Dedica hoy Aníbal Malvar su columna en Público a Alberto Garzón: "El último comunista vivo". El título puede llevar a equívoco -es un poco, o mucho, malvado, la verdad-, pues trata a Garzón con cariño -"riquiño" lo llama-, pero no sin cierta condescendencia. Lo presenta como una persona honrada, coherente e incluso bastante preparada, por encima de sus contrincantes electorales. Pero reconoce que está sólo ante el peligro, que va a recibir pocos apoyos y viene a decir -para mí, lo que es peor- que pertenece a otro tiempo pasado. Por eso lo de el último comunista vivo. Y me digo que otra vez con lo mismo: ¡cuántas veces han enterrado al comunismo y a las personas comunistas!
El artículo me trajo el recuerdo de una película de Agustín Díaz Yanes: "Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto". Puede que no se entienda lo que voy a decir, pero yo sí me entiendo. Una de las protagonistas de la película, colateral en la trama, pero de gran importancia, es doña Julia -interpretada de una forma portentosa por una comunista en la vida real: Pilar Bardem: ¿casualidad?-. Se trata con acaba de una mujer mayor, comunista y de una enorme integridad moral. Su suicidio en la película tiene para mí una interpretación clara y creo que atrevida: como es una mujer que ya no pertenece al tiempo en que transcurre la historia que se cuenta, con ese acto salva su dignidad, aunque sea en el anonimato. No en vano, Yanes, comunista en su juventud acabó transformándose con los años en uno de los intelectuales orgánicos del felipismo, al que veían como la imagen de la modernidad frente a la España negra que representaba el PP -retratado en 1996 con la imagen del doberman- y la ya pasada -¿quién se acordará de nosotras?- del comunismo, en aquellos años representada con la zarandeada IU de Julio Anguita.
Al comunismo no paran de enterrarlo. Pero sigo pensando que sigue vivo. No como antes, claro, porque siempre se está reeditando. La imagen más estereotipada es la del comunismo leninista y, si se quiere, estalinista. Conozco a muchas personas que se siguen considerando como tales. Muchas están en el PCE. Normal, porque es el principal referente, tiene una trayectoria temporal larga -de 94 años, camino del siglo, que no es poco- y, miserias aparte, lleno de glorias y heroicidades. Fue el principal tronco de oposición a la dictadura franquista y quien más sufrió la represión en sus cuarenta años de duración. He dicho tronco, porque de él salieron otras ramas -Comisiones Obreras, por ejemplo- y hasta otros brotes en forma de partidos con entidad propia, pero breve -yo llegué a militar en uno de ellos-, que en bastantes casos retornaron a sus orígenes.
¿Garzón, el último comunista vivo? No lo creo. Pero a mucha honra.
(La imagen corresponde a la ilustración que hace Fran Marcos de Alberto Garzón y que aparece en el artículo de Aníbal Malvar)