Entre sus
prioridades por abrirse a la sociedad estuvo la búsqueda para ayudar a resolver
problemas concretos, lo que conllevaba un elevado sentido práctico a la hora de
resolverlo. Eso explica la máxima que se atribuye a Gropius: “La forma sigue a
la función”.
La Bauhaus
fue un espacio de acción que bebió de las tendencias más avanzadas de su
momento. Tendió a la estética racionalista, lo que la llevó a nutrirse del
constructivismo ruso o el neoplasticismo holandés. Pero en ella trabajaron
también artistas como Kandinski, que hacían del espíritu la inspiración de sus
obras abstractas. Inicialmente, incluso, estuvo presente el influjo del
expresionismo, y posteriormente los contactos con el más efímero dadaísmo y el
surrealismo nunca faltaron.
Desde el
punto de vista arquitectónico diseñaron bloques de edificios horizontales y de
formas simples, con la intención de ir conformando un nuevo modelo de ciudades
donde los espacios fueran sustituyendo las angostas ciudades de origen
medieval. El vidrio estaba muy presente en las fachadas, de manera que los
interiores se iluminaban y a la vez se convertían en espacios de distribución
flexible.
En todo
esto no faltaba el diseño de un mobiliario diverso, donde sillas, butacas,
mesas, estanterías, etc. fueron adquiriendo formas originales, atrevidas y
dotadas de un gran cromatismo.
Los
primeros años estuvieron cargados de idealismo e indefiniciones, con un equipo
de trabajo prestigioso, que con el tiempo fue cambiando. Además de Gropius, arquitecto
y director de la escuela hasta 1928, fueron pasando los también arquitectos Luidwg
Mies van der Rohe y Hannes Meyer; los pintores Lyonel Feininger, Paul Klee o
Vassily Kandisky; el escultor Gerhard Marcks; el diseñador y fotógrafo László
Moholy-Nagy; el arquitecto y diseñador de muebles Marcel Breuer; o el
multifacético Oskar Schlemmer, a quien se encargó la tarea de la formación
teatral. En 1928 Meyer sustituyó a Gropius en la dirección de la escuela y dos
años lo hizo Mies van der Rohe, con quien coincidió el cierre definitivo de la
escuela.
Sería
injusto no mencionar el papel jugado por las mujeres. Algunas, como profesoras
y otras, como alumnas. Entre las primeras estuvieron Lilly Reich, diseñadora
industrial y arquitecta; Gunta Stölzl, tejedora y diseñadora textil; Anni
Albers, pintora, grabadora y diseñadora textil; Marianne Brandt, pintora,
escultora, diseñadora industrial y fotógrafa; o Friedl Dikcer-Brandeis,
diseñadora industrial y pintora. Entre las segundas destacaron quienes se
acabaron convirtiendo en importantes fotógrafas,
como Lucia Schulz, luego Moholy-Nagy, Florence Henry, Grete Stern o Ellen
Auerbach. Por otro lado, Lotte Metzel, diseñadora industrial, y Otti Berger,
tejedora y diseñadora textil, pasaron de ser alumnas a impartir clases.
La Bauhaus
tuvo tres sedes. La primera, en Weimar, hasta 1925, cuando las autoridades
conservadoras de la ciudad decidieron dejar de sustentar un proyecto que les
asustaba por considerar demasiado avanzado y peligroso en sus planteamientos, prácticas
e incluso devenir diario. De ahí pasó a Dessau, donde se construyó el paradigmático
edificio, proyectado por el propio Gropius, y se consolidó el proyecto desde
una perspectiva más racionalista. El acceso al poder municipal en 1931 por
parte del partido nazi supuso el cierre de la escuela. Trasladada a Berlín, en 1933,
ya con el partido nazi en el poder de toda Alemania, fue clausurada definitivamente.
Dado el
momento histórico en que se desarrolló -el periodo de Entreguerras-, así como
el marco territorial -como lo fue Alemania-, la trayectoria de la Bauhaus no
resultó ajena a ello. Si Gropius estuvo vinculado a la socialdemocracia alemana,
buena parte del profesorado y del alumnado también participó de las pulsiones
políticas de esos años. No faltaron tampoco disputas políticas internas.
La fama de “bolcheviques
culturales” fue una de los motivos por los que se vio obligada a trasladar su sede
en dos ocasiones. A ello se unió que hubiera docentes pertenecientes a la
comunidad judía, lo que elevó la animadversión y contribuyó a que el gobierno
nazi ordenara su cierre. Fueron estériles los esfuerzos de Mies van der Rohe
por desvincularla de esa fama y su pretensión de hacer de ella una escuela sólo
relacionada con el arte. Y es que tanto judío, comunista y arte degenerado no podía
caber en la nueve Alemania. El exilio y los campos de concentración nazis acabaron siendo el destino de una parte de sus protagonistas
Lo que podría parecer un programa frío, fue, "en realidad, la lúcida defensa de la conciencia frente al desorden y la desesperación de la catástrofe histórica"*. La enorme actividad y creatividad generada dejó una profunda huella en su tiempo, que ha ido perdurando a lo largo de las décadas siguientes. Hasta tal punto, que buena parte de los códigos estéticos heredados nos siguen resultando familiares en nuestros días.
Lo que podría parecer un programa frío, fue, "en realidad, la lúcida defensa de la conciencia frente al desorden y la desesperación de la catástrofe histórica"*. La enorme actividad y creatividad generada dejó una profunda huella en su tiempo, que ha ido perdurando a lo largo de las décadas siguientes. Hasta tal punto, que buena parte de los códigos estéticos heredados nos siguen resultando familiares en nuestros días.
*Giulio Carlo Argan: El arte moderno. 1770-1970 (v. II). Valencia, Fernando Torres editor, 1977.
(Imagen: fotografía de Lucia Moholy-Nagy del edifico de la Bauhaus en Dessau, diseñado por Walter Gropius)