral en abril, así como las que le seguirán en mayo (municipales, autonómicas y europeas), es necesario que la gente dé muestras de responsabilidad política. En esta ocasión, más que nunca, inhibirse electoralmente es dejar que la derecha tenga manos libres para gobernar como quiera. Ya hemos experimentado los gobiernos de Rajoy. Sus secuelas sociales y políticas se quedarían cortas si llegara al gobierno la nueva derecha, que está más radicalizada en todo.
Por eso, como dice el refrán: quien calla, otorga.