Cantamos porque llueve sobre el surco
y somos militantes de la
vida
y porque no podemos ni
queremos
dejar que la canción se haga ceniza
(Mario Benedetti)
Militamos en el Partido
del Trabajo, la Joven Guardia Roja y/o la Confederación de Sindicatos Unitarios
de Trabajadores. También, en tres casos, en la Organización Revolucionaria de
Trabajadores, con quien el PTE se unió, ya al final, en el Partido de los
Trabajadores. Han pasado unos 35 años y ayer nos reunimos 14. Faltó mucha gente, porque fuimos bastantes
más, pero fue un encuentro emotivo y bonito.
Todo empezó en Salamanca en 1974 y seis años después, en 1980, nos disolvimos como grupo político. Luego cada cual, como quiso o pudo, fue derivando a otros grupos sociales o políticos, o simplemente a ninguno, a la vez que fue creando su propia trayectoria vital y profesional. En general nos hemos seguido viendo, en mayor o menor medida. Quizás haya sido yo quien, desde una mayor lejanía física, llevara unas tres décadas sin ver a bastantes de quienes ayer nos reunimos.
Todo empezó en Salamanca en 1974 y seis años después, en 1980, nos disolvimos como grupo político. Luego cada cual, como quiso o pudo, fue derivando a otros grupos sociales o políticos, o simplemente a ninguno, a la vez que fue creando su propia trayectoria vital y profesional. En general nos hemos seguido viendo, en mayor o menor medida. Quizás haya sido yo quien, desde una mayor lejanía física, llevara unas tres décadas sin ver a bastantes de quienes ayer nos reunimos.
Estuvo Chema, de la
primera ornada del PTE, militante hasta el final y uno de los pilares de lo que
fue la CSUT. Un incombustible. Y desde principios de los ochenta, un
maratoniano del ecologismo, primero en el Comité Antinuclear de Salamanca y
luego en Ecologistas en Acción.
También estuvieron Julio, Merche
y Paco Regalado, de la JGRE y luego, a la vez, del partido. Julio, militante de
la segunda hornada, desde 1975, y uno de quienes les tocó pasar por la cárcel de
Valladolid siendo todavía un adolescente. Acabó como responsable de la JGRE,
haciendo valer su joven veteranía. Merche, su compañera de ayer y hoy, una de
las militantes más entusiastas que estudiaba BUP en el instituto transtormesino y acabó trabajando en lo que entonces llamábamos el Psiquiátrico. Y Paco, uno
de los escuderos de Julio, también estudiante en ese instituto y luego mecánico
en el negocio familiar.
Estuvieron, por supuesto,
Maxi y Pedro, dos de cuatro hermanos militantes y herederos de un padre que
había sufrido la represión feroz del franquismo durante los años de la guerra y
la postguerra. Dos de quienes en los años siguientes decidimos seguir a nuestra
manera. Maxi, perfecto maestro de ceremonias, el nexo entre el pasado y el
presente. Un incombustible, a su manera, de lo que inició con 18 años. Un
profesional que ha sabido mantener el principio de estar al lado de quienes
sufren los rigores del sistema injusto en que vivimos. Y su hermano, paciente,
riguroso y ordenado, hoy más distante en el quehacer político cotidiano, pero
expectante de lo que ocurre.
Acudieron tres compañeros
de los currantes: Paco Cuadrado, Jesús el “Pelirrojo” y Nacho. Los dos primeros, miembros de la célula de mundo obrero y, por ello, activistas de la CSUT, que han seguido como militantes de grupos de izquierda. Y Nacho, un caso particular,
porque, estando afiliado a la CSUT, encabezó la lista del PTE en su pueblo en
las elecciones de 1979 y estuvo a punto de ganar la alcaldía. Desaparecido su
primer sindicato, encontró en CCOO su recambio.
No faltaron Carmen, Candi
y Cari, de la ORT, con quienes compartimos militancia en el Partido de los
Trabajadores durante casi un año. Carmen y Candi, las almas de su organización,
que llegaron de fuera para impulsarla. Cari, creo recordar, originaria de esta
tierra. Un grupo de gente que, mientras duró el nuevo partido, supo acoplarse
con el nuestro, hasta el punto que la propia Carmen llegó a ser la secretaria
política.
Por último, estuvo José
Antonio, que, curiosamente, fue el animador de que nos reuniéramos. Un manchego
inmigrante en Barcelona, joven militante comunista del PSUC en los años sesenta
y participante de primera hora de lo que fue el PCEi y desde 1973 pasó a denominarse PTE. El
típico militante abnegado dedicado a las tareas más inverosímiles que acabó recorriendo, como un trotamundos, pueblos y campos, organizando a la gente de campesina. Las
circunstancias lo trajeron años después a Salamanca, donde se ha asentado
definitivamente y sigue manteniendo su espíritu luchador.
Los años pasan, es verdad, pero el espíritu sigue siendo joven. Porque, más allá de poder parecer un grupo de vejestorios y vejestorias, en todo caso seguimos siendo militantes de la vida, como decía Mario
Benedetti. Ese tipo de personas que no nos conformamos con la sociedad en que
vivimos y anhelamos hacerla más habitable para todo el mundo, sin que nadie quede en el camino.