En el comienzo de la andadura de este cuaderno me referí a la posibilidad de hacer algún que otro comentario sobre el fútbol. El primero salió como "Una de fútbol", donde intentaba argumentar mis propósitos. Una de las etiquetas la titulé como "Dándole al balón", que con el tiempo modifiqué ligeramente con al añadido "y otros deportes", para abrir así el espectro limitado del título original. No han sido muchos, la verdad, los comentarios que he escrito, pues me sigue dando cierto rubor hacer públicas mis opiniones sobre el mundo del deporte, pese a que pertenezco a esa gente a la que le gusta -antes, también practicarlo-, si bien desde una posición lejos de la desmesura propia del forofismo que todo lo distorsiona y que creo que en el fondo impide disfrutarlo en toda su dimensión. Mis artículos han tratado también, y en gran medida, asuntos deportivos, pero relacionados con otros, como la corrupción. Lógico, por lo demás, pues en donde hay dinero, las tentaciones aumentan.
Hecha esta introducción, en esta mañana me ha apetecido dedicar un comentario al caso Piqué, de actualidad estos días. De entrada, se trata de un extraordinario futbolista, entre los más destacados en su posición del medio de la defensa, pieza de primer nivel en la selección española y en su club, el Barça, y con un palmarés envidiable (un campeonato mundial, una eurocopa de selecciones, tres ligas de campeones europeas, seis ligas españolas, una inglesa...).
Piqué, como cualquier humano e independientemente del grado con que se haga, forma parte de la realidad política, que en su caso no se queda en el anonimato. Le gusta hablar de ello y en especial con lo relacionado con Cataluña y el proceso soberanista que está viviendo ese territorio. Nunca ha escondido su catalanismo político, que quizás, dada su condición social, esté en la línea del que representaba la antigua CDC, actual PDC. Se ha mostrado partidario de la celebración de una consulta y ha llegado a manifestarse en la calle. Nunca se ha mostrado públicamente partidario de la independencia, cosa que, en todo caso, está en su derecho el defenderla o no.
Piqué es también, dada su condición de figura deportiva, un fiel exponente del capitalismo en el mundo del fútbol, que conlleva alimentarlo en toda su maquinaria y, a la vez, disponer de un aporte de ganancias multimillonarias. Su matrimonio con la también famosa cantante Shakira refuerza su posición y, a la vez, ambos se alimentan entre sí. Jon Illescas (ver entrevista en El Viejo Topo, junio de 2016; reproducida en El Salmón) incluye a Skakira entre las estrellas del videoclip y, dada su relevancia mediática, la califica de intelectual orgánica de la burguesía, así como una representante genuina del filantrocapitalismo. Ello supone una relación directa con los altos círculos del sistema, tanto en lo económico como en lo político.
Pues bien, dicho lo anterior y entrando en lo que da título a este comentario, resulta evidente que Piqué no es cualquier cosa en el mundo mediático y más cuando él mismo es un asiduo de los medios de comunicación y de las redes sociales, donde hace uso de declaraciones que llaman la atención. Si todo eso ya provocaba controversias en los medios de comunicación entre quienes le criticaban y le defendían, el caso es que desde hace un año han aumentado cuando empezó a ser pitado en los entrenamientos y los partidos de la selección española. Una situación embarazosa, pues para mucha gente eso suponía una recriminación a su falta de españolidad.
Pero cuando parecía que la cosa se había calmado, habiendo desaparecido los pitos e incluso habiendo aumentado los aplausos, el domingo pasado volvió a saltar la polémica. Y esta vez porque en determinados medios (As, okdiario...) y en las redes sociales se difundió que durante el partido con Albania el jugador se había cortado las mangas de la camiseta, donde se encontraban los colores de la bandera. La falsedad de la noticia (sí se cortó las mangas, pero no tenían esos colores) ha provocado que Piqué haya decidido anunciar su retirada de la selección para 2018. Ha querido respetar su compromiso con el actual seleccionador, Julen Lopetegui, de cara al mundial de Rusia, pero se ha cansado de tanta presión en torno a su españolidad.
Lo curioso del caso es que quienes lo criticaron más o menos abiertamente por sus posiciones políticas, justificaron los pitos recibidos en los eventos internacionales de la selección e incluso han aireado la noticia falsa de las mangas de su camiseta, ahora lo que hacen es criticar que haya decidido anunciar su retirada de la selección. Un claro paralelismo con la realidad política: quienes fomentan en mayor medida el anticatalanismo son quienes con más ahínco niegan el derecho a decidir en Cataluña. No quieren que se manifiesten y menos que se vayan si así lo desean, pero quieren que se queden dentro de una España donde Cataluña no para de recibir, cuando menos, improperios. ¿Es que acaso se puede estar asís a gusto?