Cataluña ha tenido históricamente una gran idiosincrasia política. Todo un mosaico diverso y complejo a la vez. Su mapa político ha reflejado una gran pluralidad en sus expresiones. Inmersa en los últimos años en una gran polarización política sobre el proceso abierto hacia la independencia, no le ha faltado una postura de cerrazón desde el gobierno central, que ha fortalecido indirectamente esa tendencia, ni la resistencia desde una parte importante de la sociedad a seguir ese camino.
Las elecciones del 20-D parece que han vuelto a introducir cambios en el mapa político catalán. Y pendientes de lo que ocurra en la conformación de una mayoría parlamentaria en las Cortes del estado, el tema catalán sigue siendo una de las piedras angulares para conseguirla y con ella, de lo que pueda ocurrir en la propia Cataluña.
La participación, de un 71%, ha estado unos dos puntos por debajo de la media estatal, situada en el 73,2%. También ha bajado 6,4 puntos en relación a las elecciones de septiembre, con 342.000 votantes menos.
Partidos y coaliciones
Los grupos y personas que componían la candidatura Junts per el Sí (CDC, ERC, plataformas civiles e independientes) se han presentado esta vez por separado, correspondiendo a ERC 599.000 (16%) y a Dl (exCDC) 566.000 (15,1%). En la suma, 1.165.000 votos, han perdido 456.000 votos y 8,4 puntos en relación a septiembre.
La candidatura En Comú, integrada por gente del entorno de Ada Colau y del grupo Procés Constituent, Podems, ICV y EUiA, se ha alzado con el primer puesto: 928.000 votos (24,7%); un fuerte aumento sobre la candidatura Catalunya Sí Que es Pot (en la que no participaban ni Ada Colau ni Procés Constituent), cuantificado en 562.000 votos y 15,8 puntos.
El PSC-PSOE se ha mantenido en niveles muy similares: 589.000 votos (15,7%), con 67.000 y 3 puntos de subida.
El partido más perjudicado ha sido Ciudadanos: sus 490.000 votos han dejado por el camino otros 245.000 y 4,8 puntos, que suponen aproximadamente la tercera parte.
El PP ha mejorado al subir en 69.000 votos y 2,6 puntos, y llegar a un total de 417.000.
UDC, esta vez como UC, se ha quedado con su 65.000 votos (1,7%) como un partido residual, perdiendo 38.000 (0,8%).
La CUP no se ha presentado, por lo que sus votos se han tenido que repartir en varias direcciones, tanto a la abstención como a otras candidaturas.
Bloques político-identitarios
La situación ha variado, con volatilidad del voto entre los bloques. En líneas generales éstas han sido las variaciones: el bloque independentista (ERC y DL) ha pasado de los 1.957.000 de JxS y CUP a 1.165.000 votos; el centralista-unionista de PP y C's lo ha hecho de 1.083.000 a 907.000; el soberanista-federalista de En Comú ha subido a 928.000 frente a los 366.000 de CSP en septiembre; el PSC-PSOE ha subido ligeramente hasta los 589.000; y el nacionalista-autonomista conservador de UC/UDC se ha quedado en 65.000.
El bloque más afectado ha sido el de grupos partidarios de la independencia. Es el caso de ERC y DL, que en septiembre fueron coaligados en JxS y que han sufrido la pérdida de casi medio millón de votos. Si sumamos los resultados de la CUP en septiembre, la cuantía es mayor, cercana a 800.000. Teniendo en cuenta que este último grupo decidió no presentarse a las elecciones generales, podría decirse que parte de la bajada en la participación estaría relacionada con el retraimiento de ese grupo. De hecho hay una coincidencia casi total en los números: 336.000 votantes de la CUP en septiembre y 342.000 votantes menos en diciembre. Sin embargo, a falta de estudios demoscópicos que lo demuestren, no creo que pueda establecerse una correlación tan directa.
En la geografía del voto su principal granero se encuentra en las áreas rurales, las ciudades pequeñas y en general las provincias de Girona y Lleida. El déficit, bastante elevado, sigue estando en el área metropolitana de Barcelona.
En Comú es la candidatura de confluencia de los grupos que en septiembre formaron CSP (Podems, ICV y EUiA) y que en esta ocasión han tenido una importante novedad: la entrada en escena de gente ligada a Ada Colau y a Procés Constituent, que septiembre habían decidido inhibirse. En esta ocasión, con una alcaldesa de Barcelona muy activa y de gran prestigio social, y con la incorporación de figuras de mayor relevancia política y más vinculadas al catalanismo (con Xavier Domenech como cabeza de lista de Barcelona), la campaña electoral se ha llenado contenidos más claros. Han aunado, así, las reivindicaciones sociales con otras más propiamente políticas del catalanismo, como el derecho a decidir y el reconocimiento de un estado plurinacional.
¿De dónde ha provenido el aluvión de 562.000 votos más que los obtenidos en septiembre por CSP? De distintos ámbitos: votantes de la CUP, algo que puede desprenderse de que haya habido dirigentes que así se han pronunciado; votantes de izquierdas que en septiembre optaron por JxS como una forma entonces de remarcar sus diferencias con el centralismo; votantes de izquierdas que en septiembre optaron por Ciutadans, queriendo, así, en sentido contrario, remarcar su oposición al independentismo; una pequeña parte del electorado del PSC-PSOE; y también jóvenes que han votado por primera vez.
Y de nuevo la geografía del voto puede darnos una pista: han sido las principales áreas urbanas, ubicadas sobre todo en la provincia de Barcelona, pero con extensión hacia casi toda la costa de Tarragona, la zona sur de Girona lindante con Barcelona, algunas áreas aisladas del oeste de Lleida y la propia capital, las que han suministrado el grueso de votantes a En Comú. Casi siempre, seguida o del PSC-PSOE o de C's, lo que nos indica que el componente inmigratorio de décadas pasadas sigue presente. En el caso de varias ciudades del cinturón metropolitano barcelonés, en septiembre fue C's la fuerza más votada. Y en casi todos los casos fue el granero de votos del PSC-PSOE hasta 2011.
El bloque unionista centralista ha perdido 176.000 votos, pero con situaciones diferentes según el partido. Mientras que el PP ha subido en 69.000, seguramente a costa de C's, éste ha perdido nada menos 245.000, esto es, la tercera parte de sus votos en septiembre. Aparte del desvío hacia el PP antes señalado, el resto se puede haber repartido hacia el PSC-PSOE, que ha subido en 67.000, e incluso a En Comú.
El PSC ha reproducido, en menor cuantía, lo que le viene sucediendo desde 1977: la obtención de mejores resultados en las generales que en las autonómicas. Aunque en este caso con una diferencia sustancial, que es el haber dejado de ser el primer partido en Cataluña y pasado a ser el tercero.
Bloques político-ideológicos
Aquí las diferencias son más claras. Los grupos de izquierda han conseguido una clara victoria, sumando ERC, PSC y En Comú el 56,4% de los votos. Por su parte, los grupos de derecha (DL, UC, C's y PP) se han quedado bastante lejos con el 41%. Descontada la transversalidad identitaria y la propia pluralidad de sus programas, expresa una clara orientación política de la sociedad catalana, algo que no es nuevo.
¿Qué ha ocurrido?
La actual situación está inmersa en dos sentidos políticos contrapuestos, que hasta ahora parecen irreconciliables. Uno es el creado en torno a los partidos españolistas-unionistas principales, el PP y C's, que cuenta con apoyos también en sectores del PSC-PSOE, donde tradicionalmente convivieron "dos almas" (la catalanista y la españolista). Es el bloque que ha batallado duramente contra los intentos de avanzar en el proceso de profundización de la soberanía, que se expresó hace una década en las dos fases de elaboración del Estatut aprobado finalmente en 2006.
Los recursos de inconstitucionalidad del PP, ratificados por el Tribunal Constitucional, y su posterior acción de gobierno desde 2011 han sido los detonantes para que el campo del independentismo haya subido considerablemente, se haya dado una enorme movilización ciudadana en esa dirección y se haya acabado produciendo una recomposición y reorientación del mapa político.
Es lo que explica que CDC haya virado del pactismo autonomista al independentismo, rompiendo su coalición con UDC; que éste se haya quedado como un partido residual, sin representación parlamentaria ni en Barcelona ni en Madrid; y que el PSC-PSOE se haya ido fragmentando, con la salida progresiva de los sectores más catalanistas y una pérdida considerable de votos.
El partido más beneficiado ha sido ERC, que ha ido subiendo en votos y escaños con los años y en las distintas elecciones, a costa de CDC, en mayor medida, y del PSC-PSOE. Sin olvidar el caso de la CUP, un grupo que aúna el independentismo con el anticapitalismo, y que en las elecciones catalanas de 2010 irrumpió con un 3,5% y tres escaños, siendo ahora, tras su 8% y diez escaños de septiembre, la llave de la continuación del proceso.
El campo del federalismo ha estado ocupado en las últimas décadas por el PSUC, transmutado posteriormente en ICV y EUiA, y el PSC-PSOE. En los dos casos suponía, al principio, la defensa teórica del derecho de autodeterminación y la apuesta por la descentralización del estado, en la línea de lo recogido por la Constitución de 1978. En el caso del PSUC e ICV-EUiA ha sido una apuesta más explícita, teniendo en el PSUC hasta 1982 un mayor grado de influencia, para luego acabar quedándose en una coalición, ya como ICV o ya como ICV-EUiA, que se ha situado entre el 7% y el 10% de los votos.
En cuanto al PSC-PSOE, su postura ha sido más etérea y, se quiere, pragmática. Dividido en sus "dos almas", tendieron a repartirse los papeles según el ámbito institucional y el momento. Los gobiernos del tripartito (PSC, ERC e ICV-EUiA) generaron importantes disensiones en su seno durante el proceso de elaboración del Estatut aprobado en 2006. El propio presidente Pasquall Maragall acabó renunciando a la reelección y después dejando el partido, descontento con el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.
En Comú puede haber recogido claramente el relevo, en este caso desde el federalismo. Pero sin perder de vista varios aspectos, que quizás nos ayuden a entender lo ocurrido: a) la apuesta sin complejos por la identidad política catalana, que supone defender el referéndum de autodeterminación y reconocer la pluralidad nacional del estado, algo que puede haber tenido en Procés Constituent la aportación principal; b) la puesta en valor de lo social, como expresión de los movimientos ciudadanos que demandan mejoras sociales, incluso de emergencia, y su oposición a los recortes y privatizaciones, en lo que confluyen los grupos más tradicionales (ICV, EUiA y sindicatos) y los de nuevo tipo (PAH, 15-M), que tienen a Ada Colau como figura principal; c) el componente generacional, común a todo el estado, que ha hecho que los grupos de edad más jóvenes hayan roto con los partidos tradicionales del sistema, apostando por opciones políticas nuevas y, si se guiere, más atrevidas, como puede ser el caso de lo que representa Ada Colau y el propio Podems; d) un intento desde sectores de la izquierda por salir del callejón sin salida de las elecciones de septiembre, sin una mayoría política clara entre los dos bloques que se enfrentaron de hecho.
¿Hacia dónde se puede ir?
Quizás sea el vector político-ideológico desde donde puede conseguirse un mayor grado de consenso y de avances. En primer lugar, porque, aun existiendo la división identitaria, es donde existe menor rechazo al aspecto primordial del reconocimiento del derecho de autodeterminación. Por grupos políticos, sólo el PSC-PSOE lo rechaza en la actualidad, y entre el electorado, es donde hay un mayor grado para su reconocimiento.
En segundo lugar, porque es donde hay prácticamente unanimidad en el apoyo a medidas de emergencia social, recuperación de competencias perdidas en favor de lo privado y aumento en general del gasto público. Otra cosa serían los acuerdos sobre las medidas estructurales de la economía, donde ERC y PSC-PSOE se basan más en un proyecto social-liberal.