Se llevaba barruntando un tiempo y la cosa parece mucho clara ahora. Podemos, si no se ha roto, está a punto de hacerlo. El suflé que creció tan rápido durante un tiempo, se ha ido desinflando y ahora está a punto de estallar. Lo ocurrido estos días en Madrid, capital y comunidad, quizás esté siendo la gota que esté a punto de colmar el vaso. En otros territorios ya se lleva un tiempo en algo más que en tensiones secundarias. En el caso de Andalucía la apuesta por una candidatura unitaria con IU y otros grupos nacionalistas, con el nombre de Adelante Andalucía, no gustó en el centro de la organización y menos a quienes ahora apuestan en Madrid por algo al margen de Podemos. Y es que la cosa es compleja, porque lo que se está produciendo es una fragmentación desde proyectos y ámbitos diferenciados: pablistas, errejonistas, anticapitalistas...; Cataluña, Galicia, Andalucía, Madrid...; centro, círculos...
He escrito bastante sobre los orígenes y la evolución de Podemos durante los primero años. Lo he hablado con gente de confianza, incluida del propio Podemos. Uno de los rasgos de los primeros momentos fue la prepotencia de la que hizo gala. Resultó peligrosa. Muchas de las cosas que dijeron e hicieron se las tuvieron que tragar ante una realidad que resultaba mucho más difícil de afrontar.
En los últimos años Podemos ha tendido a buscar la colaboración con otros grupos y movimientos. Las confluencias, diferenciadas según cada realidad concreta, parecían el camino a seguir. Pero la manera de afrontarlas ha ido generando tensiones. Porque en ellas se han puesto en valor las diferencias de proyectos. Por lo ocurrido aquí, en Andalucía, he leído o escuchado cosas como que la suma resta, que se necesitaba la marca Podemos, que los comunistas son un lastre, que había que haberse centrado más en la clave española que en la andaluza...
Y de pronto nos encontramos con Madrid. Con su capital y con la comunidad. Con dos personas en el centro de atención: Manuela Carmena e Íñigo Errejón. La primera, con cierto gancho electoral, pero moderada en lo político, capaz de arrebatar sus competencias a quienes sanearon las arcas del ayuntamiento, aumentando incluso el gasto social, con tal de no crear una tensión por el entonces ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. Capaz, más recientemente, de nuclear su candidatura con sus fieles en el gobierno municipal, personas de la corriente de Errejón. Y capaz de hacer que Pablo Iglesias haya cedido en ello, evitando así una división que pudiera poner en peligro las próximas elecciones municipales.
En el caso de la candidatura para la comunidad, Iglesias apostó en su día por Errejón. Una forma de evitar la división, intentar aprovechar la valía de un peso pesado e incluso conectar con Carmena y los sectores moderados de la izquierda. Alcanzado un acuerdo desde la dirección regional de Podemos con IU, todo podría parecer que se solucionaría la confección de la lista. Pero en apenas dos o tres días todo se ha precipitado hasta producirse un vuelco. Sin consultarlo con su grupo, Errejón anunció ayer un acuerdo con Carmena para encabezar y nuclear la marca Más Madrid independientemente de los grupos.
Intuyo que desde esas dos personas se busca, salvando las distancias, un proyecto que me recuerda a lo que en su día ya se produjo en Italia, cuando desde las cenizas del PCI, después PDS, surgió el Partido Democrático. Un partido de centro-izquierda, moderado, alejado de lo que pudieran ser estridencias políticas en el discurso y la gestión. Una plataforma electoral, al estilo de EEUU, más que un partido. En el caso de Madrid, quizás el germen de algo más amplio que podría ser trasladado a otros ámbitos. Un espacio difícil, muy competitivo, porque en él se encuentra el PSOE y, sobre todo, el que lidera Pedro Sánchez. Pero es que, sospecho, que estamos ante una operación de amplio calado. El germen de ella. ¿Cómo puede explicarse, si no, el eco tan rápido con que El País se ha hecho a la hora de tratar lo ocurrido?