Ése, como "Yo te creo" o "Yo sí te creo, hermana", está siendo el grito que ilustra la rebeldía social que ha surgido en los últimos meses para visibilizar la violencia sexual que sufren las mujeres. Surgido en las movilizaciones organizadas por el caso de "la manada", se está extendiendo a otros que, como el ocurrido hace unos días en Gran Canaria o hace un par de meses en Zahara de los Atunes, tienen como denominador común que se han llevado a cabo en grupo.
Es un grito que busca la solidaridad con las víctimas, pero también está poniendo de relieve el papel que están jugando quienes, en el ámbito judicial, han de velar por su salvaguardia. Sabido es el calvario que han de sufrir las víctimas a la hora de que se consideren creíbles sus denuncias, sean consideradas en su justa medida cuando son corroboradas o hayan estado sujetas a sentencias más que discutibles.
Ayer estuve en Zahara de los Atunes, como una más entre el medio millar aproximado de personas que acudimos a la localidad gaditana para apoyar a la víctima de una violación en grupo. Pero también para denunciar las violencias que sufren las mujeres y hacerlo, a su vez, contra una justicia que está fuertemente imbuida de la ideología del sistema patriarcal.