Actualmente estamos en los albores de un nuevo tiempo político, sin que sepamos cómo va a desenvolverse el futuro. Antaño, con la crisis del franquismo y el inicio de la Transición, supuso una derrota política de la izquierda, aun cuando una parte de ella acabó integrándose en el marco político que surgió y que ha existido a lo largo unas tres décadas. Sus fundamentos están ahora en crisis y está por ver qué va a ocurrir. Es cierto que los años de la Transición salíamos de la dictadura y había mucho miedo. Ya no servían sus instituciones políticas, impropias en un mundo occidental europeo que las había erradicado. Pero los pilares sobre los que se ha sustentado el modelo político que le siguió se están resquebrajando. Hay, no obstante, una coincidencia entre el ayer y el hoy: el trasfondo de profundas crisis económicas y sociales. En su momento se resolvió en España a través de la integración plena en el mundo occidental, donde se estaba iniciando la construcción del modelo neoliberal. Éste, sin embargo, está en plena crisis, cuya salida, por ahora, se está centrando en un ahondamiento en los resortes que buscan acabar con lo que en su momento se denominó estado del bienestar.
Hace unos años realicé un trabajo, cuyo título es De la lucha política clandestina a la legalidad. El Partido del Trabajo de España yla Joven Guardia Roja en Salamanca (1974-1980). No ha sido publicado, aunque sí es conocido por varios amigos, antiguos militantes de ambas organizaciones durante los últimos años del franquismo y la Transición. Para dicho trabajo escribí una introducción que ahondara en el contexto más amplio de esos años, aunque finalmente la deseché. Ahora la publico en este cuaderno, tal cual quedó en 2009. Dispone de un amplio apartado bibliográfico, lo que aporta una base documental al contenido que no debe despreciarse.
La izquierda durante la Transición.
En busca de una explicación de la derrota política
El resultado final de la lucha de la izquierda y dentro de ella la llamada radical durantela Transición fue una derrota política, aunque se pueden
hacer algunas aclaraciones o matizaciones. Una de ellas es no incluir el caso
del País Vasco, donde la izquierda radical en su vertiente nacionalista, en lo
que se ha acabado denominando como izquierda abertzale, ha llegado y
mantenido unos niveles de representación electoral e influencia político-social
bastante superiores al resto de los grupos. Pero teniendo en cuenta que la
mayor parte de la izquierda radical actuaba en el ámbito del conjunto del
estado, que sus resultados electorales fueron escasos y que su influencia
social fue bastante limitada, su derrota política fue evidente. Nos preguntamos
ahora cuáles fueron las causas, y si éstas lo fueron por sus propios errores,
por unas circunstancias políticas y sociales poco propicias o por ambas cosas a
la vez.
Hace unos años realicé un trabajo, cuyo título es De la lucha política clandestina a la legalidad. El Partido del Trabajo de España y
La izquierda durante la Transición.
En busca de una explicación de la derrota política
El resultado final de la lucha de la izquierda y dentro de ella la llamada radical durante
Los cambios sociales y económicos desde los años sesenta
Se ha escrito mucho que para comprender la Transición hay tener en
cuenta como elemento central los cambios profundos que la sociedad española
había conocido desde finales de la década de los cincuenta [1], tras
el giro radical dado en la política económica del gobierno con las medidas
estabilizadoras, la apertura al exterior y la aplicación de los planes de
desarrollo. Lo cierto es que los cambios económicos y sociales de la década de
los 60 crearon las condiciones para que la mentalidad de la población también
cambiara. El proceso de industrialización y urbanización, el descenso de la
población agraria, la aparición de una nueva clase obrera, la extensión en
número de las clases medias, el aumento del nivel cultural de la población, la
nueva incorporación de la mujer al
trabajo extradoméstico, la menor presencia de la religión y una mayor
secularización de la vida cotidiana, el contacto con otras culturas y
costumbres a través de los medios de comunicación, de la llegada de turistas o
de la salida al extranjero de estudiantes y emigrantes, entre otros factores,
fueron creando un clima social más proclive a
la necesidad de la libertad y la tolerancia como base de las relaciones
humanas tanto en los ámbitos público como privado. Paralelamente los
fundamentos ideológicos y las instituciones del régimen fueron quedando como
elementos caducos, especialmente entre los sectores de población más jóvenes,
que fueron mostrando una actitud creciente de rebeldía tanto en lo político como en el modo de vida.
Estos cambios en la estructura social, y más concretamente
la ampliación de los estratos sociales intermedios, son aspectos que ya fueron
resaltados desde el régimen franquista. Los ideólogos del tardofranquismo
asociaron el régimen con una tarea
modernizadora pendiente desde el siglo XVIII [2] y el propio Franco llegó a decir que su mejor
monumento fue la clase media española [3]. Este
hecho, concretado en el nacimiento de una sociedad civil en disposición de
exigir un nuevo modelo de organización y relaciones entre los diversos agentes
sociales, ha servido de base dentro del campo de la sociología y la ciencia
política para explicar el comportamiento moderado de la mayor parte de la
población española durante los años de la Transición , y con ello el fracaso de las opciones políticas más
extremas. Una moderación que afectó también a buena parte de la clase obrera
surgida en el proceso de industrialización de los 60, pese a la existencia de
un gran dinamismo movilizador en su seno
y la radicalidad de algunos sectores.
La información que aportaron esas dos nacientes
disciplinas académicas en las universidades españolas fue una fuente muy útil
para el conocimiento de la sociedad española, algo que fue inteligentemente
utilizado durante esos años desde algunos círculos del poder, especialmente los
vinculados al entorno de Adolfo Suárez[4]. El
diseño y la aplicación de una serie de medidas políticas desde el verano de
1976, tendentes a imprimir un ritmo mayor en el proceso de reforma del
régimen, tuvieron como culminación lo
que se ha venido a llamar, indistintamente, como ruptura pactada o reforma
pactada.
Tras la primera fase de la reforma, celebradas las
elecciones de 1977 y aprobada la Constitución de 1978, fueron saliendo a la luz
diversos trabajos en torno a la cultura y las actitudes políticas de la
sociedad [5],
cuyas conclusiones sirvieron de base
para justificar la estrategia política del PSOE en los años siguientes.
Todas estas explicaciones, que se pueden incluir, con
todos los matices que se quieran, dentro de la corriente funcionalista [6],
menosprecian, sin embargo, otros factores de diversa índole, pero que no
debemos dejar al lado. Teniendo en cuenta que hasta ahora se ha hecho una
disección de los grupos de extrema izquierda a través de sus planteamientos
políticos, sus formas organizativas, su estilo de trabajo y sus objetivos, nos
corresponde ahora ver cómo fueron percibidos esos grupos por la sociedad de su
tiempo y dentro de ella por los grupos sociales a los que se dirigió
preferentemente.
La acción represiva y manipuladora del
estado
De principios de 1977 data un informe elaborado en el seno
de la Presidencia
del Gobierno acerca de la oportunidad de la legalización del PCE [7]. Se
hizo en uno de los momentos clave de la transición, cuando la iniciativa de la
lucha política entre los sectores reformistas del régimen y la oposición
rupturista ya se había decantado en favor de los primeros. Acababa de
producirse el referéndum para la reforma, con resultados favorables al
gobierno, tras el cual la mayor parte de los grupos políticos fue buscando ya
de una manera abierta la forma de
situarse en una situación de salida lo más ventajosa posible de cara a la
futura confrontación electoral. En el informe antes aludido, que apostaba por
la legalización del PCE, se argumentaba sobre todo en términos de oportunidad
política, basados fundamentalmente en el hecho de que dicho partido iba a
resultar más manejable dentro que fuera del sistema. Se ha llegado a decir,
también en esa dirección de oportunidad política, que Suárez buscaba dividir el
voto de la izquierda, teniendo en cuenta que unas elecciones sin el PCE
tendería a desviar y concentrar los votos hacia el PSOE [8]. Siguiendo
con el informe, en uno de los puntos, el 6º concretamente, se puede
leer: “[la legalización] deslindaría al PC de otros grupos más a la izquierda
que conviene claramente excluir”. Si a ello se le une que dichos grupos no
fueron legalizados hasta después de las elecciones de junio o que en el mismo
mes de enero, tras la semana negra entre los días 23 y 28 (matanza de Atocha, secuestros de Oriol y
Villaescusa, muertes de dos manifestantes y de tres policías), una de las
respuestas del gobierno fue ordenar
redadas contra numerosos militantes de grupos de la izquierda radical, se puede
deducir que a éstos se les prestaba atención.
El proceso de moderación que el PCE llevaba desarrollando
desde años atrás, causa de críticas y hasta de escisiones en su seno, tuvo su
punto culminante en el momento en que estamos aludiendo. Los contactos que
Adolfo Suárez estaba desarrollando con los líderes de varios partidos y los
tanteos para entrevistarse con Santiago Carrillo fructificaron en el encuentro
de principios de 1977, donde ambos políticos escenificaron en secreto un pacto
político, al parecer implícito [9], de hondo calado: la legalización del PCE a
cambio de la aceptación de la monarquía. El gobierno de Suárez cerraba el
círculo de la reforma. Un gobierno que representaba el intento más atrevido por
controlar el proceso tras el fracaso del gobierno de Arias Navarro un año
antes. Atraer, para integrar, al PCE era una oportunidad política, como se
desprendía del informe de Presidencia en su primer punto: “Completaría el
espectro político y daría una visión más real del pluralismo de opciones”.
Y de paso, se puede añadir, se contribuía a mantener
separados a los distintos grupos de izquierda, comunistas o no. Era importante
evitar que pudieran actuar unidos tanto en el terreno propiamente político como
en el de los distintos sectores sociales y ciudadanos, fundamentalmente el
sindical, que en su conjunto habían protagonizado crecientes movilizaciones
durante los últimos años.
Pero conviene profundizar más en lo que pretendemos. En el
informe Foessa 1978 [10]
aparecen unos datos de 1976 acerca de la autoubicación político-ideológica de
la población española. Teniendo en cuenta el momento en que se hizo la encuesta,
todavía sin libertades, los resultados reflejaban ese condicionante, aun cuando
nos puedan servir de referencia para poder valorar cuáles eran las actitudes
políticas en la población española. La
media era de 5’64 (en una escala de 1
a 10, de izquierda a derecha), es decir, dentro del
centro político, lo que situaba a nuestro país, grosso modo, en los
niveles de buena parte de los países europeos occidentales. Por territorios la
situación variaba según la estructura de su economía. Así, en el País
Vasco-Navarra y Barcelona, que eran las zonas industriales que aparecían en el
estudio, la media era, respectivamente, de
4’79 y 4’86, es decir, en los niveles de los países europeos situados
más a la izquierda: Italia (4’69) y Francia (5’05). Por el contrario, las dos
Castillas, regiones donde tenía un mayor peso el sector primario y donde había
una tradición política conservadora, se encontraban claramente escoradas a la
derecha.
Gráfico 1
Autoubicación
político-ideológica en España a mediados de los 70
Fuente: Informe Foessa 1978.
El reparto por tendencias resultaba, sin embargo,
diferente. En España es donde se alcanzaba el mayor nivel de la opción del
centro político, con casi el 50%, mientras que en la mayoría de los países
aludidos rondaba la tercera parte. Las posiciones de izquierda eran escogidas
por un 22% de las personas encuestadas en nuestro país, el nivel más bajo de
todos y lejos de Italia (43%), Francia (41%), Bélgica (36%) o Gran Bretaña (35%), que
tenían los más altos. Dentro de España de nuevo se volvían a percibir
importantes diferencias territoriales. Mientras que en el País Vasco-Navarra y
Barcelona casi un 40% de las personas se autoubicaba en la izquierda, en
niveles un poco por debajo de Italia y Francia, y similares a Bélgica y Gran
Bretaña, en Castilla la Vieja ,
por el contrario, no llegaban al 20% las personas que se declaraban de
izquierda. En Castilla la Nueva
sólo lo hacía un 9%.
Gráfico 2
Reparto de la
autoubicación político-ideológica en España a mediados de los 70
Fuente: Informe Foessa 1978.
Ya dentro del campo de la izquierda, y deslindando a ésta
en dos grados, los resultados siguen estando en la línea de las anteriores
variables, si bien con un peso menor de la extrema izquierda. En las provincias
industrializadas esta opción era elegida en torno al 10%, como en los Países
Bajos y Bélgica, pero quedando por debajo de Gran Bretaña y Francia, cercanas
al 16%, y de Italia, donde se llegaba al 18%.
Gráfico 3
Autoubicación
político-ideológica de la izquierda en España a mediados de los 70
Fuente: Informe Foessa 1978.
Los resultados de las elecciones de 1977 y 1979 en gran
medida reflejaron mediante el voto las opciones que se han apuntado. El triunfo
global de las opciones moderadas, situadas en torno al centro político y que
representaban UCD, los grupos nacionalistas de derecha y el propio PSOE,
sumaron alrededor del 70% de los votos en las dos elecciones; en sus flancos,
la izquierda, que podía representar el PCE/PSUC, obtuvo un peso menor: 9’4% y
10’8% en cada elección; y la derecha, el
8’8% y 6’1%; en los extremos los apoyos electorales fueron escasos: en la izquierda, del 2’2% y 5’8%; y en la
derecha, del 1% y 2’5% [11].
Si pormenorizamos los resultados por regiones y
provincias, seleccionando las que habían aparecido en el Informe Foessa 1978 y
añadiendo otras cinco donde la presencia de la izquierda era relevante, podemos
constatar que los grupos de extrema izquierda consiguieron importantes apoyos
en Navarra y el País Vasco, si bien con predominio de los grupos nacionalistas.
En el caso del País Vasco en 1979 el principal aporte a la subida provino de
HB, que se presentó por primera vez en esas elecciones. Los grupos de ámbito
estatal tuvieron unos resultados más modestos, siendo mejores en 1979. Se puede
constatar, así mismo, que allí donde la extrema izquierda obtuvo mejores
resultados, el PCE se situó por debajo de sus resultados medios (País Vasco y
Navarra). También que en algunos sitios la
izquierda radical llegó a horadar el electorado del PCE (en 1979 el PTE
obtuvo en Zaragoza el 4’7%, en Sevilla el 4% y en Cádiz el 3’2%). Por último,
la mejora general que hubo en 1979 tanto en los grupos de extrema izquierda
como en el PCE/PSUC se puede explicar por los mayores apoyos que la izquierda
obtuvo de la gente joven, precisamente
cuando se acababa de establecer el
derecho de voto a los 18 años.
Cuadro 1
Resultados de la izquierda en las elecciones generales
de 1977 y 1979 (%)
Extrema
izquierda
|
PCE/PSUC
|
PSOE/PSP*
|
Otros
socialistas
|
Extr. iz.+ PCE/PSUC
|
Total
izquierda
|
|||||||
1977
|
1979
|
1977
|
1979
|
1977
|
1979
|
1977
|
1979
|
1977
|
1979
|
1977
|
1979
|
|
País Vasco
|
8
|
25,9
|
4,5
|
4,6
|
28,4
|
19
|
4,2
|
0,5
|
12,5
|
30,3
|
45,1
|
49,8
|
Navarra
|
17,7
|
15,3**
|
2,4
|
2,2
|
23,8
|
21,9
|
-
|
-
|
20,1
|
17,5
|
43,9
|
39,4
|
Barcelona
|
1,6***
|
4,5
|
19,9
|
19
|
32,3
|
30,3
|
-
|
1,3
|
26,3**
|
23,5
|
58,6
|
55,1
|
Castilla y León
|
1,1
|
2,8
|
3,7
|
4,9
|
27,2
|
25,6
|
-
|
0,6
|
4,8
|
7,7
|
32
|
33,9
|
Castilla-La Mancha
|
0,6
|
1,4
|
7,3
|
9,8
|
32,3
|
34,6
|
-
|
0,6
|
7,9
|
11,2
|
40,2
|
46,4
|
Madrid
|
1,7
|
4,8
|
10,7
|
13,4
|
40,8
|
33,3
|
-
|
0,6
|
12,4
|
18,2
|
53,2
|
52,1
|
Valencia
|
2,3
|
4,5
|
9,8
|
13,5
|
41
|
36,6
|
3
|
1,1
|
12,1
|
18
|
56,1
|
55,7
|
Sevilla
|
3
|
5,4
|
13,4
|
16
|
41,5
|
29,4
|
-
|
15,2
|
16,4
|
21,4
|
57,9
|
68
|
Zaragoza
|
2,4
|
7,2
|
5,2
|
8
|
36,2
|
26,8
|
2,8
|
5
|
7,4
|
15,2
|
47,4
|
47
|
Asturias
|
0,7
|
3,3
|
10,5
|
13,7
|
38,8
|
37,3
|
-
|
0,6
|
11,2
|
17
|
50
|
54,9
|
Total España
|
2,2***
|
5,8
|
9,3
|
10,8
|
33,8
|
30,4
|
1,2
|
3
|
12,3
|
16,6
|
47,5
|
51,5
|
Fuente: elaboración propia
desde Ministerio del Interior y HES n. 2.
*Los
dos partidos se presentaron por separado en 1977; el PSP lo hizo en algunos
sitios en coalición con otros grupos, como el PSA en Andalucía; 1979 lo hicieron como PSOE.
**No
se ha contabilizado el 8,3% del PTE, EE, ESEI y
PNV, que formaron la coalición Nacionalistas Vascos.
***No
se han contabilizado los votos de la coalición Esquerra de Catalunya-Front de
Esquerres, formada por ERC y PTE, que
obtuvo el 4,77% de los votos en Barcelona; la aportación de los votos de esa
coalición a los del conjunto del estado fue del 0,79%.
Los resultados electorales de 1977 y 1979 fueron una gran
decepción para los grupos comunistas, desde el propio PCE/PSUC [12]
hasta los de extrema izquierda. En el primer caso, porque abrigaba ser el
principal partido de la izquierda desde la legitimidad de haber sido la
principal fuerza resistente al franquismo y su vinculación con las luchas, como
ocurrió en Italia y Francia tras la Segunda Guerra Mundial, donde los partidos
comunistas respectivos se convirtieron en la fuerza hegemónica de la izquierda
y con amplios apoyos electorales. Sólo el PSUC pudo obtener globalmente
resultados aceptables, con el 18’3% y el 17’4% de los votos en cada elección,
pero siempre por debajo del PSC/PSOE. Por provincias los mejores resultados los
obtuvo en Barcelona (18’9/19), Córdoba (16’5/19’1), Tarragona (16’4/14’2) y
Sevilla (13’4/16). Por debajo estuvieron las otras provincias donde también
obtuvieron representantes en el Congreso: Madrid (10’7/13’5), Asturias
(10’5/13’7), Málaga (11’7/12’8), Valencia (9’8/13’5), Cádiz (10’1/10’6),
Alicante (9’2/11’2) y Jaén (9’5/12’9).
Las elecciones municipales de abril se convirtieron en
nuevo test para los grupos de izquierda y en mayor medida para los diversos
grupos comunistas, cuyos resultados habían sido para cada uno desiguales según
las circunscripciones y los municipios. En el nuevo ámbito de confrontación
electoral se podía medir mejor la influencia
política que tenían. Por un lado, por ser el ámbito más próximo a la ciudadanía;
y por otro, porque podían reflejarse de una manera más fidedigna los apoyos en
los lugares donde estaban más
enraizados. Los resultados fueron bastante buenos para el conjunto de
los grupos de izquierda, desde la más moderada hasta la más radical. Los grupos
comunistas tuvieron incrementos absolutos y relativos importantes: el PCE tuvo
casi un 18% de subida relativa; y en el caso del PTE y la ORT , que estas elecciones
municipales dieron los primeros pasos en el proceso de unificación [13], la
subida relativa alcanzó casi la tercera de sus votos, obteniendo además
representación en numerosos municipios, en algunos de los cuales llegaron a
alcanzar la alcaldía.
Cuadro 2
Resultados de los partidos de izquierda en las
elecciones de 1979 (en %)
Generales 79
|
Municipales 79
|
Diferencia absoluta
|
Diferencia relativa
|
|
PSOE
|
30’4
|
27’9
|
-2’5
|
-9’2
|
PCE
|
10’8
|
12’7
|
+1’9
|
+17’6
|
PTE/ORT
|
1’9
|
2’5
|
+0’6
|
+31’6
|
HB (P.Vasco/Navarra)
|
15/8’9
|
15’6/11’1
|
+0’6/+2’2
|
+4/+24’7
|
EE (País Vasco)
|
8
|
6’2
|
-1’8
|
-22’5
|
Fuente: Ministerio del
Interior
Aun con todo lo dicho hasta ahora, cabe seguir
preguntándonos el porqué de unos resultados tan exiguos para la izquierda
radical de ámbito estatal y por debajo de lo esperado para el PCE/PSUC. ¿Eran
previsibles? Pongamos un ejemplo relacionado con Valladolid, una capital que en
los momentos finales del franquismo y durante la Transición conoció
situaciones convulsas en los medios fabriles, universitarios y ciudadanos.
Según un informe elaborado por el Gobierno Civil en 1975 acerca de la
sensibilidad política de la población [14],
distinguiendo el centro y los barrios de la ciudad, los datos eran los
siguientes:
Cuadro 3
Sensibilidad política en Valladolid capital en 1975 (%)
Centro
|
Barrios
|
|
Extrema derecha
|
10
|
5
|
Derecha y centro-derecha
|
50
|
35
|
Izquierda y
centro-izquierda
|
35
|
50
|
Extrema izquierda
|
5
|
10
|
Fuente: María del Rosario Díez Abad (2005)
Al margen del grado de fiabilidad, resultaba evidente que
existía preocupación en las autoridades de entonces, cuando todavía vivía
Franco, por la orientación política de la población. El informe resulta
clarificador en cuanto al peso global de la izquierda, con unos previsibles
apoyos que oscilaban entre el 40% en la zona centro y el 60% en los barrios,
estos últimos, además, más populosos. La extrema izquierda oscilaba entre el 5%
y el 10%, a lo que no eran ajenos los movimientos obrero, vecinal y estudiantil que en esa
ciudad castellana habían alcanzado una gran relevancia [15] y
eco en la opinión pública [16].
Eran unos datos que
adelantaban sólo parcialmente el mapa electoral de la ciudad en los años
siguientes. En las elecciones de
1977 los resultados fueron muy exiguos
para la extrema izquierda (1,9%), bastante modestos para el conjunto de grupos
comunistas (9,2%) y por debajo de la derecha la suma de todos los grupos de
izquierda (48,2%). En las elecciones de 1979 mejoraron algo los resultados de
los grupos comunistas: 13,9% en total, de los que el 4,4% eran de la extrema
izquierda y el 9,2% del PCE. Pero la izquierda en su conjunto (47,9%) siguió quedando
por debajo de la derecha.
Muy distinta fue la situación en las municipales, con una
izquierda globalmente muy superior en
votos (58,2%) sobre la derecha (41,8%).
Dentro de la izquierda el PCE obtuvo un 13,1% y los grupos de extrema
izquierda, el 5,3%, lo que sumaba un 18,4%. Sin profundizar en las causas de
ese cambio, la derecha perdió un considerable número de votos, un hecho
directamente relacionado con la abstención [17].
Cuadro 4
Elecciones en Valladolid capital de 1977 y 1979 (%)
Generales 1977*
|
Generales 1979*
|
Municipales
1979**
|
|
Extrema derecha
|
2’3
|
3’4
|
-
|
Total derecha
|
51’3
|
50’7
|
41’8
|
Total izquierda
|
48’2
|
47’9
|
58’2
|
PCE
|
7’3
|
9’3
|
13’1
|
Extrema izquierda
|
1’9
|
4’6
|
5’3
|
PCE + extrema izquierda
|
9’2
|
13’9
|
18’4
|
*
Datos del Ministerio del Interior.
**
Avance de Resultados (Ministerio del Interior).
No eran datos extrapolables a todos los lugares del resto
del país. Seguramente estarían lejos del resto de las poblaciones de la
provincia vallisoletana, sobre todo las más alejadas del área de influencia de
la capital, y de las otras provincias castellanas, donde
prevalecía una orientación política de derecha [18].
Pero también posiblemente esos datos
podrían ser más parecidos a los de las áreas industrializadas del país. Si
Valladolid destacó, como hemos dicho, por ser una de las ciudades más activas y
conflictivas contra el régimen durante esos años, hubo otras zonas donde esa
conflictividad tuvo una mayor intensidad y hasta una mayor amplitud que la de
la propia capital castellana. Fue el caso del conjunto del País Vasco o de
provincias como Asturias, Barcelona, Madrid, Sevilla, Córdoba, Navarra, Málaga,
etc.
Xavier Domènech [19] ha
estudiado la dimensión política del movimiento huelguístico y vecinal de esas
zonas en el primer semestre de 1976, matizando que no era el de todo el país,
pero resaltando que sí era el de importantes zonas neurálgicas. Se trataba de
un movimiento de clara naturaleza rupturista, que fue capaz de acabar con el
gobierno de Arias Navarro y obligó a su sucesor a incluir en su agenda política
unas medidas más atrevidas, como el primer decreto de amnistía de julio, la
legalización de partidos políticos o el proyecto de reforma. Estas tres iniciativas
se plasmaron en el segundo semestre del año, lo que llevaron, junto al mayor
protagonismo de los grupos de oposición moderada y una mayor moderación del
PCE, a una salida negociada y con ella el mantenimiento de parte de las
estructuras del régimen (su personal político, las instituciones represivas y,
por supuesto, la monarquía).
Durante esos meses se dio en España el mayor y más variado
movimiento reivindicativo habido durante el franquismo y la Transición. Confluyeron
los conflictos de carácter social como las huelgas de la clase obrera, las reivindicaciones vecinales, las protestas y
huelgas estudiantiles, y hasta las movilizaciones
en el campo de pequeños agricultores y ganaderos y de jornaleros. A ellos
habría que unir los conflictos propiamente políticos, tanto los generales
(amnistía, libertad, etc.) como los de carácter nacionalista y autonomista, con
mayor intensidad en Cataluña y el País Vasco. No faltaron las acciones armadas
que desarrollaban las dos ramas de ETA y en menor medida el incipiente GRAPO.
Todos esos conflictos, especialmente los dos primeros tipos, actuaron
conjuntamente, aunque la mayor o menor coincidencia influyó en su amplitud.
La razón de que el movimiento huelguístico de la clase
obrera no se extendiera más, habría que buscarla en otro tipo de factores.
Además de lo antes dicho sobre el papel de los reformistas más atrevidos, con
Suárez a la cabeza, y los grupos más moderados de la oposición, incluyendo en
ellos al PSOE, no podemos olvidar, de un lado, el papel que jugaron los
gobiernos de otros países y determinadas organizaciones internacionales, y, de
otro, la acción ejercida desde el estado, tanto en su vertiente represiva como
en la confección de las normas electorales. Todos estos factores, en su
conjunto, coadyuvaron al resultado final. Un resultado inicialmente
imprevisible, pero que se fue definiendo a lo largo del proceso complejo. Aun
con todo, como ha señalado el propio Doménech, el resultado final de “empate técnico”
entre las dos partes contendientes tuvo un alcance que superó a las intenciones
iniciales de los sectores reformistas del régimen, consecuencia de las movilizaciones
desarrolladas durante esos años y especialmente las de los primeros meses de
1976.
Uno de los factores a los que nos hemos referido fue el de
la fuerte represión sufrida por quienes protagonizaron las numerosas y variadas
movilizaciones. La matanza de Vitoria marcó uno de los puntos culminantes, pero
sólo la represión en 1976 alcanzó una crudeza inusitada con al menos 18 muertes
referidas únicamente a huelguistas y manifestantes [20], a
lo que habría que unir numerosas personas heridas y torturadas [21], y
un incontable número de detenciones y otro tipo de violencias. No faltó la
militarización de algunos servicios públicos [22].
Hubo zonas fuertemente castigadas, en especial el País Vasco y Navarra (8 y 4
de las muertes, respectivamente), pero también Madrid, Barcelona, Alicante,
Canarias y varias provincias andaluzas. La célebre frase “la calle es mía” del
ministro de Gobernación, Manuel Fraga, ilustra la medida de su proyecto de
reforma. Por otra parte, una estrategia política basada en la movilización
generalizada de la población resultaba enormemente desgastante, por la tensión
y los costes directos que generaba sobre sus protagonistas. Ampliar los apoyos
suponía mantener esa tensión, lo que en algún momento podría dar lugar a muestras de cansancio.
Las intervenciones desde las potencias
occidentales
Entramos así en
otro factor a tener en cuenta, de índole exterior, pero no menos
importante que otros, si no más decisivo. Se sabe del interés geoestratégico
que tuvo España para los EEUU tras la Segunda Guerra Mundial y en plena Guerra Fría, lo
que permitió la estabilidad del régimen y su longevidad. Ése fue el significado
de los acuerdos bilaterales entre España y EEUU desde 1951. También se sabe de
su interés por controlar la sucesión del propio Franco, a lo que no fue ajeno
el nombramiento del príncipe Juan Carlos como sucesor. Esa preocupación no fue
tanto por fomentar el tránsito a una democracia de tipo occidental como por el
objetivo de garantizar una estabilidad política que evitara poner en peligro
dicho papel geoestratégico.
La reconducción portuguesa se planificó para llevarla
desde una radicalidad de tintes socialistas y con intenciones de salida de la OTAN hasta el cauce de lo
políticamente aceptable dentro de los regímenes parlamentarios occidentales.
Las elecciones de 1975 (37,9% de los votos) y 1976 [24]
(35%) dieron como partido más votado al PSP, mientras los grupos más vinculados
a los gobiernos provisionales y los sectores radicales del MFA, desde el PCP y
sus aliados (26,6% y 14,6%, en cada año) a los más radicales (4% y 4,8%), se
quedaron lejos. Los partidos de la derecha, a su vez, mejoraron en conjunto en
1976 (40,9%) sobre 1975 (34,6%). En medio, sobre todo entre la primavera y el
otoño de 1975, tuvo lugar una intensa confrontación política y social, con el
intento de golpe de Spínola (marzo), las movilizaciones obreras en las áreas
industriales (entorno de Lisboa) y campesinas en las regiones meridionales, y
el contrapunto de las movilizaciones organizadas por los grupos conservadores
en la mitad norte del país, donde el caciquismo, la pequeña propiedad agraria y
la Iglesia Católica
gozaban de mayor presencia [25]. Una
vez instalados en el gobierno los grupos contrarios al proceso revolucionario [26] se puso freno al mismo, y de
inmediato y progresivamente se fueron desmantelando las medidas económicas y
sociales avanzadas que se habían tomado en el primer año de gobierno
postdictatorial (reforma agraria,
nacionalizaciones, intervención en la banca, autogestión de las empresas...).
En el caso español, el diseño de la Transición , hecho de
una manera abierta, buscó apartar a la población de las tentaciones radicales
que surgían en el seno de la oposición, para
llevar al régimen franquista hacia otro nuevo, a la vez que mantener el
alineamiento de España con el bloque occidental a través de EEUU. Ese régimen
nuevo sería en un principio de más libertades, pero no se concebía necesariamente
abierto a todos los grupos. Ni desde EEUU ni desde la RFA se defendía la
legalización de los grupos comunistas. En el segundo caso, porque se admitía por el SPD lo que estaba legislado
como tal.
Se dieron, así, en España varias intervenciones paralelas.
La de los EEUU se hizo a través de enviados oficiales directos, de la embajada
en Madrid o de la propia CIA, utilizando agentes de los incipientes servicios
de espionaje españoles (SECED); refugiados de grupos de extrema derecha de
otros países (Italia, Grecia, Chile, Argentina...), en muchos casos con
imputaciones en causas judiciales graves; miembros de grupos de extrema derecha
españoles; y hasta militantes de partidos políticos de la oposición, tanto de
grupos moderados como, según algunas fuentes, de grupos armados de extrema
izquierda [27].
Otra vía de intervención fueron las organizaciones partidistas, bien
supranacionales, como la Internacional Socialista , o bien de países
concretos, como el caso de la RFA a través del SPD y de su entorno (sindicatos
y fundaciones). No faltó, por último, una intervención desde los propios
gobernantes europeos, como los casos de Giscard D’Staing o Helmut Smith,
principalmente. Muchas de estas intervenciones fueron sordas y apenas perceptibles
en su momento, pero reconocibles en la actualidad, a la luz de documentos,
testimonios e investigaciones que aparecido en los últimos años [28].
En estas intervenciones desde el exterior se movieron
muchos peones, pero entre ellos los hubo propiamente políticos, todavía grises,
poco activos e inexpertos, pero que a la larga darían grandes réditos a quienes
les patrocinaron. El papel jugado por el PSOE renovado, relanzado en el
Congreso de Suresnes de 1974 en torno a algunos núcleos geográficos dispersos
(el vasco, el madrileño y el sevillano), fue primordial. Una trayectoria y un
papel muy similares a los jugados por el Partido Socialista Portugués y su
líder Mario Soares en su país [29].
En un proceso corto, pero efectivo, con la ayuda política
y financiera de la
Internacional Socialista y el SPD [30], fue
atrayendo a personas de diversos
ámbitos: viejos militantes, que jugaron sobre todo un papel simbólico en la
legitimación de las siglas; personas poco comprometidas con la lucha contra la dictadura, pero linces a la hora de
olfatear las posibilidades de promoción social que se le ofrecían; y pequeños
grupos socialistas, en su mayoría de tinte nacionalista, que acabaron
sucumbiendo a la llamada de la unificación [31] y
aportaron importantes cuadros políticos.
Prueba del escaso prestigio que tenía el PSOE entre los
sectores más activos de la oposición de izquierda son algunas frases que se
acuñaron durante esos años sobre la pasividad socialista en la lucha contra la
dictadura [32].
Hasta la literatura ha reflejado lo que en la militancia de los grupos
comunistas de entonces se comentaba de dicho partido [33]. Las
publicaciones del PSOE y la UGT
llegaron a ser utilizadas como tapadera por grupos de extrema izquierda para
simular la tenencia en sus casas de propaganda política [34].
Pero, sobre todo, lo más evidente fue la facilidad con la que sus dirigentes y
militantes se movieron por el país, o la tolerancia que las autoridades gubernativas mostraron
para que la UGT celebrara en abril de 1976 un Congreso y el
PSOE hiciera lo propio a finales del mismo año [35]. Al
fin y al cabo, desde las esferas del gobierno de Arias Navarro ya se estaban
manteniendo conversaciones con Felipe González en la primavera de 1976, lo que
Suárez continuó en el verano.
La estrategia que marcó el PSOE renovado fue de
moderación. Tras negarse a integrar la Junta Democrática
formada en 1974, el programa de la Plataforma de Convergencia Democrática de 1975 no
recogía ni la formación de un gobierno provisional ni una consulta a la
población sobre la forma de la jefatura de estado. En su discurso político difundió la idea de
conquista progresiva de espacios de libertad, lo que chocaba con los
planteamientos de los sectores más radicales de la oposición unitaria. En las
entrevistas de 1976 con Manuel Fraga y Adolfo Suárez, Felipe González no apoyó que se mantuviera
ilegal al PCE, pero no se hubiera negado en caso de mantenerse como tal. Si
este asunto se convirtió para Fraga en una opción clara, desde su anticomunismo
primario, para Suárez, mejor asesorado y consciente del peligro que se corría
manteniendo una postura intransigente tras las movilizaciones del primer
semestre de 1976, la legalización del PCE le sirvió para dividir el voto de la
izquierda y facilitar su triunfo electoral en 1977.
Esta estrategia moderada, pese a cierta radicalidad verbal
en el programa y los discursos, se
convirtió en el contrapunto más adecuado de la también estrategia moderada de
los reformistas del régimen, situados
desde el verano de 1976 en torno a Adolfo Suárez. Los dos líderes y sus
partidos fueron, por distintas razones, los ganadores de las elecciones del 15
de junio de 1977. Fueron las elecciones del triunfo de la moderación. Creada la UCD y recreado el PSOE, fueron
de hecho diseñados como “sucursales de un centro estratégico supranacional”,
con estrategias electorales prefabricadas en EEUU traídas por personajes
“traídos y teledirigidos” para cumplir ese papel [36].
Se puede establecer como hipótesis que los cambios en el
proceso de reforma del régimen corren paralelos a la mayor influencia que la Trilateral fue adquiriendo
en el mundo de la política. Se sabe de las enormes vinculaciones que tuvieron
en EEUU Jimmy Carter y buena parte de su gabinete, una vez que ganaron las
elecciones en 1976 [39].
También se sabe de la mayor sensibilidad que mostraron por la democratización política de los países
occidentales aliados con regímenes autoritarios, frente a la actitud
desconfiada que Nixon y Kissinger habían mostrado frente a cualquier atisbo de
cambio, que les llevó a intervenciones como las de Chile en 1973, los intentos
por hacerlo en Portugal tras la
Revolución de los Claveles [40] o el
proyecto de cambio limitado para España. Estos cambios tuvieron su correlación
en España con los gobiernos centro-reformistas de Suárez, cuya duración, en líneas
generales, coincidió con el mandato presidencial de Carter. La dimisión forzada
del jefe de gobierno español en 1981 coincidió, a su vez, con la sustitución de
Carter por el más beligerante Ronald Reagan, que no sólo retomó la contundencia
de Nixon, sino que la llevó a unos extremos mayores, con la intensificación de la Guerra Fría y un mayor
intervencionismo en otros países [41].
Una normativa electoral de control político y social
Una normativa electoral de control político y social
Los resultados de las elecciones de 1977 fueron, en gran
medida, la plasmación de un diseño político abierto y flexible, pero
controlado. Si la acción represiva del estado inculcó en amplios sectores de la
población las suficientes dosis de miedo para evitar extender las
movilizaciones, la aprobación de las normas electorales marcaron los límites en
los que había que moverse y condicionaron, cuando no manipularon, en gran
medida la representación política de los grupos. El objetivo principal, como es
obvio, fue el triunfo del partido del gobierno, pero también limitar la representación
del PCE, a la vez que impedir que los grupos con algún rasgo de radicalidad
pudieran alcanzarla. Lo demás, referido sobre todo a evitar la célebre “sopa de
letras” y buscar la estabilidad de los gobiernos, no fue más que una forma de
encubrir esos objetivos.
Recientemente se han producido unas declaraciones de Miguel Herrero y Leopoldo Calvo-Sotelo, líderes de la UCD por entonces, que resultan sumamente esclarecedoras. El primero ha llegado a decir que el decreto electoral de 1977 se hizo para "evitar que el PCE pudiera tener un grupo parlamentario que se correspondiera con la fuerza política que se pensaba podía alcanzar" [42]. El segundo, a su vez, completando lo anterior reconoció el error de apreciación de sobredimensionar al PCE, lo que les llevó a ayudar al PSOE [43].
El decreto-ley electoral de 18 de marzo de 1977, siguiendo
las indicaciones de la Ley
para la Reforma
Política , estableció un doble sistema de elección (proporcional,
para el Congreso, y mayoritario, para el Senado), la provincia como circunscripción
y unos correctivos en la representación,
que habría de ser de gran importancia en
sus consecuencias [44]. En
la práctica lo que hizo fue adecuar el sistema proporcional mediante la fórmula
D’Hondt, crear un Congreso reducido de 350 miembros [45] y
dotar a cada provincia de un mínimo de dos diputados. El argumento principal de
sus creadores [46],
con una impecable base de pragmatismo, era el de garantizar un gobierno
estable, pero a costa de una representación deformada.
En lo que fue un verdadero ejercicio de ingeniería
político-electoral o, si se quiere, de manipulación de las reglas del juego en
beneficio propio [47],
se diseñó para ello en la formación del Congreso el sistema más adecuado para
que la UCD consiguiera
la mayoría absoluta con el 35-36% de los votos [48]. De
esta manera se concedió una sobrerrepresentación a las provincias menos
pobladas, tradicionalmente las más conservadoras, y una infrarrepresentación a
las que tenían más población, donde la izquierda contaba con mayores apoyos [49]. La
consecuencia fue que se favoreció a los partidos con mayor implantación en cada
territorio, a la vez que se dificultó la representación de los menores, donde
se encontraban de una manera especial los diferentes grupos comunistas,
incluido el principal, es decir, el PCE.
Teniendo en cuenta la coyuntura política que se estaba
viviendo, el pacto por encontrar unas reglas de juego entre las partes
implicadas resultó obligado y, por lo ocurrido finalmente, fácil de conseguir.
Con los límites marcados por la Ley
para la Reforma
Política en cuanto a los sistemas electorales, los grupos de
oposición aceptaron el decreto de marzo en la medida que les permitiría
alcanzar, según sus previsiones, la representación deseada. Alejado el fantasma
del sistema mayoritario para el Congreso y despejadas algunas dudas en torno al
nicho mínimo exigible para poder obtener representación [50],
quedó libre la segunda cámara de las Cortes.
La formación del Senado suponía a su vez otra pieza más en
ese engranaje. Si de entrada partía del hecho de ser elegido por el sistema
mayoritario, además estaba condicionado por otros dos factores. Uno, el de los
distritos electorales, basados en las provincias, lo que de partida le volvía a
dar ventaja a los grupos conservadores, en la medida que las provincias más
conservadoras coincidían con las de menor población. Y el segundo era la
presencia de 40 senadores y senadoras que ocuparían sus puestos por designación
real. Algo que, como se puedo ver, tuvo como concreción el predominio de
personas de carácter conservador, aunque entre ellas hubiera algunas que habían
mostrado un tímido distanciamiento con el régimen de Franco [51].
Pero en ningún caso las hubo de las que mantuvieron una clara oposición.
Los partidos más beneficiados fueron, por tanto, los dos
mayoritarios del ámbito territorial del estado, es decir, la UCD y el PSOE [52]. En
el Congreso lo fueron tanto en la relación entre el porcentaje de votos y la
representación total en escaños, como en el valor de cada escaño. Los partidos
nacionalistas o regionalistas, a su vez, mantuvieron en general en el primer
aspecto un equilibrio, aunque en el segundo bastantes de ellos se vieron
perjudicados, especialmente los minoritarios.
Cuadro 5
Relación entre votos y escaños en las elecciones de
1977 y 1979 (%)
1977
|
1979
|
|||||
Votos
|
Escaños
|
Diferencia
|
Votos
|
Escaños
|
Diferencia
|
|
UCD
|
34’8
|
47’7
|
+12’9
|
35’1
|
48
|
+12’9
|
PSOE
|
29’3
|
33’7
|
+4’4
|
30’5
|
34’6
|
+4’1
|
PCE y PSUC
|
9’4
|
5’7
|
-3’7
|
10’8
|
6’6
|
-4’2
|
AP/CD
|
8’4
|
4’6
|
-3’8
|
6’1
|
2’6
|
-3’5
|
PDC/CiU
|
3’7
|
3’1
|
-0’6
|
2’7
|
2’2
|
-0’5
|
PNV
|
1’7
|
2’3
|
+0’6
|
1’6
|
2
|
+0’4
|
UDC-CD
|
1
|
0’6
|
-0’4
|
-
|
-
|
-
|
EC-FED
|
0’8
|
0’3
|
-0’5
|
0’7
|
0’3
|
-0’4
|
EE
|
0’3
|
0’3
|
=
|
0’5
|
0’3
|
-0’2
|
UN
|
-
|
-
|
-
|
2’1
|
0,3
|
-1’8
|
PSA
|
-
|
-
|
-
|
1’8
|
1’4
|
-0’4
|
HB
|
-
|
-
|
-
|
1
|
0,9
|
-0’1
|
UPC
|
-
|
-
|
-
|
0’3
|
0’3
|
=
|
PAR
|
-
|
-
|
-
|
0’2
|
0’3
|
+0’1
|
UPN
|
-
|
-
|
-
|
0’2
|
0’3
|
+0’1
|
Fuente: Ministerio del
Interior.
Cuadro 6
Valor de cada escaño en número de votos
1977
|
1979
|
||
Independientes
|
29.834
|
UCD
|
37.313
|
PNV
|
37.024
|
PAR
|
38.042
|
CAIC
|
37.183
|
PNV
|
42.371
|
UCD
|
38.014
|
PSOE
|
45.204
|
PSOE
|
45.524
|
HB
|
57.370
|
PDC
|
46.786
|
UPC
|
58.953
|
EE
|
61.417
|
CiU
|
60.419
|
UC-DCC
|
86.395
|
PCE/PSUC
|
84.282
|
PCE y PSUC
|
89.994
|
EE
|
85.677
|
AP
|
94.048
|
PSA
|
108.614
|
PSP
|
136.097
|
CD
|
108.857
|
EC-FED
|
143.954
|
ERC
|
123.452
|
-
|
UN
|
378.964
|
|
Media
|
52.223
|
Media
|
51.238
|
Fuente: Ministerio del
Interior.
Si nos atenemos a la representación electoral dentro del
ámbito donde actuaban y se presentaron los diversos partidos nacionalistas y
regionalistas, la cosa cambiaba.
Cuadro 7
% votos de los partidos nacionalistas y regionalistas
que obtuvieron escaños
en el Congreso
dentro de su ámbito de actuación
País Vasco
|
Cataluña
|
Navarra
|
And.
|
Can.
|
Ara.
|
|||||||||
PNV
|
EE
|
HB
|
PDPC
|
UDC
|
CiU
|
FE*/
ERC
|
UPN
|
PNV
|
HB
|
EE
|
PSA
|
UPC
|
CAIC/
PAR
|
|
1977
|
29’3
|
6’1
|
-
|
16’9
|
5’7
|
-
|
4’7
|
-
|
-
|
-
|
9’5**
|
-
|
-
|
5’7
|
1979
|
27’6
|
8
|
15
|
-
|
-
|
16’4
|
4’2
|
11’2
|
8’4***
|
8’9
|
4’3**
|
11’1
|
11
|
6’1
|
Fuente: Ministerio del
Interior
*FE eran las siglas de Front de Esquerres,
formado por ERC y el PTE
**EE se presentó como UNAI.
***El PNV se presentó en coalición con otros
grupos, bajo la denominación Nacionalistas Vascos.
Teniendo en cuenta que
los partidos dos nacionalistas principales PDC/CiU, en Cataluña, y PNV,
en el País Vasco, tenían un carácter político conservador, está por ver si se
contemplaba desde este sistema electoral que la hegemonía política en estos
territorios pudiera pasar a manos de grupos que por su moderación política
resultaran menos problemáticos. Los dos partidos mencionados fueron parte de la
oposición moderada al franquismo y estuvieron entre los primeros que vieron a finales
de 1976 y sobre todo tras los resultados del referéndum de diciembre que había
que llegar a acuerdos con el gobierno, aun a costa de dejar atrás al PCE y
otros grupos comunistas. Sólo el PNV mantuvo un pulso político durante el
debate y aprobación de la
Constitución , en la que se abstuvo, pero hay que valorar el
condicionante de una izquierda nacionalista radical con bastante peso político
y electoral. Aun con eso, el PNV fue, junto con el PSE-PSOE, el impulsor del
Estatuto de Autonomía de 1979, lo que le granjeó las críticas de la izquierda
nacionalista vasca, representada entonces por EE y HB.
En Cataluña surgieron menos problemas. La tradición
pactista y moderada de la burguesía catalana y de sus representantes políticos,
que tenía en esos momentos como partidos principales a CDC y UDC (CiU, desde
1979), sirvió para que se soldara bien la adaptación al nuevo sistema
democrático. Al parecer Tarradellas también participó de las conversaciones
secretas con Suárez [53], y
su regreso tras las elecciones de 1977 y el restablecimiento inmediato de la Generalitat provisional ayudaron a crear
ese clima favorable.
Este sistema electoral afectó mucho a los grupos
comunistas, tanto el PCE-PSUC como los situados a su izquierda. El primero sólo
obtuvo en 1977 el 5’7% de los escaños frente al 9’4% de los votos mientras que la UCD y el PSOE superaban los
escaños sobre los votos en 12’8 y 4’4 puntos, respectivamente [54]. En
cuanto al valor de cada escaño, no fue el mismo para todos los partidos, como
tampoco se vieron representados todos los partidos que concurrieron a las
elecciones, aunque hubieran obtenido globalmente un número importante de votos.
De nuevo el PCE-PSUC y un número importante de grupos de la izquierda radical
se vieron perjudicados por el sistema electoral.
Cuadro 8
Resultados de
los partidos que no obtuvieron representación parlamentaria
con un número de
votos superior a la media por escaño
1977
|
1979
|
||
FDC-EDC
|
215.841
|
PTE
|
192.798
|
FDI
|
122.608
|
PSOE-h
|
133.869
|
ASD
|
101.916
|
ORT
|
127.517
|
AET
|
77.575
|
MC-OIC
|
84.856
|
AN18
|
67.336
|
BPG
|
60.869
|
RSE
|
64.241
|
BEAN
|
56.582
|
UG
|
55.555
|
||
IR
|
55.384
|
Fuente: Ministerio del
Interior.
Otra consecuencia del sistema electoral fue la de
condicionar al electorado a decantarse por opciones políticas más seguras en la
representación, en lo que se ha denominado más frecuentemente como voto útil o,
ya en el campo más específico de la ciencia política, voto estratégico. Esta
circunstancia afectó, y sigue afectando, a las circunscripciones de menor
población (sin contar Ceuta y Melilla), que en 1979 sumaban 32 casos, elegían
entre 3 y 6 escaños cada una, abarcaban el 40% de los escaños del Congreso y
representaban al 32% del electorado.
Cuadro 9
Tipos de circunscripción electoral (según datos de
1979)
Nº escaños por circuns.
|
Nº casos
|
Nº escaños
|
% escaños
|
% electorado
|
|
Tipo I
|
1
|
2
|
2
|
0’5
|
0’25
|
Tipo II
|
3-6
|
32
|
139
|
40
|
32
|
Tipo II[55]
|
3-4
|
15
|
53
|
15
|
9’5
|
Tipo III
|
7-8
|
7
|
50
|
14
|
14
|
Tipo IV
|
9 y +
|
11
|
159
|
45’5
|
54
|
Fuente: Ministerio del
Interior.
Las elecciones en estas provincias, por tanto, se
celebraban más en clave bipartidista, sobre todo donde el número de escaños era
de 3 ó 4. En este último caso la
UCD salió vencedora en las 15 provincias, obteniendo 38
escaños frente a 14 del PSOE, 1 de CiU (Lérida) y 1 de Álava (PNV). De esta manera se forzaba una situación en la
que los partidos no expresaban únicamente la opción con la que cada persona se
identificara mejor, sino también la que le resultara más apropiada, teniendo en
cuenta las circunstancias y sus intereses. Mucho se ha escrito acerca del grado
de racionalidad del electorado, que le lleva a buscar las opciones más
apropiadas a sus intereses. Pero al margen de esto, lo que queda claro es el
fuerte condicionante que supone un sistema electoral que impide de hecho que la
gente pueda votar al partido con el que
mejor se identifique.
Los modelos electorales de otros países difieren entre sí.
En los casos más próximos cultural y geográficamente, en Italia se aplicaba un
sistema proporcional puro [56], en
Portugal el proporcional con fórmula D’Dondt [57] y en
Francia un sistema mayoritario a doble vuelta. En Italia se dio como
consecuencia una fuerte fragmentación en la representación política, en lo que
se ha denominado como pluralismo polarizado, lo que ocasionaba una fuerte
inestabilidad política y la necesidad de
pactos para formar gobiernos o mayorías parlamentarias.
El decreto electoral de 1977 introdujo, así mismo, una
jornada de reflexión previa a la de elección.
Este rasgo del sistema electoral español, ni excepcional ni exclusivo,
merece ser motivo de tratamiento. No podemos olvidar el efecto moderador que
produce en la población. Se ha llegado a cuantificar mediante los sondeos cuál
es el grado de indecisión del electorado a la hora de optar por un grupo, real
o disimulada. En España ha tendido a disminuir en el transcurso de los años,
pero fue elevado en las dos primeras elecciones, con algo más del 40% de las
personas entrevistadas [58].
Seguramente en las mentes de quienes introdujeron ese rasgo en las normas
electorales de 1977 estuvo la preocupación por ese sector del electorado, así
como el de aquellas personas que pudieran cambiar su orientación de voto a
última hora. Lo que está claro es que el efecto psicológico de cualquier
actitud reflexiva es justamente el de la moderación, algo que se podría
extrapolar a los comportamientos electorales. Y aquí es donde mejor funcionan
los grupos políticos que han dispuesto de mayores medios electorales y también
de los resortes que aportan los medios de comunicación.
Y ya para acabar Los gastos
de las campañas electorales nos pueden orientar acerca de los recursos de los
que disponían los distintos partidos y las diferencias existentes. Teniendo en
cuenta que se trata de gastos declarados en las instancias oficiales
competentes, puede resultar evidente que superaron las cantidades hechas
públicas.
Cuadro 10
Gastos electorales de los partidos
(en millones de pesetas)
UCD
|
PSOE
|
PCE-PSUC
|
AP/CD
|
Otros
|
Total
|
|
1977
|
683
|
339
|
140
|
538
|
390
|
2.090
|
1979
|
850
|
600
|
110
|
600
|
-
|
2.160
|
Fuente:
García Viñuela y Artés Caselles [59]
(2004).
Entre los partidos de la
izquierda radical el PTE y la ORT
fueron los que más gastos electorales hicieron, lo que conllevó un fuerte
endeudamiento, y una de las causas de sus crisis y de su disolución. Del
primero de ellos sabemos que la cuantía aproximada fue de 50 ó 60 millones de pesetas en 1977 e
inferior en las de 1979 [60].
Posiblemente esas cantidades fueran similares en los dos grupos, pero superiores en todo caso a las gastadas por
los otros partidos de la izquierda radical de ámbito estatal [61]. Lo
que estaba claro, no obstante, es la gran diferencia existente de tres de los
grupos mayoritarios (UCD, AP y PSOE) sobre el resto, una diferencia que aumentó
incluso en 1979, cuando subieron en términos absolutos los gastos, mientras que
los grupos comunistas los redujeron.
Fragmentación y sectarismo de la izquierda
radical
¿Todos estos factores explican los resultados tan
raquíticos de los grupos de extrema izquierda y la derrota sufrida? Ramón
Cotarelo ha planteado que existe una incompatibilidad de este tipo de grupos
con la participación institucional en la medida que ésta requiere de la
capacidad de diálogo y de acuerdos que aquéllos niegan [62]. La
actitud de estos grupos hacia las elecciones en su mayoría fue la de la
aceptación, aunque conscientes de las dificultades, especialmente en las de
1977, al presentarse en forma de agrupaciones electorales por estar
ilegalizados. Otra cosa fue el grado de esperanza que depositaron y las
energías que emplearon. La ORT
y el PTE fueron los dos grupos que más apostaron por la representación electoral,
que resultó fallida en el Congreso, pero que tuvo ciertos réditos en los ayuntamientos,
donde llegaron a cosechar 889 cargos municipales y 71 alcaldes [63]. También
fueron los dos partidos que participaron del consenso constitucional y, como ya
se ha dicho, que intentaron una unificación orgánica.
Y entramos así en otro tipo de factores: la gran
atomización de estos grupos, tanto en tendencias diversas como dentro de cada
una, y el elevado grado de sectarismo existente entre ellos. Uno de los
efectos fue el impedir que llegaran a
acuerdos electorales, aunque se dieran otro tipo de acuerdos políticos en
actuaciones concretas. Esa atomización y ese sectarismo tuvieron también su
vertiente en el plano de las llamadas organizaciones de masas y especialmente
las sindicales. Si en estas últimas hubo inicialmente una coincidencia casi
general en la participación dentro de CCOO, desde finales de 1976 se rompió
cuando desde el PTE y la ORT
se sentaron las bases de lo que ya en 1977 acabó dando lugar al nacimiento de la CSUT y el SU.
Es cierto que esta división no fue exclusiva de España.
Puede que la mayor atomización en nuestro país fuera consecuencia de la
clandestinidad que tuvieron que vivir durante el franquismo y el comienzo de la Transición. También
pudo influir la realidad de los nacionalismos territoriales, una clara
expresión de la complejidad del proceso histórico peninsular y de las
dificultades en la soldadura del estado español contemporáneo. Pero el hecho de
que cada cual se presentara por su cuenta en las dos elecciones generales dice
mucho del grado de sectarismo que pusieron
en práctica. El acuerdo entre el PTE y la ORT de cara a las elecciones municipales de abril
de 1979, inmediato al anuncio de unificación tras las generales de marzo, fue
el único que se dio en esa dirección. Pero llegó tarde, con direcciones y militancias
cansadas, en algunos casos en proceso de replanteamiento político y en muchos
desorientados. En las conversaciones que llevaron a cabo las direcciones de
ambos partidos de cara a la unificación se reflejó esa situación, produciéndose
numerosos desencuentros, enfrentamientos y hasta desconfianza mutua [64].
Pesaron en ellos elementos de sus orígenes diferentes, pero también distintos
niveles de análisis de la realidad y
planteamientos políticos y organizativos divergentes.
El esfuerzo de final
El triunfo del referéndum de diciembre de 1976, que abrió
la carrera preelectoral de casi todos los grupos, incluidos los de la izquierda
radical, y la celebración de las elecciones de junio de 1977 no impidieron que
las movilizaciones continuaran. El País Vasco conoció las de la amnistía,
mientras que la conflictividad laboral persistió en la mayor parte de las zonas
industriales y en las comarcas latifundistas andaluzas. Los datos que se
conocen son muy reveladores de las altas cotas de movilización social y política
tras las elecciones de 1977.
Cuadro 11
Conflictividad laboral durante la Transición
Huelgas
|
Huelguistas
|
Jornadas perdidas
|
||||
Ministerio Trabajo
|
CEOE
|
Ministerio Trabajo
|
CEOE
|
Ministerio Trabajo
|
CEOE
|
|
1975
|
-
|
-
|
600
|
-
|
-
|
-
|
1976
|
-
|
1.568
|
3.868/
5.480*
|
3.690
|
12.592**
|
13.753
|
1977
|
1.194
|
974
|
2.956
|
2.317
|
16.642
|
11.565
|
1978
|
1.128
|
1.356
|
3.864
|
3.633
|
11.551
|
16.098
|
1979
|
2.680
|
1.789
|
5.713
|
5.752
|
18.917
|
21.383
|
1980
|
2.103
|
1.669
|
2.287
|
2.461
|
678
|
13.578
|
1981
|
1.993
|
2.556
|
1.945
|
3.358
|
554
|
9.320
|
1982
|
1.810
|
2,582
|
1.059
|
1.634
|
2.788
|
7.229
|
*Según Jesús Mestre (1997) y
el Centro de Asesoría y Estudios
Sociales, respectivamente.
**Según el Centro de Asesoría y Estudios Sociales no se
incluyen los datos del País Vasco.
En el caso de las de carácter social el incremento que se
da en 1976 sobre 1975 resulta espectacular, si bien los datos de este último
año son muy fragmentarios. Aunque hay un descenso en 1977 (el año de los
pactos) en cuanto al número de huelguistas (no así en cuanto al número de
jornadas perdidas, según el Ministerio de Trabajo), los dos años siguientes
tienden a seguir aumentando en general. En comparación a otros países son
superiores [65].
¿Existe una explicación? No hay apenas divergencias a la
hora de relacionar la conflictividad política y social durante el franquismo y
los primeros años de la transición, en la medida que desde los grupos políticos
obreros, especialmente los comunistas, se aprovecharon las reivindicaciones
laborales en un contexto de falta de libertades y salarios inferiores para
horadar al régimen. Lo ocurrido en 1976, sobre todo en el primer semestre,
refleja la importante apuesta que se hizo desde los grupos de oposición para
generalizar las movilizaciones desde los distintos frentes y ámbitos.
Sin embargo, llegado 1977, con el acuerdo político tácito
entre el gobierno y la mayor parte de los grupos de oposición, que supuso su
legalización, y la firma de los Pactos de la Moncloa en octubre, no se produjo la caída de las
movilizaciones laborales, sino todo lo contrario. Y aquí entró en juego la
acción de los grupos políticos de la izquierda radical, operantes como tales y,
junto con una CNT que intentaba renacer y empezaba a conseguir cierta
influencia [66]
(después de una larga actividad discontinua), desde las palancas de influencia
social que tenían en sindicatos como la CSUT (PTE), el SU (ORT), el
sector crítico de CCOO (LCR, MC...) y los incipientes sindicatos nacionalistas.
Amplios sectores de la clase obrera siguieron esos planteamientos,
desobedeciendo las consignas de moderación que las direcciones de CCOO y UGT
habían lanzado desde la hegemonía que, respectivamente, el PCE y el PSOE tenían
en esos sindicatos.
Desde determinados estudios sociales [67] se
ha querido demostrar el carácter moderado de la clase obrera española, lo que,
a la postre, entronca con el comportamiento general de la sociedad española
durante los años de la transición y explica el cambio operado en el seno de esa
clase social hacia planteamientos sociopolíticos similares a los de otros
países europeo-occidentales, lejos de lo ocurrido en las décadas anteriores a
la guerra civil.
Conviene, no obstante, hacer algunas matizaciones. Y los
datos que nos ofrece la encuesta del CIS en 1981 en torno al movimiento obrero
de Madrid y Barcelona, las dos provincias más pobladas y cuantitativamente con
mayor nivel de industrialización [68], son
una buena muestra de lo que pretendemos argumentar. Si nos fijamos en la
pregunta directamente relacionada con el posicionamiento ante la transición
política, aunque la mayoría valoró que la correlación de fuerzas impidió que se
produjera la ruptura democrática, un 39% optó por manifestar que se perdió una
oportunidad de crear una democracia más avanzada. En Barcelona, como provincia,
y en la afiliación de CCOO de las dos provincias, sin embargo, predominó más
esta última opción, lo que refleja un mayor grado de radicalidad política con
relación a Madrid y la afiliación de UGT. Resultaba claro que en esos momentos
CCOO representaba una tradición de lucha contra el franquismo, en la que había
jugado un papel muy activo, frente a la pasividad de la UGT , que sólo en los últimos
momentos y sobre todo en la transición propiamente dicha inició su reorganización,
al margen, eso sí, de las movilizaciones.
Cuadro 12
Posición ante la transición política:
“se perdió una oportunidad de una democracia más
avanzada” (1981)
CCOO
|
UGT
|
Otros sindicatos
|
No afiliados
|
Total
|
|
Barcelona
|
68
|
31
|
43
|
28
|
47
|
Madrid
|
40
|
23
|
35
|
23
|
38
|
Total
|
53
|
27
|
39
|
26
|
39
|
Fuente: Fishman (1984).
En la valoración del sistema económico las respuestas no dejan
lugar a dudas por la rotundidad de la valoración negativa, que de nuevo en
Barcelona y entre la afiliación de CCOO de Madrid y Barcelona alcanzó niveles
de casi unanimidad.
Cuadro 13
Valoración negativa del sistema económico como bastante
y muy injusto (1981)
CCOO
|
UGT
|
Otros sindicatos
|
No
afiliados
|
Total
|
|
Barcelona
|
92
|
91
|
78
|
62
|
83
|
Madrid
|
92
|
81
|
70
|
65
|
82
|
Total
|
92
|
85
|
74
|
63
|
82
|
Fuente: Fishman (1984).
Y en un plano más concreto, como fueron los Pactos de la Moncloa , a la hora de
valorar el papel que jugaron los sindicatos el posicionamiento resultó en
general crítico hacia los mismos, aunque en este caso con algunas variaciones
sobre las dos preguntas anteriores. Si Barcelona siguió reflejando un mayor
grado de oposición, la postura de la afiliación de CCOO de Madrid en este caso
resultó más complaciente con las directrices de sus dirigentes. A su vez, la
afiliación de la UGT
fue ligeramente más crítica que la de CCOO. La explicación se puede buscar en
la estrategia política que durante esos años habían planteado los partidos
“matrices” respectivos. El PCE, con Santiago Carrillo a la cabeza, fue el gran
defensor de la política de consenso con el gobierno de Adolfo Suárez y de los
propios Pactos de la
Moncloa. El PSOE, más en su papel de posible alternancia en el
gobierno, llevó a cabo una política de mayor oposición al gobierno, viéndose
abocado en el último momento a la firma de dichos pactos para evitar su
aislamiento político [69].
Cuadro 14
Posición crítica ante los Pactos de la Moncloa [70]
(1981)
CCOO
|
UGT
|
Otros sindicatos
|
No
afiliados
|
Total
|
|
Barcelona
|
53+8
|
49+9
|
71
|
44+5
|
51+6
|
Madrid
|
36+8
|
45+11
|
53+12
|
32+6
|
39+9
|
Total
|
44+8
|
46+10
|
61+6
|
39+6
|
45+8
|
Fuente: Fishman (1984).
Si la conflictividad social atrajo a la totalidad de los
grupos de la izquierda radical en cualquiera de sus ámbitos de actuación, la de
carácter político no tuvo la misma dimensión. Y a ello contribuyeron dos
aspectos que marcaron ciertas diferencias. Uno, el hecho nacional, que
diferenciaba a los grupos de ámbito estatal, partidarios de aunar el reconocimiento
de los derechos nacionales con la opción por un estado entre unitario y
federal, y los nacionalistas de cada territorio. Y el otro, el hecho de la Constitución , que
acabó incorporando a dos de esos grupos, el PTE y la ORT , a lo que se ha venido a
denominar como consenso constitucional. Pese a ello, todos estos grupos tenían
muchos puntos coincidentes entre sí, lo que les llevó a desarrollar acciones
conjuntas, como las relacionadas con la represión policial, especialmente las
que tuvieron lugar en el País Vasco y Navarra.
Las diferencias que surgieron en cuanto al hecho nacional
no sólo afectaron en cuanto a los
ámbitos de actuación, sino también entre los propios grupos nacionalistas. En
este sentido, en el País Vasco y Navarra la principal discrepancia se dio en
torno a las estrategias políticas que defendían ETAp-m y EE-EIA, por un lado, y
ETAm y la recién nacida Herri Batasuna, por otro. La primera, más posibilista,
partidaria de un estatuto de autonomía avanzado, y la segunda, más radical en
los planteamientos políticos, que acabaron expresándose desde 1978 en la
estrategia de KAS. Cataluña también conoció disensiones de este tipo, pero con
una influencia política y social menor. Además de lo que acabó siendo CiU, como
expresión del nacionalismo conservador y moderado, el único grupo que alcanzó
representación institucional fue ERC, que no dejaba de ser un grupo de
centro-izquierda, pese a su radicalidad política independentista. En Galicia el
espacio de izquierda radical del nacionalismo lo representó el BNPG, nucleada
en torno a la UPG ,
con una representación institucional entonces limitada. En Canarias hubo varios
grupos nacionalistas de izquierda radical, pero no todos independentistas, que
se agruparon en las elecciones de 1979 en UPC.
Los grupos estatalistas de izquierda radical asumieron en
su mayoría los planteamientos leninistas del derecho de autodeterminación de
los pueblos y nacionalidades oprimidas, lo que les hizo coincidir en eso con
los grupos nacionalistas. Otra cosa era el modelo futuro de organización
territorial del estado, lo que les llevó a una clara separación, dadas las
diferencias en los objetivos. Esto no fue óbice para que estos grupos
participaran de las reivindicaciones regionalistas y nacionalistas en el resto
de territorios. Las demandas de estatutos de autonomía para Andalucía, el País
Valenciano, Castilla y León, etc. fueron apoyadas e impulsadas por estos
grupos. Quizás fueran el PTE y el MC quienes más empeño pusieron, hasta el
punto que acabaron por adaptar su organización interna a la realidad política
federal que defendían, con el cambio en la denominación del partido en cada
territorio.
Este posicionamiento político tuvo un carácter sui
generis, ya que acabó siendo asumido por todos los grupos políticos con
representación institucional, desde el PSOE, un partido de tradición
centralista, y el PCE, que se mostró ambiguo (sólo se mostró más decidido en
Cataluña, donde operaba el PSUC) hasta los más conservadores. El resultado fue
lo que hoy es la realidad del llamado estado de las autonomías.
Desde el PTE se llegaron a hacer propuestas atrevidas,
originales e incluso, en el caso de su posicionamiento ante la Constitución , con
cierto grado de ambigüedad. Isidoro Moreno, dirigente andaluz, acuñó el
concepto novedoso de nacionalismo emergente y que aplicó en el caso andaluz.
Buscaba desarrollar la teoría de los nacionalismos desde el nacimiento
histórico de una nueva realidad nacional, a la que confería un carácter de
clase distinto: se trataría de un nacionalismo popular, no burgués, como el que
había surgido en otros territorios. El PTA y el SOC lo asumieron. También en
Madrid el PTE propuso un estatuto de autonomía para la capital y su provincia [71].
Algo que fue considerado una locura por muchas mentes pensantes de entonces,
pero que hoy poca gente discute [72]. En
el caso del posicionamiento ante la Constitución , el PTE, que sumó al pacto
constitucional, defendió para el País
Vasco la abstención, en la línea del
PNV. Al margen de los calificativos que se ha dado a esa postura, lo cierto es
que buscaba marcar el hecho diferencial de ese territorio sobre el resto.
La conflictividad política tuvo un mayor grado de consenso
en los grupos de la izquierda radical cuando se manifestó la represión
policial. Sin entrar en la relacionada con las diversas ramas de ETA, que por
su especificidad de grupo armado se salía de la práctica de la mayoría del
resto de grupos, en este caso se lanzaron críticas muy duras contra uno de los
aparatos del estado que se consideraba que eran herencia del franquismo. Una
represión que se dio en mayor medida en manifestaciones, pero también en actos
festivos, ocupaciones de latifundios, conflictos laborales, etc. No faltaron
las provocaciones policiales e incluso las infiltraciones en organizaciones con
el fin de desactivarlas. Fueron de nuevo
el País Vasco y Navarra los escenarios de mayor conflictividad, sin olvidar
Andalucía, aunque en esta última con un carácter más pacífico, y Cataluña.
1978 se abrió con el incendio de la discoteca Scala en
Barcelona, donde acabaron muriendo cuatro trabajadores [73].
Como había ocurrido dentro de una manifestación organizada por la CNT contra los pactos de la Moncloa , la inculpación y
represión contra ese sindicato fue inmediata. Pronto se supo que el autor y
provocador fue un infiltrado de la policía, que finalmente fue condenado en
1981. Pero para ese año la CNT
renaciente había sido estigmatizada en su andadura, de la que no pudo
recomponerse. En el verano de ese mismo año se dio uno de los momentos más álgidos
de la conflictividad política. Lo ocurrido durante los sanfermines y los días
posteriores alcanzó unos niveles elevados de violencia policial [74]. La
entrada de la policía nacional en la plaza de toros de Pamplona desencadenó una
oleada de represión y muertes. Dos de éstas hubo en las calles de esa ciudad (8
de julio) y en las de San Sebastián (11 de julio) por disparos de la policía.
Inaudito fue el saqueo de la misma policía en Rentería. La brutalidad de las
acciones represivas afectó a numerosas personas, heridas por balas o por otro
tipo de instrumentos. Si Navarra y el País Vasco fueron el epicentro, las
movilizaciones se desarrollaron por otros lugares, sin que faltara la violencia
represiva. Pese a los intentos por aclarar los sucesos en el Congreso, nada se
consiguió, excepto un enrocamiento del ministro del Interior, Martín Villa.
Andalucía, por su parte, conoció en las provincias occidentales de Sevilla y
Cádiz una conflictividad laboral en el medio rural que tuvo en las ocupaciones
de latifundios, organizadas por el SOC y apoyadas por el PTE, la expresión más
peculiar. Fue el inicio de una práctica que continuó en los años siguientes y
que hoy todavía se mantiene. En una de esas ocupaciones fue detenido el
secretario general del PTE, Eladio García Castro, que quiso mostrar el apoyo de
su partido a las reivindicaciones del campesinado sin tierra.
Fue el momento, sin embargo, en que los grupos radicales
estatalistas empezaron a perder la influencia que los de corte nacionalista
fueron aumentando. Entre parte de los primeros y buena parte de su entorno se
fue perdiendo el empuje de años anteriores. El llamado desencanto, palabra
excesivamente ambigua, conllevaba cansancio, frustración sobre las expectativas
creadas, conciencia de la derrota, mayor atención a la privacidad en la vida... Lo que le siguió fue la pérdida de
militancia, la desaparición de los dos partidos con más militancia y más
influyentes (PTE y ORT), la cooptación por el PSOE de numerosos cuadros de los
partidos de la izquierda radical, la integración en el mundo profesional de
buena parte de la dirigencia, la atomización de la militancia entre otros
grupos políticos (nacionalistas, PCE, etc.) y, en mayor medida, sociales
(ecologismo, pacifismo...), e incluso el simple abandono de la lucha. Quizás
entre más dentro de lo anecdótico los cambios políticos hacia la derecha, que
se dieron, pero que son más sonados por su repercusión mediática que por la
cantidad [75].
Las nuevas condiciones en que se ha ido desarrollando el
capitalismo desde la década de los 80
influyeron de una manera importante, si no también decisiva, en la
reconfiguración de las relaciones sociales, y con ellas en la organización y la
representación políticas de los sectores de la sociedad que buscaban un cambio
en el sistema, independientemente del grado de radicalidad o moderación que
tuvieran. Siguiendo lo que Boltanski y Chiapello han denominado en su obra El nuevo espíritu del capitalismo [76] como
“crítica artista” y “crítica social”, como los componentes básicos de los
sectores sociopolíticos que buscan una alternativa al sistema capitalista, en
esos años se produjo una clara disociación en ambas críticas. La “crítica
artista”, más centrada en la libertad, cobró más fuerza que la “crítica
social”, más centrada en la igualdad.
En España, en plena Transición, tras duros años de lucha
contra la dictadura y los intentos por acomodarla a un sistema político más edulcorado,
esa disociación se expresó con claridad en amplios sectores de la izquierda con
la adopción de opciones políticas más moderadas y posibilistas. La defensa de
la democracia, como se decía y se sigue diciendo por mucha gente de izquierda,
ha sido y sigue siendo lo más
importante. Resulta más fácil de defender y se justifica con argumentos que en
gran pedida se pueden considerar peregrinos, como lo del “voto útil”, el “votar lo menos malo”, el “votar con las
narices tapadas”, el “parar a la derecha”... La defensa de la igualdad social ha ido perdiendo terreno,
siendo hoy una opción claramente minoritaria. Es una opción, además, que exige
más sacrificio, una militancia más exigente, un claro compromiso y una mayor
conciencia de que la revolución es un proceso permanente. El triunfo del PSOE
en 1982, su política neoliberal y atlantista, y su hegemonía electoral durante
los años 14 años siguientes pudo ser la concreción de la nueva realidad en la
sociedad española. Fue, en definitiva, el triunfo definitivo de la moderación
que ya se reflejó en las elecciones de 1977 y, con ella, del sistema
capitalista dominante. Fue el triunfo de una transición política que tuvo como
final la “democracia controlada” [77].
[2] Gonzalo
Fernández de la Mora
(1995).
[3] Grimaldos (2006), según
testimonio del general Vernon Walters, alto funcionario de la CIA enviado por el presidente
de EEUU Richard Nixon a España en 1970.
[4] Linz
(1997) y Lamo de Espinosa (sf).
[5] Pueden
destacarse dos trabajos que iban en esa dirección: el de Pérez-Díaz (1979)
sobre las elecciones sindicales de 1978 y las actitudes de la clase obrera; y
el de Maravall (1980) sobre los alineamientos políticos durante la Transición , base de lo
que después sería su libro La política de la
transición (1980).
[6] Este tipo de planteamientos parte de algunos
autores clásicos de la ciencia política, como Seymour
Martin Lipset, que ya en 1963 expuso
en su libro El hombre político. Las Bases
Sociales de la Política la siguiente aseveración: “Cuanto
más próspera sea una nación, tanto mayores son las posibilidades de que se
mantendrá una democracia” (citado en Filgueira).
[7] El
informe o parte del mismo se reproduce en un artículo de José M. Marín Arce en
la obra colectiva editada por Carme Molinero (2006, pp. 92-93).
[8]
André-Bazzana (2006, p. 55).
[9] José
Mario Armero, asesor de Suárez e intermediario de los contactos, ha declarado
que no se llegó a ningún acuerdo en esa entrevista (Prego, 1996, p. 643 y ss.).
[10] Casal
(1978, p. 682 y ss.). Los datos publicados son de 1976 para España y de 1973
para el resto de países europeos.
[11] Los datos se pueden consultar en la base de datos del Ministerio del Interior, de donde se han hecho las sumas, mostradas en casi todos los casos en aproximaciones.
[12] Carlos Alonso Zaldívar, uno de los dirigentes del PCE en aquellos años, antes de su pase al PSOE, valoró que los resultados supusieron “una decepción generalizada en el Partido” (Alonso Zaldívar, 1980). Las previsiones del PCE/PSUC, al margen de errores de estrategia electoral, no fueron sólo del ámbito de dichas organizaciones. El propio Juan José Linz hizo en 1967 una extrapolación de los resultados de Italia al caso es español, atendiendo a las similitudes en la estructura social y de su cultura religiosa y política (Linz, 1989).
[13] Al
concluir las elecciones generales de marzo los dos grupos iniciaron un proceso
de unificación, que tuvo como primera consecuencia el apoyo mutuo en las
elecciones municipales de abril. Dado que no podían presentar candidaturas
conjuntas, porque ya se había cerrado el plazo cuando se tomó la decisión de
unirse, se mantenía sólo la candidatura del partido que había obtenido más apoyos
en cada municipio en las elecciones de
marzo.
[14] Se trata
de la Memoria
sobre el año 1975, elaborado por el Gobierno Civil de Valladolid y recogido
en Díez Abad (2005).
[15] Díez Abad ha resaltado en su trabajo que Valladolid
conoció desde los años sesenta unos
cambios económicos que afectaron
profundamente a la estructura social, con el nacimiento de una nueva clase
trabajadora y una nueva clase media que protagonizaron la movilización social
frente a la dictadura.
[16]
Valladolid alcanzó un protagonismo mediático, entre otros, por los conflictos
permanentes en la empresa FASA-Renault, el cierre por la autoridades de la Universidad durante
los primero meses de 1975, que originó una espiral de conflictos y cierres en
otras universidades del país, o el suceso ocurrido contra un estudiante,
militante de la JGR ,
que fue lanzado desde la ventana de la comisaría y sufrió heridas muy graves.
[17] Los partidos de derecha
perdieron en su conjunto unos 25.000 votos en las municipales con relación a
las generales del mes anterior. Los grupos de izquierda se mantuvieron en su
conjunto en el mismo número de votos, aunque el
PCE subió unos 2.000 votos.
[18] De las
capitales castellanas sólo Burgos podía tener cierta similitud con Valladolid,
aunque la ausencia de una Universidad privó a la primera de un factor de
potencial conflictividad. En el caso de Salamanca, aunque este último
ingrediente sí existió, no tuvo el de la ubicación de industrias.
[19] Domènech
(2003).
[20] Sólo en
1976 hubo al menos 18 muertes violentas por acciones represivas de la policía,
las dos terceras partes de las cuales fueron en los seis primeros meses. Además
de las 5 de Vitoria (marzo), las hubo en Elda (febrero), 1; Tarragona (marzo),
1; Basauri (marzo), 1; Baracaldo (abril), 1; Montejurra (mayo), 2; Madrid
(mayo), 1; Santurce (julio), 1; Almería (agosto), 1; Madrid (septiembre), 1; La Laguna (septiembre), 1;
Santesteban (noviembre), 1; Madrid (diciembre), 1. La Asociación Republicana
Irunesa ha hecho una recopilación de las muertes violentas provocadas por el
régimen durante el franquismo y la Transición basada en el libro de Grimaldos
(2004), aunque son datos contrastables con los aparecidos en numerosas
publicaciones. A esos datos habría que unir los militantes de ETA muertos en
acciones armadas o represivas, cuyo número se elevó en ese año a 5 (Jotaque,
2003).
[21] En los
sucesos de Vitoria hubo más de 100 personas heridas de bala. En 1976 destacaron
dos casos de torturas que alcanzaron una gran eco en algunos medios de
comunicación, al aparecer en fotografías sus cuerpos brutalmente castigados: el
de Amparo Arangoa (ORT) y el de Francisco Téllez (CCOO y PSUC).
[22] Durante
los meses de enero y febrero se militarizaron los servicios de RENFE, y Metro y
Correos de Madrid, funcionarios municipales de Barcelona; en octubre y
noviembre los autobuses madrileños (Soto, 1998; y Carbó, s.f.).
[23] Véase
Sánchez Cervelló (1995 y 2004) y Palacios Cerezales (2003).
[24] Todos estos datos electorales se han obtenido
en Álvarez Rivera.
[25] Sánchez
Cervelló (1995 y 2004) y Palacios Cerezales (2003)
[26] En
septiembre de 1975 fue designado jefe de gobierno José Pinheiro de Azevedo, con
el apoyo del PSP y el sector moderado del MFA. En julio de 1976 fue elegido
presidente de la
República Antonio Ramalho Eanes y en septiembre
Mario Soares se convirtió en jefe de gobierno. En diciembre de 1979 se
iniciaron los gobiernos de la derecha.
[27] La utilización por el estado u otras
instancias de los grupos radicales de izquierda, sobre todo armados, no se ha
probado todavía. En 1977, tras la semana negra de enero se habló mucho de la
utilización del GRAPO por la policía española. En los años siguientes se ha
seguido hablando de lo mismo desde distintos medios, tanto de comunicación,
políticos y hasta por historiadores (Vilar, 1986). Joaquín Cubero (1995) hace
alusión a ello, incluyendo al FRAP y él GRAPO, y basándose en varios artículos
aparecidos en la revista Triunfo tras la matanza de Atocha (Fernando González: “Los
extremismos útiles”, n. 773, 12-02-77). Federico Utrera (2003) hace referencias
a estas infiltraciones. Desde el PCEr/GRAPO o el propio ex dirigente Pío Moa
(2002) han negado estas acusaciones.
[28] Hay dos
libros muy interesantes que han estudiado este aspecto: el de Joan Garcés, Soberanos
e intervenidos. Estrategias globales, americanos y españoles (1996); y el más reciente de
Alfredo Grimaldos, La CIA
en España. Espionaje, intrigas y política
al servicio de Washington (2006).
Charles Powell, por su parte, ha publicado un interesante artículo titulado “La dimensión exterior de la transición española” (1993). Merece la pena
también tener en cuenta el artículo de Joaquín Cubero Sánchez “Montejurra 1976. Un intento de
interpretación” (1995). También resulta interesante el obituario sobre el
embajador francés en esos años (Octavi
Martí, 2007).
[29] Mientras el PSP fue fundado en 1973 en la República Federal
de Alemania, la refundación del PSOE, bautizado oficiosamente como “renovado”
(para diferenciarlo del “histórico” que lideraba Rodolfo Llopis), lo fue al año
siguiente en Francia. En los dos casos fueron apadrinados por el SPD y la Internacional Socialista.
También en los dos casos se convirtieron en los partidos más votados de la
izquierda, aunque con diferentes tiempos en el acceso al gobierno. Pero, ante
todo, tanto el PSP como el PSOE se convirtieron en los principales vehículos de
referencia política en los sectores de la izquierda, desplazando a los partidos comunistas
respectivos, que habían hegemonizado la lucha política contra las dictaduras, y
participando en lo que acabó siendo la desactivación de los grupos más
radicales, muy activos en la lucha contra la dictadura, pero de escasa o nula
representación electoral.
[30] La ayuda
financiera al PSOE provino del entorno
de la
Internacional Socialista , como partidos, sindicatos y
fundaciones. La
Fundación Ebert , ligada al SPD, fue, al parecer, la más
importante (Powell, 1993).
[31] El
proceso de unificación y absorción de los distintos grupos socialistas
dispersos se hizo progresivamente, aunque en 1977 la mayoría logró presentarse
junta en las elecciones con las siglas del PSOE. Una buena parte de estos
partidos estaban agrupados en la llamada Federación de Partidos Socialistas
(Cataluña, Madrid, Aragón, Valencia, etc.), aunque el Partido Socialista de
Andalucía no se integró nunca. Este partido y el PSP llegaron a presentarse
juntos en Andalucía en 1977, y del último la mayoría de sus militantes, con
Tierno Galván a la cabeza, acabaría integrándose al año siguiente en el PSOE.
Ver Lago Peñas (2000).
[32] Con
motivo del Centenario de la fundación del PSOE de 1979, que tenía el lema de
“100 años de historia”, Ramón Tamames, entonces dirigente del PCE, le añadió la
coletilla de “y 40 de vacaciones”.
[33] Manuel
Vázquez Montalbán, en su novela El pianista, describe una conversación
entre dos de los personajes, uno socialista y otro antiguo maoísta, acerca de
la ayuda en el reparto de propaganda del primero, porque no tenían militantes
para hacerlo.
[34] En las
instrucciones de clandestinidad del PTE
y la JGR estaba
el hacerse con ejemplares de El Socialista, como muestra de interés por
informarse políticamente y poder burlar así la posible implicación de
propaganda ilegal.
[35] Son
numerosas las alusiones que se han hecho sobre este aspecto. Powell (1993) ha
destacado las presiones que recibieron los gobiernos españoles desde principios
de la década de los setenta desde la embajada alemana sobre detenciones de
dirigentes socialistas o la concesión de
un pasaporte a Felipe González.
[36] Sverlo
(2000). En su libro Un rey golpe a golpe cita a Julio Feo como de esos
personajes formados en EEUU. Se trataba del coordinador de las campañas
electorales del PSOE entre 1977 y 1986, y que llegó a ser también el secretario
de la Presidencia
con Felipe González entre 1982 y 1986. Este mismo personaje ha escrito unas
memorias con el título Aquellos años (1993). García-Trevijano (1994) ha llegado a escribir de
“pactos inconfesables, impulsados desde Washington y Bonn”.
[37] Se
trataba de Carlos Ferret Salat (primer presidente de la CEOE ), José Antonio Segurado
(presidente de la patronal de Madrid), Luis Mª Anson (director de ABC
vinculado a Juan Carlos desde su cercanía a su padre), José Vilá Marsans
(empresario), Claudio Boada (banquero), Carlos March (banquero), Jaime Carvajal
y Urquijo (hombre de confianza de Juan Carlos) , Ramón Trías Fargas (empresario
y dirigente del partido nacionalista catalán EDC), Pedro Schwartz (economista
neoliberal), Alfonso Osorio (político relevante de la transición que nadó entre
AP y UCD), Antonio Garrigues Walker (empresario, hijo del ministro de
Exteriores del primer gobierno de Juan Carlos y hermano de Luis, de la
oposición moderada y ministro de UCD), Antonio Pedrol (presidente del Colegio
de Abogados) y José Antonio Cerón (empresario). Ver Grimaldos (2006).
[38] Fernández
Buey ha hecho referencia a un “célebre informe” de la Trilateral que apuntaba
a la “ingobernabilidad de las democracias” y los riesgos del acceso al gobierno
de los partidos comunistas en los países occidentales (2006).
[39] Ruiz
García (1978).
[40] La
presión de EEUU sobre Portugal estuvo detrás, entre otros episodios, con el
intento de golpe de estado del general de Spinola en marzo de 1975 o las
maniobras de la OTAN
frente a las costas portuguesas en el primer semestre de ese mismo año. La
opción por Mario Soares frente a los gobiernos de Vasco Gonçalves, apoyados por
el PCP, fue defendida por los aliados europeos de EEUU, pero no fue contemplada por éstos hasta pasados
unos años (Lowe, 1986).
[41] La
intervención de la CIA
en la dimisión de Suárez y en el golpe del 23 F ha parecido a algunos autores clara, con
la intención, en el primer caso, de quitarse un gobernante incómodo que era
acusado de veleidades tercermundistas, por sus relaciones con la OLP o Castro, o de falta de
decisión en la entrada de España en la
OTAN (Grimaldos, Sverlo...).
[42] López
Arnal (2007). Las declaraciones las realizó el ex dirigente de UCD en una
tertulia de vespertina en la cadena SER del día 14 de junio de 2007. Estaba
acompañado de Santiago Carrillo, compañero habitual de dicha tertulia, quien le
preguntó: “Miguel, ¿y tú te sientes bien por esta planificación
electoral, por este diseño que no aspiraba a un mapa representativo, sino sobre
todo a marginar u orillar al Partido Comunista de España?”. Miguel Herrero,
vacilante, respondió afirmativamente, justificándolo por el resultado final que
tuvo el proceso de transición.
[43] Calvo-Sotelo (2007), en una entrevista
publicada en el diario El Mundo con motivo del 30 aniversario de las
elecciones de 1977. El ex presidente de gobierno, en las elecciones de 1977
coordinador de la coalición UCD, contestó en un momento: “Nos dijimos: ‘Vamos a
dar dinero a éstos, que están muy débiles, para que no se los coma el PCE’”. En
otro momento, ante la pregunta del periodista sobre cómo fue la ayuda, remachó:
“Había muchas fórmulas legales: subvenciones, ayudas, ministerios que tenían
dinero para estas cosas, como Presidencia, los sindicatos [verticales]… Había
cantidades utilizables de una manera seria y no prevaricadora. Muchos decían:
‘Ojo con el Partido Comunista’. Por lo tanto, ‘atendamos a la izquierda
razonable, que es la izquierda socialista’”.
[44] El
sistema electoral español para el Congreso, ratificado con la Ley de 1985, se define como un
modelo proporcional de baja magnitud, que confiere un índice de
proporcionalidad menor al de otros países. En 1977 fue del 81%, cuando en
países como Alemania, Austria o Dinamarca casi llegaba al 98%. Ver Monzón
(2005).
[45] Los
países occidentales que tenían mayor número de escaños eran Reino Unido (651),
Italia (630), Francia (577) y EEUU (435); con un número similar estaba Suecia
(349). Ver Abreu (2003).
[46] Entre
las personas que trabajaron en el diseño del sistema electoral estaban Miguel
Herrero y Rodríguez de Miñón, Óscar Alzaga, Landelino Lavilla, entre otras. Al
parecer fue el propio Herrero de Miñón el que así lo ha reconocido (López
Arnal, 2007). Calvo Sotelo (2007), por su parte, le concede la responsabilidad
a Lavilla.
[47] Lago y Montero (2005). Para estos autores
esta manipulación, a la que ha denominado herestética, constó de dos fases:
una, más sutil, tuvo lugar mientras se tramitaba la Ley para la Reforma Política
y tenía como objetivo neutralizar a los procuradores de las Cortes franquistas;
la otra, posterior al referéndum de dicha Ley, resultó fácil, en la medida que
la preocupación de los grupos de la oposición era que se implantara el sistema
mayoritario.
[48] Óscar
Alzaga ha calificado el sistema un tanto maquiavélico: “formalmente pactado
entre el Gobierno predemocrático con las fuerzas de oposición, en realidad fue
elaborado por estudiosos, entre los que tuve la fortuna de encontrarme”
(Montero y otros, 1992; y Lago y Montero,
2005).
[49] Los dos
extremos eran Soria y Madrid, donde a cada escaño le correspondían 33.500 y
141.200 habitantes, respectivamente.
[50]
Calvo-Sotelo (2007) ha reconocido que él mismo propuso un nicho del 3% ó el 5%,
lo que “fue razonablemente rechazado porque decían que se habrían levantado los
periféricos, pero si hubiera una cosa parecida bien elaborada, qué duda cabe
que sería mejor que lo que hay”.
[51] Entre
estos senadores estaban Julián Marías, Camilo José Cela o Justino de
Azcárate.
[52] Desde 1982, la UCD daría paso al PP. La ley electoral de 1985,
diseñada por el gobierno del PSOE, no
alteraría los principios del decreto de 1977.
[53]
André-Bazzana (2006).
[54] Cotarelo
(compilador, 1992).
[55] Se han
entresacado las circunscripciones que tenían 3 ó 4 escaños, que se
correspondían con las siguientes provincias: Álava, Albacete, Ávila, Burgos,
Cuenca, Guadalajara, Huesca, La
Rioja , Lérida, Palencia, Salamanca, Segovia, Soria, Teruel y
Zamora.
[56] El
sistema era conocido como imperiali, con 32 circunscripciones
plurinominales y la asignación de los restos desde una bolsa estatal, a la que
se podía acceder siempre que se hubiera obtenido un 1,5% de los votos y un
escaño en al menos una circunscripción.
[57] En Portugal existía una mayor
proporcionalidad en el reparto de escaños por circunscripción. Puede servir de
ejemplo que en España las circunscripciones más altas (Madrid y Barcelona)
disponían de 33 escaños, mientras que en Portugal la de Lisboa tenía 55
(Nohlen, 1998).
[58] En 1982
bajó al 29% y salvo 1989 y 2000, en que se acercó al 40%, en las demás ha
estado entre el 22% y el 28% (Monzón, 2005).
[59] Los datos
de 1977 provienen de la
Junta Electoral Central y los de 1979 de Eduardo Espín
(1979).
[60] Según
declaraciones de Joaquín Aramburu, uno de sus principales dirigentes, que llegó
a ser desde 1978 responsable de Organización (Laiz, Apéndice, 1993).
[61] El periodista
Javier Ortiz (1996), entonces dirigente del MC, ha relatado lo siguiente:
“Recuerdo una escena que puede servir a modo de ejemplo. Era la noche de las
primeras elecciones generales a las que tanto el MC como el PTE y la ORT , los tres principales partidos
de la extrema izquierda de la época, nos habíamos presentado con nuestras
propias siglas (salvo en Euskadi, donde acudíamos dentro de Euskadiko Ezkerra).
En el Palacio de Congresos de Madrid, donde se centralizaba la recepción de los
votos, estábamos representantes de los tres partidos. La ORT y el PTE habían tirado la
casa por la ventana durante la campaña, sus militantes se habían entrampado
hasta las cejas y sus jefes estaban convencidos de que iban a sacar varios
diputados. Nosotros habíamos hecho una campaña intensa, pero mucho más modesta.
Al final, obtuvimos más o menos los mismos votos... y ningún diputado, cosa que
nosotros nos tomamos con resignada naturalidad. Pero había que ver a los
representantes de la ORT
y el PTE: estaban hundidos; Paseaban por el Palacio de Congresos como almas en
pena. Para nosotros, aquellas elecciones no eran más que otro episodio,
relativamente secundario. Para ellos, aquella derrota fue un golpe mortal”.
[62] Prólogo
de Cotarelo a la obra de Laiz (1995).
[63] Laiz (1995).
[64] Joaquín
Aramburu, uno de los dirigentes del PTE y participante en las conversaciones ha
declarado años después lo siguiente: “la gente que pertenecía al Comité central
desconfiaba absolutamente de la
ORT , de su capacidad de análisis político, de su orientación
anterior; reconociendo, eso sí (...) que se trataba también de gente
progresista, honesta y tal, pero que estaban equivocados, y yo creo que ellos
también lo pensaban de nosotros, pensaban que nosotros estábamos totalmente
desviados y que íbamos por un camino errado” (Laiz, apéndice, 1993).
[65]
Pérez-Díaz (1996).
[66] Tanto Alfredo González y Juan Pablo Calero
(sf) como Julián Vadillo (sf) han resaltado el papel creciente de la CNT en los últimos años de la
transición. Vadillo ha llegado a decir que la CNT era el tercer sindicato en afiliación, tras
CCOO y UGT, con un número que oscilaba entre 250.000 y 300.000 personas.
Recientemente Cañadas gascón ha escrito un libro sobre el “caso Scala” que,
además de tratar el hecho, analiza los avances en la influencia social de la CNT.
[67]
Pérez-Díaz y Maravall, entre otros.
[68] Buena
parte de estos datos se pueden ver en Fishman (1984).
[69] Las
reticencias iniciales del PSOE hacia unos pactos fraguados entre el gobierno y
el PCE acabaron por diluirse ante el peligro de que se viera al primero como
excesivamente radical, lo que le perjudicaría en las contiendas electorales.
Era un “radicalismo” calculado, que tuvo otros ejemplos en la no negación de
las banderas republicanas en sus actos públicos o en la votación contraria a la
monarquía durante el debate constitucional. Hay una portada del periódico del
PTE, La Unión
del Pueblo, en el que se llegó a anunciar una alianza entre la UGT y la CSUT contra los Pactos de la Moncloa.
[70] Los
datos se corresponden, respectivamente, a los items “los sindicatos
deberían hacer intentado romper los topes” y “de hecho los rompieron”.
[71] La
editorial Nuestra Cultura, vinculada al PTE, publicó un libro de Eduardo
Barrenechea y Enrique Bustamante titulado Autonomías, y Madrid ¿qué?.
[72] Manuel
Estrada y Javier Echenagusía, dirigentes madrileños del PTE, han llegado a
calificar años después esa propuesta como de “lucidez política” (Laiz,
Apéndice, 1993).
[73] González
y Calero (sf), Vadillo (sf) y Cañadas (2008).
[74] Castigo
a los culpables, redactado por miembros de la ORT de Navarra, recoge
esquemática y gráficamente lo ocurrido, con datos obtenidos por varias
comisiones de información (Iturbe y otros, 1978).
[75] Son muy conocidos los casos siguientes: del
GRAPO, Pío Moa; de OCE-BR, Celia
Villalobos o Pilar del Castillo; del PTE, Joan Antón Sénchez Carreté o Anna Mercadé; de la LCR , Antonio Fernández Teixidó; del FLP, César Alonso de los Ríos, Carmen Iglesias,
José Pedro Pérez Llorca o José Luis Leal; de ETA, Mikel Azurmendi o Jon
Juaristi; del PCE VIII Congreso, Eliseo Bayo; del PCE/PSUC, Josep Piqué, Ana
Virulés, José Carlos Mauricio, Ramón Tamames, Gabriel Albiac, Antonio Burgos,
Fernando Sánchez Dragó, Carlos Semprum, Federico Jiménez Losantos...; del
anarquismo, Luis Racionero, Karmele Marchante... En muchos casos, con pasos
previos por otros grupos más moderados que los iniciales (PCE, PSOE, EE...), llegando, en
ocasiones, a verdaderas situaciones rocambolescas.
[76] Boltanski y Chiapello (2002, p. 71
y ss.)
[77] Garcés (1996). El autor alude al concepto
acuñado durante la presidencia de Jimmy Carter en EEUU.
BIBLIOGRAFÍA
ABREU FERNÁNDEZ, Víctor (2003). “Sistemas de partidos y sistemas electorales”, en Manuel Mella Martínez, Curso de partidos políticos. Madrid, Akal.
ÁGUILA, Juan José (2001). El TOP. La represión de la libertad (1963-1977). Barcelona, Planeta.
AGUILAR HERNÁNDEZ, Marielos (2001). “Transición democrática y reforma universitaria en la España de los ochentas”, Universidad de Costa Rica, en página web www.riseu.net/temas/aguilar.htm, septiembre.
AGUILERA DE PRAT, Cesáreo R. (1988). “Balance y transformaciones del sistema de partidos en España (1977-1987)”, en Revista Española de Investigaciones Sociológicas, n. 42. Madrid, CIS.
AGUILERA DE PRAT, Cesáreo R. (1997). “La transición política (1975 -1982)”, en M. Alcántara y A. Martínez (editores.), Política y Gobierno en España. Valencia, Tirant lo Blanch.
ALBIAC, Gabriel (1976). El debate sobre la dictadura del proletariado en el Partido Comunista Francés. Anexo: El debate en España. Madrid, De la Torre.
ALBIAC, Gabriel y otros (1977). Debates sobre eurocomunismo. Madrid, Saida.
ALFAYA, Javier (2003). Crónicas de los años perdidos. La España del tardofranquismo. Madrid, Temas de Hoy.
ALONSO ZALDÍVAR, Carlos (1980). “La transición a la democracia”, v. 8 de Varios autores, Sesenta años en la historia del Partido Comunista de España, Madrid, FIM.
ÁLVAREZ RIVERA, Manuel. “Recursos electorales en internet”, www.electionresources.org/index_es. html.
AMIN, Samir (2007). Por la Quinta Internacional. Ediciones de Intervención Cultural / El Viejo Topo.
AMORÓS, Celia y otras (2002). La mujer en el franquismo y la transición española. Instituto de la Mujer /Centro de Documentación, Madrid, 19 de junio, en www.mtas.es/mujer.
ANDERSON, Perry (1987). Consideraciones sobre el marxismo occidental. Madrid, Siglo XXI.
ANDRÉ-BAZZANA, Bénédicte (2006). Mitos y mentiras de la Transición. El Viejo Top / Ediciones de Intervención Cultural.
ANGUITA, Julio (2005). Corazón rojo. La vida después de un infarto. Madrid, La esfera de los libros.
AOÍZ, Floren (2005). El jarrón roto. La transición en Navarra: una cuestión de estado. Lizarra, Txalaparta.
ARANGUREN, José Luis L. (1980). El marxismo como moral. Madrid, Alianza.
ARCAS CUBERO, Fernando (editor) (2004). Tiempo de Cambio. Historia y Memoria de la Transición en Málaga. Málaga, Fundación Unicaja.
ARIAS-SALGADO, Rafael (1988). “Una perspectiva de la transición española a la democracia”, en Cuenta y Razón del pensamiento actual, n. 41. Fundación de Estudios Sociológicos, en www.cuentayrazon.org.
ARÓSTEGUI, Julio (1982). La Transición (1975-1982). Madrid, Acento.
ASOCIACIÓN REPUBLICANA IRUNESA “NICOLÁS GUERENDIAIN”, www.asociacionrepublicanairunesa. org.
ASSOCIACIÓ PA, TREBALL I LLIBERTAT (2005). “Breves antecedentes históricos: Biografía Grupo Unidad, PCE(i), PTE, PT”, en Associació d’antics militants i simpatitzants del Partit del Treball i de la Jove Guàrdia Roja, www.ptc-jgr.org.
BALLETBÒ, Anna (2004). Una mujer en la Transición. Confesiones en la trastienda. Barcelona, Flor del Viento.
BAONZA, José Antonio y otros (1977). Jerónimo Lorente. Fascículo n. 8 de la colección Dirigentes obreros. Madrid, Profesionales Agrupados.
BASABURÚA, José (fecha desconocida). “Los cristianos y el sindicalismo español en la segunda mitad del siglo XIX”, en ARBIL. Anotaciones de pensamiento y critica, n. 32, www.arbil.org.
BERTINOTTI, Fausto y GIANNI, Alfonso (2002). Ideas que nunca mueren. El Viejo Topo/ Ediciones de Intervención Cultural.
Biblioteca de la Universitat Pompeu Fabra; www.upf.edu/bib/cast/ccpp/elect1.html.
BLACKBURN, Robin (editor) (1993). Después de la caída. El fracaso del comunismo y el futuro del socialismo. Barcelona, Crítica.
BOLTANSKI, Luc y CHIAPELLO, Ève (2002). El nuevo espíritu del capitalismo. Madrid, Akal.
BUENO, Gustavo (2003). El mito de la izquierda. Las izquierdas y la derecha. Barcelona, B.
BUSE, Michael (1984). La nueva democracia española. Sistema de partidos y orientación del voto (1976-1983). Madrid, Unión Editorial.
CACIAGLI, Mario (1986). Elecciones y partidos en la transición española. Madrid, CIS / Siglo XXI.
CAÍNZOS, Miguel Antonio (compilador) (2001). Clase y voto en España. Monográfico de Zona Abierta, nn. 96 y 97, Madrid.
CALVO-SOTELO, Leopoldo (2007). Entrevista en diario El Mundo el 15 de junio con motivo del 30 aniversario de las elecciones generales de 1977, en www.insurgente.org, 15 de junio.
CAMACHO, Marcelino (1976). Charlas en la prisión. El movimiento obrero sindical. Barcelona, Laia.
CAÑADAS GASCÓN, Xavier (2008). El Caso Scala. Terrorismo de Estado y algo más. Madrid, Virus.
CAPARRÓS, Francisco (1983). La UMD : militares rebeldes. Barcelona, Argos Vergara.
CARBÓ, Rosa (sin fecha). “Precedentes: Las movilizaciones durante la transición política”, en www.ub.es/tsociologica.
CARDONA, Gabriel (2001). Franco y sus generales. La manicura del tigre. Madrid, Temas de Hoy.
CARRILLO, Santiago (1977). Eurocomunismo y estado. Barcelona, Crítica.
CARRILLO, Santiago (1965). Después de Franco, ¿qué? Paris, Editiones Sociales.
CARRILLO, Santiago (1993). Memorias. Barcelona, Planeta.
CASAL BATALLER, Joaquín y otros (1978). Síntesis actualizada del III Informe FOESSA. Madrid, Fundación FOESSA.
CASANOVA, Gonzalo (2002). Armarse sobre las ruinas. Historia del movimiento autónomo en Madrid (1985-1993). Madrid, Hardcore.
CASANOVA, Julián (1997). “El desarraigo”, epílogo de la obra De la calle al frente. El anarcosindicalismo en España (1931-1939), Barcelona, Crítica.
CASTELLET, José Mª y BONET, Lluis Maria 1976). Cuáles son los partidos políticos de Catalunya. Barcelona, La Gaya Ciencia.
CASTILLO RAMA, Antonio (1999). La transición en Cádiz (1975-1982). Aspectos políticos y electorales. Cádiz, Quórum.
CCOO (1976). Madrid, GOES, n. 28.
CENTRO DE ASESORÍA Y ESTUDIOS SOCIALES (fecha desconocida). “Transición política española y sindicalismo radical”, en www.nodo50.org/caes.
CENTRO DE INVESTIGACIONES SOCIOLÓGICAS: Barómetro de febrero de 2006. Avance de resultados del estudio número 2635.
CENTRO DE ESTUDIOS DEL CAMBIO SOCIAL (2002). Informe España 2002. Una interpretación de su realidad social. Madrid, Fundación Encuentro.
CHACARTEGUI, Itziar y otros (1977). Aspectos políticos y económicos de la oposición. Málaga.
CHAO, Ramón (1976). Después de Franco, España. Prólogo de Enrique Tierno Galván. Madrid, Felmar.
CIS (1979). “Barómetros de opinión pública. Junio y julio de 1979” , en Revista Española de Investigaciones Sociológicas, n. 6, abril-junio.
CLAUDÍN, Fernando (1977). Eurocomunismo y socialismo. Madrid, Siglo XXI.
COLOM GONZÁLEZ, Francisco. “La transición española: del autoritarismo a la democracia”. Conferencia del autor en la Instituto Federal Electoral de México, en Democratización y Liberalización, n. 14, www.ife.org.mx.
COLOMER VIADEL, José Luis (coordinador) (2001). Introducción a la política. Lecturas para adentrarse en la política. Madrid, Laberinto.
COLOMER VIADEL, Antonio (2002). “La transición española entre el consenso socioeconómico y la autonómica”, en VII Congreso de la CLAD sobre la reforma del Estado y de la Administración Pública , Lisboa, 8-11 octubre, unpan1.un.org.
COMISIÓN PROGRAMA 2000 PSOE (1988). Aspectos y problemas de la vida política española. Madrid, Siglo / Pablo Iglesias.
COTARELO, Ramón (compilador) (1992). Transición política y consolidación democrática. España (1975-1986). Madrid, CIS.
COLECTIVO DE OBJECIÓN Y ANTIMILITARISMO / COLECTIVO POR UNA ALTERNATIVA NO-VIOLENTA (1981). “OTAN NO!. Apuntes sobre la OTAN. Dossier Bárdenas. Dossier bases americanas”.
COLECTIVO “KARL-OTTO PAETEL” - ALTERNATIVA EUROPEA (fecha desconocida): Banderas rojas (1959-1982). Introducción a la historia de la extrema izquierda española de las décadas 60 y 70, en www.red-vertice.
CONTE, Jesús (1977). Los partidos políticos al desnudo. Barcelona, De Gassó Lemos.
COURTOIS, Stéphane y otros (1998). El libro negro del comunismo. Crímenes, terror y represión. Barcelona, Planeta.
Crisis y mutaciones del trabajo (2001). En Archipiélago. Cuadernos de crítica de la cultura, n. 48, septiembre-octubre. Barcelona, Archipiélago.
CUBERO SÁNCHEZ, Joaquín (1995). “Montejurra 1976. Un intento de interpretación”, comunicación del Congreso Historia de la Transición y consolidación democrática”, Madrid, 30 de noviembre, 1 y 2 de diciembre, en www.eka-partidocarlista.com.
CUCÓ I GINER, Josepa (2007). “La izquierda de la izquierda. Un estudio de antropología política en España y Portugal”, en Papeles del CEIC, n. 29, v. 1. Universidad del País Vasco.
DÍAZ, José Antonio (1977). Luchas internas en Comisiones Obreras. Barcelona 1964-1970. Barcelona, Bruguera.
DÍEZ MEDRANO, Juan, GARCÍA MON, Blanca y DÍEZ NICOLÁS, Juan: “El significado de ser de izquierdas en la España actual”, en Revista Española de Investigaciones Sociológicas, n. 45. Madrid, CIS, 1989.
DOMENE RODRÍGUEZ, Alejandro Reyes (fecha desconocida). “Recuerdos de Alejandro Reyes. Algunos recuerdos enmarcados en el Johnny y su época”, en Club de Música y Jazz San Juan Evangelista, www.sanjuanevangelista.org
DOMÈNECH SAMPERE, Xavier (2003). “El cambio político (1962-1976). Materiales para una perspectiva desde abajo”, en EspaiMarx, 4 de marzo, www.moviments.net/spaimarx.
ELEY, Geoff (2003). Un mundo que ganar. Historia de la izquierda en Europa. 1850-2000. Barcelona, Crítica.
EQUIPO ESTUDIO (1976). Prueba de fuerza entre el reformismo y la ruptura. Madrid, Elías Querejeta.
ESCOLANO, Agustín (2002). La educación en la España contemporánea. Políticas educativas, escolarización y culturas pedagógicas. Madrid, Biblioteca Nueva.
ESPÍN, Eduardo (1979). “Los medios de la campaña: la organización partidista”, en Jorge de Esteban y Luis López Guerra (directores), Las elecciones legislativas de 1 de marzo de 1979. Madrid, CIS.
ESTEFANÍA, Joaquín (2002). Hij@, ¿qué es la globalización? La primera revolución del siglo XXI. Madrid, Santillana.
ESTRUCH, Joan (2000). Historia oculta del PCE. Madrid, Temas de Hoy.
FEO, Julio (1993). Aquellos años. Madrid, B.
FERNÁNDEZ BUEY, Francisco (2006). “Para estudiar las ideas olvidadas en la transición”, en www.marxismo.org.
FERNÁNDEZ BUEY, Francisco (2006): “Cuando nació El Viejo Topo. Un recuerdo personal”, en Jordi Mir García (antología), El Viejo Topo. Treinta años después. Cuando la participación es la fuerza. Barcelona, Ediciones de Intervención Cultural / El Viejo Topo.
FERNÁNDEZ SEGURA, José (2005). La participación de los católicos en el movimiento obrero en Barcelona (1946-1978). Tesis doctoral leída el 9 de noviembre, Universidad de Barcelona, en www.tdx.cesca.es.
FILGUEIRA, Fernando y ROSSEL, Cecilia (fecha desconocida). “Desigualdad, pobreza y exclusión: impotencia, fatiga y asedio en las democracias latinoamericanas (2)”, en Henciclopedia, www.henciclopedia.org.uy.
FISHMAN, Robert (1984). “El movimiento obrero en la transición: objetivos políticos y organizativos”, en Revista Española de Investigaciones Sociológicas, n. 26. Madrid, CIS.
FLORES ANDRADE, Anselmo (2000). “Los empresarios y la transición a la democracia en España”, en Estudios Sociológicos 54, v. XVIII, n. 3, septiembre-diciembre, www.revistas.colmes.mx.
FOLGUERA CRESPO, Pilar 1997). “Democracia y cambio social. De la democracia representativa a la democracia paritaria (1975-1996)”, en Elisa Grau (editora), Historia de las Mujeres en España, Madrid, Síntesis.
FONTANA, Joseph (1992). La Historia después del fin de la Historia. Reflexiones después del fin de la ciencia histórica. Barcelona, Crítica.
FONTANA, Josep: La Historia de los hombres. Barcelona, Crítica, 2001.
FOUCE, José Guillermo (2003). “El movimiento estudiantil español a lo largo del tiempo:
FRAGUAS, Rafael (2003). Espías en la transición. Secretos políticos de la España contemporánea. Madrid, Oberón.
FULLÁ, Ferran y PUIG, Antoni (2006). “Clases sociales y partidos políticos en la transición española a la monarquía parlamentaria”, en Rebelión, 20 de marzo, www.rebelion.org.
FUNDACIÓN TRIÁNGULO (fecha desconocida). “Historia del movimiento lésbico y gai. Las etapas históricas en España”, en Dossier educativo 1998. Unidad didáctica sobre homosexualidad, fundaciontriangulo.es/educacion/docentes.htm.
GARCÉS, Joan (1996). Soberanos e intervenidos. Estrategias globales, americanos y españoles. Madrid, Siglo XXI.
GARCÍA CÁRCEL, Ricardo (fecha desconocida). “La memoria histórica en la transición política española”, en www.ub.es/histodidactica.
GARCÍA COTARELO, Ramón y PANIAGUA SOTO, Juan Luis (compiladores) (1990). Introducción a la ciencia política. Madrid, UNED.
GARCÍA VIÑUELA, Enrique y ARTES CASELLES, Joaquín (2004). “La financiación de las elecciones generales en España, 1977-2000” , en Documentos, n. 24, Instituto de Estudios Fiscales, www.ief.es/Publicaciones/Documentos.
GARCÍA DE CORTÁZAR, Fernando y GONZÁLEZ VESGA, José Manuel (1994). Breve Historia de España. Madrid, Alianza.
GARCÍA RUIZ, Carmen R. (1999). Franquismo y transición en Málaga. 1962-1979. Málaga, Universidad de Málaga.
GARCÍA-TREVIJANO, Antonio (1994). Del hecho nacional a la conciencia de España o El discurso de la República. Madrid , Temas de Hoy.
GARCÍA TREVIJANO, Antonio (2000). “Personalidades de la Junta ”, artículos publicados en La Razón los días 14, 17, 21, 24, 28 y 31 de agosto.
GARCÍA PRADO, Gonzalo (2002). Los años de la aguja. Del compromiso político a la heroína. Zaragoza, Mira.
GARRÁN, Alfonso (1977). Los movimientos campesinos. Madrid, De la Torre.
GIDDENS, Anthony (1998). Más allá de la izquierda y la derecha. El futuro de las fuerzas radicales. Madrid, Cátedra.
GLOTZ, Meter (1992). La izquierda tras el triunfo de Occidente. Valencia, Alfons el Mafnànim.
GÓMEZ OLIVER, Miguel (2000). “El movimiento jornalero durante la transición”, en Manuel González de Molina (editor), La historia de Andalucía a debate. I Campesinos y jornaleros. Barcelona, Diputación Provincial de Granada/ Anthropos.
GONZÁLEZ DURO, Enrique (2005). La sombra del general. Qué queda del franquismo en España. Barcelona, Debate.
GONZÁLEZ MARTÍNEZ, Alfredo y CALERO DELSO, Juan Carlos (fecha desconocida). “La CNT en la transición: una raíz profunda”. Centre d’Estudis Llibertarios “Francesc Sabat”, www.cellfrancescsabat.org.
GONZÁLEZ PÁRAMO, José Manuel (director) (1973-74). Comentario sociológico. Estructura social de España 1973-1974. Madrid, CECA.
GRIMALDOS, Alfredo (2004). La sombra de Franco en la Transición. Madrid , Oberon.
GRIMALDOS, Alfredo (2006). La CIA en España. Espionaje, intrigas y política al servicio de Washington. Madrid, Debate.
GUTIÉRREZ, Pepe (2003). “Víctor Alba, un bloquista del POUM”, en Fundación Andreu Nin, junio, www.fundanin.org/gutierrez3.htm.
GUTIÉRREZ-ÁLVAREZ, Pepe (2007). “La LCR : un trozo de historia de la izquierda radical en España”, en www.kaosenlared.net, 4 de mayo; y corriente[a]lterna, 6 de mayor, www.espacioalternativo.org.
HARDT, Michael y NEGRI, Antonio (2002). Imperio. Barcelona, Paidos.
HARDT, Michael y NEGRI, Antonio (2004). Multitud. Guerra y democracia en la era del Imperio. Barcelona, Debate.
HARNECKER, Marta (1999). La izquierda en el umbral del siglo XXI. Haciendo posible lo imposible. Madrid, Siglo XXI.
HEINE, Harmut (1986). “La contribución de la ‘Nueva Izquierda’ al resurgir de la democracia española”, en Josep FONTANA, España bajo el franquismo. Barcelona, Crítica.
HOBSBAWM, Eric J. (2000). Historia del siglo XX. 1914-1991. Barcelona, Crítica.
HOBSBAWM, Eric J. (2000). Revolucionarios. Ensayos contemporáneos. Barcelona, Crítica.
HOBSBAWM, Eric J. (2004). El optimismo de la voluntad. Conversación con Antoine Spire. Barcelona, Paidos.
HOBSBAWM, Eric J. (2000). Política para una izquierda racional. Barcelona, Crítica.
HUNTINGTON, Samuel P. (2003). ¿Choque de civilizaciones? Madrid, Tecnos.
IGLESIAS, María Antonia (2005). La memoria recuperada. Lo que nunca han contado Felipe González y los dirigentes socialistas, 2 vv. Madrid, Suma de Letras.
JAIME CASTILLO, Antonio M. Y SÁEZ LOZANO, José Luis (2001). El comportamiento electoral en la democracia española. Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.
ITURBE, Francisco Javier y otros (1978). Castigo a los culpables. Madrid.
JÁUREGUI, Fernando Y VEGA, Pedro (1984). Crónica del antifranquismo (2). 1963-1970: El nacimiento de una nueva clase política. Barcelona, Argos Vergara.
JÁUREGUI, Fernando y VEGA, Pedro (1984). Crónica del antifranquismo (3). 1971-1975: Caminando hacia la libertad. Barcelona, Argos Vergara.
JAVIERRE, José Mª (director) (1979). Gran Enciclopedia de Andalucía, 7 vv. Granada, Promociones Culturales Andaluzas.
JOTAQUE (2003). “Listado de Gudaris muertos de organizaciones armadas vascas de voluntarios 1.968-2.003” , en La Haine. Proyecto de desobediencia informativa, acción directa y espacio de poder alternativos, 4 de junio, www.lahaine.org.
JUNQUERA, Natalia (2008). “Teniente General Andrés Casinello: ‘Algunas cosas es mejor que no se sepan nunca’”. Entrevista en El País, 18 de mayo, www.elpais.com.
JUTGLAR, Antoni (1983). La España que no pudo ser. Barcelona, Anthropos.
LACALLE, Daniel (2006). La clase obrera en España. Continuidades, transformaciones, cambios. El Viejo Topo / Fundación de Investigaciones Marxistas.
LAGO PEÑAS, Ignacio (2005). El voto estratégico en las elecciones generales en España (1977-2000). Efectos y mecanismos causales en la explicación del comportamiento electoral. Madrid, CIS.
LAGO, Ignacio y MONTERO, José Ramón (2005). “’Todavía no sé quiénes, pero ganaremos’: manipulación política del sistema electoral español”. Working Papers Online Series, Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, Facultad de Derecho, Universidad Autónoma de Madrid, Estudio/Working Series 45/ uam.es/centros/derecho/cpolitica/papers.htm.
LAIZ, Consuelo (1995). La lucha final. Los partidos de la izquierda radical durante la transición española. Madrid, Los libros de Catarata.
LAIZ Castro, Consuelo (1993). La izquierda radical en España durante la transición a la democracia. Tesis doctoral, octubre, Facultad de Sociología y Ciencias Políticas / Universidad Complutense de Madrid.
LAIZ Castro, Consuelo (1993). La izquierda radical en España durante la transición a la democracia. Apéndice. Tesis doctoral, octubre, Facultad de Sociología y Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid.
LAMO DE ESPINOSA, Emilio (2005). “Las transiciones como microprocesos. ¿Puede España enseñar algo a la transición cubana?”, en Encuentro, www.cubaencuentro.com.
LEÓN, Ángel (1982). “OTAN, no nos salva ni el PSOE”, en España Crítica. Dossiers monográficos, n. 12. Madrid.
LINZ, Juan José (1979). El sistema de partidos en España. Madrid, Narcea.
LINZ, Juan José (1997). “El liderazgo innovador en la transición a la democracia y en una nueva democracia”, en Manuel Alcántara y Antonia Martínez (editores), Política y gobierno en España, Valencia, Tirant lo Blanch, 1997. También en Programa de Reforma del Estado, www.congresobc.gob.mx.
LÓPEZ ARNAL, Salvador (2007). “A los 30 años de las primeras elecciones tras la dictadura. El diseño del 15-J”, en Rebelión, 15 de junio, www.rebelion.org.
LÓPEZ PINTOR, Rafael (1981). “Los condicionamientos socioeconómicos de la acción política en la transición democrática”, en Revista Española de Investigaciones Sociológicas, n. 15. Madrid, CIS.
LÓPEZ PINTOR, Rafael (1981). “El estado de la opinión pública española y la transición a la democracia”, en Revista Española de Investigaciones Sociológicas, n. 13. Madrid, CIS.
“Los sucesos de Vitoria” (fecha desconocida), en Ateneo Libertario Virtual, www.alasbarricadas.org.
LOWE, Ben (1986). La cara oculta de la OTAN. Madrid , Revolución.
LUENGO MARTÍNEZ, Lucía y SERRANO JIMÉNEZ, María (1997-98). “La universidad antifranquista en los años setenta”, trabajo dirigido por Luis Enrique Otero Carvajal, Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid, en www.ucm.es/info/hcontemp/madrid/universidad.htm.
MANTÉ I COT, Roser (2004). “Formació i evolució del Partit Comunista d’Espanya, PCE(i). 1968-1973” . Trabajo fin de carrera. Associació Pa, Treballl y Llibertat, www.ptc-jgr.org.
MARAVALL, José Mª (1980). “Transición a la democracia, alineamientos políticos y elecciones en España”, en Sistema, n. 32, mayo.
MARAVALL, José Mª (1985). La política de la transición. Madrid, Taurus.
MÁRQUEZ CRUZ, Guillermo M. (1981). Almería en la Transición (1976-1980). Almería, Gutemberg.
MARTÍ, Octavi (2007). “Jean-François Deniau, ex embajador de Francia en Madrid”, obituario de El País, 26 de enero.
MARTINELLI, Alberto y CHIESI, Antonio M. (2005). La sociedad italiana. Madrid, CIS.
MARTÍNEZ INGLÉS, Amadeo: 23-F. El golpe que nunca existió. Madrid, Foca ediciones, 2001.
MARTÍNEZ RODRÍGUEZ, Antonia (2002). “En torno al significado de transición política”, en Román Reyes (director), Diccionario Crítico de Ciencias Sociales. Edición digital de Theoria, Proyecto Crítico de Ciencias Sociales, www.ucm.es/info/eurotheo/diccionario/T/transicion_politica.htm. Universidad Complutense de Madrid
MEDINA, Francisco (1996). Las sombras del poder. Los secretos del CESID. Madrid, Espasa Calpe.
MELLA MÁRQUEZ, Manuel (editor) (2003). Curso de partidos políticos. Madrid, Akal.
MÉNDEZ LAGO, Mónica (2000). La estrategia organizativa del Partido Socialistas Obrero Español (1975-1996). Madrid, CIS.
MENÉNDEZ, Miguel Ángel y FONTES, Ignacio (2002). Quién es Quién: Sus Señorías los Diputados. Atlas de la democracia parlamentaria española. Madrid, Foca.
MESTRE CAMPI, Jesús (director) (1997). Atlas de la transición. Barcelona, Península.
MIGUEL, Amando de (1975). Sociología del Franquismo. Análisis ideológico de los Ministros del Régimen. Barcelona, Euros.
MIGUEL, Amando de (1976). La herencia del franquismo. Madrid, Cambio 16.
MÍGUEZ GONZÁLEZ, Santiago (1990). La preparación de la transición a la democracia en España. Zaragoza, Universidad de Zaragoza.
MIR GARCÍA, Jordi (antología) (2006). El Viejo Topo. Treinta años después. Cuando la participación es la fuerza. Barcelona, Ediciones de Intervención Cultural / El Viejo Topo.
MIRA, Alberto (2002). Para entendernos. Diccionario de cultura homosexual, gay y lésbica. Barcelona, La Tempestad.
MINISTERIO DEL INTERIOR DE ESPAÑA: “Base histórica de los resultados electorales”, en www.elecciones.mir.es.
MOA, Pío (2002). De un tiempo y de un país. La izquierda violenta (1968-1978). Madrid, Encuentro.
MOLINERO, Carme (edición) (2006). La Transición , treinta Años después. De la dictadura a la instauración y consolidación de la democracia. Barcelona, Península.
MONEDERO, Juan Carlos (1999). “El misterio de la transición embrujada”, en José Luis Paniagua y Juan Carlos Monedero, En torno a la democracia en España, Madrid, Tecnos.
MONTERO BARRADO, Jesús Mª (2000). “Pasado, presente y futuro de la izquierda. IU, tras las elecciones de 2000” . Trabajo inédito. Barbate.
MONTERO, José R. y otros: “Sistemas electorales en España: una recapitulación”, en Revista Española de Investigaciones Sociológicas, n. 58. Madrid, CIS, 1992.
MONZÓN, Cándido: Encuestas y elecciones. Madrid, Editorial Tecnos, 2005
MORAL SANTÍN, José Antonio (1987). “Transformaciones y tendencias estructurales de la economía española en el periodo de la transición (1977-1987)”, en Política y sociedad, n. 2. Universidad Complutense de Madrid / Facultad de Ciencias Políticas y Sociología.
MORALES, José Luis y CELADA, Juan (1982). La alternativa militar. El golpismo después de Franco. Madrid, Revolución.
MORALES RUIZ, Rafael (2000). “Aproximación a la historia del Sindicato del Obreros del campo de Andalucía”, en Manuel González de Molina (editor), La historia de Andalucía a debate. I Campesinos y jornaleros. Barcelona, Diputación Provincial de Granada / Anthropos.
MORÁN, Gregorio (1986). Miseria y grandeza del Partido Comunista de España. 1939-1985. Barcelona, Planeta.
MORENO SÁEZ, Francisco (fecha desconocida). “El Partido del Trabajo de España en al provincia de Alicante”. Associació Pa, Treballl y Llibertat, www.ptc-jgr.org.
MORODO, Raúl (1993). La transición política. Segunda edición ampliada. Madrid, Tecnos.
NAREDO, José Manuel (2001). Por una oposición que se oponga. Barcelona, Anagrama.
NAVARRO ESTEVAN, Joaquín (2003). 25 años sin Constitución. Madrid, Foca.
NEGRI, Toni (1998). El exilio. Barcelona, El Viejo Topo.
NEGRI, Toni (2003). Del retorno. Abecedario político. Barcelona, Debate.
NEGRÓ ACEDO, Luis (2006). El diario El País y la cultura de las elites durante la Transición. Madrid , Foca.
NIELFA CRISTÓBAL, Gloria (coordinadora) (1991). “Historia de las mujeres en España”, en Bonnie S. Anderson y Judith P. Zinsser, Historia de las mujeres: una historia propia, v. 2. Barcelona, Crítica.
NOHLEN, Dieter: Sistemas electorales y partidos políticos. México, Fondo de Cultura Económica, 1998.
NOVALES, Félix (1989). El tazón de hierro. Memoria de un militante del GRAPO. Barcelona, Crítica.
OÑATE, Pablo y OCAÑA, Francisco A.: Análisis de datos electorales. Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 1999.
ORTÍ BENLLOCH, Alfonso (1987). “Transición postfranquista a la Monarquía parlamentaria y relaciones de clase: del desencanto programado a la socialtecnocracia transnacional”, en Política y sociedad, n. 2. Universidad Complutense de Madrid / Facultad de Ciencias Políticas y Sociología.
ORTIZ, Javier (1996). “25 años de periodismo militante”, Conferencia, en www.javierortiz.net.
ORTUÑO ANAYA, Pilar (2004). “La influencia internacional sobre le proceso de Transición Española. Estado de la cuestión”, en Fernando Arcas Cubero (editor), Tiempo de Cambio. Historia y Memoria de la Transición en Málaga. Málaga, Fundación Unicaja.
PALACIOS BAÑUELOS, Luis (2004). “La política de defensa durante la Transición ”, en Fernando Arcas Cubero (editor), Tiempo de Cambio. Historia y Memoria de la Transición en Málaga. Málaga, Fundación Unicaja.
PALACIOS CEREZALES, Diego (2003). “Confrontación, violencia política y democratización. Portugal 1975” , en Política y Sociedad, v. 40, n. 3, Universidad Complutense de Madrid / Facultad de Ciencias Políticas y Sociología.
PANIAGUA, Francisco: “Comunicación política electoral en España (1977-2004)”, en Razón y Palabra, junio-julio 2005, México, www.razonypalabra.org.mx.
PARAMIO, Ludolfo (1988). Tras el diluvio. La izquierda ante el fin de siglo. Madrid, Siglo XXI.
PELTA RESANO, Raquel (2004). “Diseñadores gráficos en la transición democrática”. Comunicación del “VII Congreso de la Asociación de Historiadores de la Comunicación. 25 años de libertad de expresión”, Barcelona, 18-19 de noviembre, en www.upf.edu. Universidad Pompeu Fabra,
PEREDA, Rosa (2003). Contra Franco. 1968-1978. Barcelona, Planeta.
PÉREZ-DÍAZ, VÍCTOR (1979). “Elecciones sindicales, afiliación y vida sindical de los obreros españoles de hoy”, en Revista Española de Investigaciones Sociológicas, n. 6, abril-junio. Madrid, CIS.
PÉREZ-DÍAZ, VÍCTOR (1996). España puesta a prueba. 1976-1996. Barcelona, Alianza.
PÉREZ DÍAZ, Víctor (1980). Clase obrera, orden social y conciencia de clase. Madrid, Fundación INI.
PÉREZ GALDÓS, Fernando (1982). “Los papeles secretos del golpe. La trama civil”, en España Crítica. Dossiers monográficos, n. 12. Madrid.
PEROTE, Juan Alberto (1999). Confesiones de Perote. Revelaciones de un espía. Barcelona, RBA.
PETRAS, James (1996). Padres-hijos. Dos generaciones de trabajadores españoles, publicado en especial Ajoblanco como “El informe Petras completo”. Barcelona, verano.
POWELL, Charles (1993). “La dimensión exterior de la transición española”, en Cidob d'afers Internacionals, n. 26. Research Fellow, St. Anthony's College, Oxford. En Centro de Investigación, Docencia, Documentación y Divulgación de Relaciones Internacionales y Desarrollo, www.cidob.org.
PORRERO MONTALBÁN, Pepe (2006). “Del reformismo al rupturismo. Principio y fin de los organismos estatales de oposición democrática en la Transición (1974-1977)”. Asociación por la Memoria Histórica del Partido del Trabajo de España y de la Joven Guardia Roja de España, www.pte-jgr.com.
POULANTZAS, Nicos (1976). La crisis de las dictaduras. Portugal, Grecia, España. Madrid, Siglo XXI.
POWELL, Charles: España en democracia, 1975-2000. Las claves de la profunda transformación de España. Barcelona, Plaza & Janés Editores, 2002.
PREGO, Victoria (1996). Así se hizo la Transición. Barcelona , Plaza & Janés.
PUELLES BENÍTEZ, Manuel de (1991). Educación e ideología en la España contemporánea. Barcelona, Labor.
RAMIRO FERNÁNDEZ, Luis (2004). Cambio y adaptación en la izquierda. La evolución del Partido Comunista de España y de Izquierda Unida (1986-2000). Madrid, CIS.
RAMONEDA, Joseph (1999). Después de la pasión política. Madrid, Santillana.
RAMOS SANTANA, Alberto (coordinador) (2005). La Transición : política y sociedad en Andalucía. Cádiz, Fundación Municipal de Cultura / Ayuntamiento de Cádiz.
REDERO SAN ROMÁN, Manuel (1993). Transición a la democracia y poder político en la España postfranquista (1975-1978). Salamanca, Cervantes.
REGIDOR, Jesús G. (1977). Qué es la reforma agraria. Barcelona, La Gaya Ciencia.
RICO, Eduardo G. (1998). Queríamos la revolución. Crónicas del FELIPE (Frente de Liberación Popular). Barcelona, Flor del Viento.
RÍO, Eugenio del (1991). Crisis. ¿Socialismo? ¿Comunismo? Crisis social y moral en Occidente. Madrid, Revolución.
ROCA, José M. (1994). “Consenso, democratización y proceso constituyente en la transición española”, en Política y sociedad, n. 16, Universidad Complutense de Madrid / Facultad de Ciencias Políticas y Sociología.
ROCA, José Manuel (editor) (1994). El proyecto radical. Auge y declive de la izquierda revolucionaria en España (1964-1992). Madrid, Los libros de Catarata.
RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, José Luis (1998). ¿Nuevos fascismos? Extrema derecha y neofascismo en Europa y Estados Unidos. Barcelona, Península.
RODRÍGUEZ OSUNA, Jacinto (1979). “I. Estudios del CIS: desarrollo regional, democracia y autonomías”, en Revista Española de Investigaciones Sociológicas, n. 6 abril-junio.
ROMERO VILLAFRANCA, Rafael y ZÚNICA RAMAJO, Luisa Rosa (1980). “Geografía electoral de España. Una aplicación del análisis factorial de correspondencias de los resultados de las elecciones del 10 de marzo de 1979” , en Revista Española de Investigaciones Sociológicas, n. 9. Madrid, CIS.
ROMEU ALFARO, Fernanda (1994). El silencio roto. Mujeres contra el Franquismo.
RUIZ GALACHO, Encarna (2006). “Las reformas laborales en España (1977-2002)”, en Filosofía, Política y Economía en el Laberinto, n. 20, 1º cuatrimestre, www.laberinto.uma.
RUIZ, Fernando y ROMERO, Joaquín (editores) (1977). Los partidos marxistas. Sus dirigentes / Sus programas. Barcelona, Anagrama.
RUIZ GARCÍA, Enrique (1978). La era Carter. Las transnacionales, fase superior del imperialismo. Madrid, Alianza.
SACRISTÁN, Manuel (2005). “Las centrales nucleares y el desarrollo capitalista (1981)”, en Seis conferencias. Sobre la tradición marxista y los nuevos problemas. Ediciones de Intervención Cultural/El Viejo Topo.
SACRISTÁN, Manuel (2005). “La situación del movimiento obrero y de los partidos de izquierda en la Europa Occidental (1983)”, en Seis conferencias. Sobre la tradición marxista y los nuevos problemas. Barcelona, Ediciones de Intervención Cultural / El Viejo Topo.
SACRISTÁN, Manuel (2005). Seis conferencias. Sobre la tradición marxista y los nuevos problemas. Ediciones de Intervención Cultural / El Viejo Topo.
SASSOON, Donald (2001). Cien años de Socialismo. Barcelona, Edhasa.
SCHAF, Adam (1977). “Qué pueden aprender los comunistas de su pasado”. Madrid, Cuadernos Nuestra Bandera [PCE].
SCHAF, Adam (2000). El nuevo socialismo. Madrid, Sistema.
SALAS, Antonio y DURÁN, Eduardo (1975). Crítica de la izquierda autoritaria en Cataluña 1967-1974. París, Ruedo Ibérico.
SALAS, Mary y otras (1999). Españolas en la transición. De excluidas a protagonistas (1973-1982). Madrid, Biblioteca Nueva.
SALINAS SALINAS, Carlos (1997). “La política del Partido del Trabajo de España en el periodo constituyente”, en J. M. Santacreu i Soler (coordinador), II Jornadas Internacionales sobre Historia Contemporánea y Nuevas Fuentes. Las Transiciones Políticas. Alicante, ECU.
SÁNCHEZ, Ángel (1977). Diccionario de los partidos políticos. Barcelona, DOPESA.
SÁNCHEZ CERVELLÓ, Joseph (1995). La revolución portuguesa y su influencia en la transición española (1961-1975). Madrid, Nerea.
SÁNCHEZ CERVELLÓ, Joseph (2004). “La revolución de la democracia”. Entrevista en Página Abierta, n. 152, octubre.
SANTOS LÓPEZ, José Mª de los (1990). Sociología de la transición andaluza. Málaga, Ágora.
SASTRE GARCÍA, Cayo (1997). “La transición política en España: una sociedad desmovilizada”, en Revista Española de Investigaciones Sociológicas, n. 80. Madrid, CIS.
SANTOS, Jesús (1978). “Prólogo a la edición española”, en Teodori Massino, Las nuevas izquierdas europeas (1956-1976), volumen 1. Barcelona, Blume.
SARTORIUS, Nicolás (1977). El resurgir del movimiento obrero, Barcelona, Laia.
SARTORIUS, Nicolás y ALFAYA, Javier (2002). La memoria insumisa. Sobre la dictadura de Franco. Barcelona, Crítica.
SERRANO, Rodolfo y SERRANO, Daniel (2002). Toda España era una cárcel. Memoria de los presos del franquismo. Madrid, Aguilar.
SEDYCIAS, João (2003). “El nacionalismo socialista, ETA”, en País Vasco. Material didáctico, Universidade Federal de Pernambuco, Centro de Artes e Comunicação, www.home.yawl.com.br/hp/sedycias/historia.
SIMELIO I SOLÀ, Núria (2004). “Prensa de información general durante la transición política española (1974-1984): pervivencias y cambios en la representación de las relaciones sociales”. Comunicación del “VII Congreso de la Asociación de Historiadores de la Comunicación. 25 años de libertad de expresión”, 18-19 de noviembre, en www.upf.edu. Barcelona, Universidad Pompeu Fabra.
SOLÉ TURA, Jordi (1986). “Unidad y diversidad en la oposición comunista al franquismo”, en Josep FONTANA, España bajo el franquismo, Barcelona, Crítica.
SOREL, Andrés (1985). Liberación. Desolación de la utopía. Madrid, Libertarias.
SOREL, Andrés (2006). Siglo XX. Tiempo de canallas. Tafalla, Txalaparta.
SOTELO, Ignacio (1988). “El PSOE en la transición”, en Cuenta y Razón del pensamiento actual, n. 41. Fundación de Estudios Sociológicos, www.cuentayrazon.org.
SOTO, Álvaro (1998). La transición a la democracia. España, 1975-1982. Madrid, Alianza.
SPREAFICO, Alberto (1991). “Partidos, elecciones y sistemas de partidos en Italia y en España”, en Revista Española de Investigaciones Sociológicas, n. 56. Madrid, CIS.
SUÁREZ, Adolfo (1988). “Consideraciones sobre la transición española”, en Cuenta y Razón del pensamiento actual, n. 41, en www.cuentayrazon.org. Fundación de Estudios Sociológicos.
SULLIVAN, John (1986). El nacionalismo vasco radical. 1959-1986. Madrid, Alianza.
SVERLO, Patricia (2000). Un rey golpe a golpe. Biografía no autorizada de Juan Carlos I de Borbón. Lizarra, Arakadzen.
TAMAMES, Ramón (1968). Los monopolios en España. Madrid, Editorial Tecnos.
TAMAMES, Ramón (1977). La oligarquía financiera en España. Barcelona, Planeta.
TAMAMES, Ramón (1982). La imaginación al poder. Barcelona, Ariel.
TEZANOS, José Félix y otros (editores) (1993). La transición democrática española. Madrid, Sistema.
TEZANOS, José Félix (2005). La sociedad dividida. Estructuras de clases y desigualdades en las sociedades tecnológicas. Madrid, Biblioteca Nueva.
TIERNO GALVÁN, Enrique (1982). Cabos sueltos. Barcelona, Bruguera.
TOHARIA, José Juan (1988). “Franquismo, transición y democracia, a diez años de la Constitución ”, en Cuenta y Razón del pensamiento actual, n. 41, www.cuentayrazon.org. Fundación de estudios Sociológicos
TORRES, José (coordinador) (1976). Perspectiva del movimiento obrero. (Desde la Camocha a la Asamblea de Barcelona). Madrid, Akal.
TRÍAS, Carlos (1976). Qué son las organizaciones marxistas-leninistas. Barcelona, La Gaya Ciencia.
TUSELL, Javier y otros (coordinadores) (1990). La oposición al régimen de Franco. Estado de la cuestión y metodología de la investigación, 3 vv. Madrid, UNED.
TUSELL, Javier (sin fecha). La Transición española a la democracia. Madrid, Historia 16.
TUSELL, Javier (1988). “La transición española a democracia desde un punto de vista comparativo”, en Cuenta y Razón del pensamiento actual, n. 41, www.cuentayrazon.org. Fundación de Estudios Sociológicos.
TUSELL GÓMEZ, Javier (2004). “Por una historia revisionista de la Transición ”, en Fernando Arcas Cubero (editor), Tiempo de Cambio. Historia y Memoria de la Transición en Málaga. Málaga, Fundación Unicaja.
UCELAY-DA CAL, Enric (2005). “El recuerdo imaginario como peso del pasado: las transiciones políticas en España”, en Carlos Waisman y otros (editores), Transiciones de la dictadura a la democracia: los casos de España y América Latina. Zarautz, UPV / Argitalpen Zerbiztua EHU.
UTRERA, Federico (2003). “La X del ‘caso Cubillo’”, en Canarias 7, 26 de octubre, www.canarias7.es.
VADILLO MUÑOZ, Julián (fecha desconocida). “El anarquismo y el anarcosindicalismo en la España de la transición”. Centre d’Estudis Llibertarios “Francesc Sabat”, en www.cellfrancescsabat.org.
VALDEÓN, Julio, PÉREZ, Jopeph Y JULIÁ, Santos (2003). Historia de España. Madrid, Espasa-Calpe.
VAQUERO, Carlos (sin fecha). “Movimiento estudiantil y cambios políticos en la España actual. La influencia del cambio de época en la acción colectiva estudiantil”, en Paloma Román y Jaime Ferri (editores), Los movimientos sociales. Madrid, Consejo de la Juventud de España, www.cje.org.
VARIOS AUTORES (1976). Programas económicos en la alternativa democrática. Barcelona, Anagrama.
YAGÜE, Angels (1982). “Cachorros de la política. Los jóvenes que aún militan”, en El Viejo Topo, n. 69, junio.
VARIOS AUTORES (1991). 15 años de Historia. 15 años de España. Extra de Historia 16, n. 181, mayo. Madrid.
VARIOS AUTORES (1995). Memoria de la transición. Del asesinato de Carrero a la integración en Europa. Madrid, El País.
VARIOS AUTORES (1995). Historia de la democracia. 1975-1995. 20 años de nuestra vida. Madrid, El Mundo.
VARIOS AUTORES (2005). La transición de la dictadura franquista a la democracia. Actas del Congreso de Historia celebrado en Barcelona los días 21, 22 y 23 de octubre y organizado por el Centre d’Estudis sobre les èpoques franquista i democrática / Centre de Cultura Contemporánia de Catalunya, en www.cefid.uab.es
VARIOS AUTORES (2007). Tiempo de Transición (1975-1982). Madrid, Fundación Pablo Iglesias.
VEGA, Pedro de (edición) (1977). Teoría y práctica de los partidos políticos. Madrid, Cuadernos para el Diálogo.
VILAR, Sergio (1993). “La oposición a la dictadura franquista”, en Juan Pablo Fusi y otros, De la dictadura a la democracia. Desarrollismo, crisis y transición (1959-1977), v. 13 de Historia de España, Historia 16, noviembre.
VILAR, Pierre (1980). Historia de España. Barcelona, Crítica.
VILAR, Sergio. La década sorprendente. 1976-1986. Barcelona, Editorial Planeta, 1986.
VILAR, Pierre (2004). Pensar históricamente. Reflexiones y recuerdos. Barcelona, Crítica.
VILARÓS, Teresa M. (2005). “Banalidad y biopolítica: la transición española y el nuevo orden internacional”, en Desacuerdos. Sobre arte, políticas y esfera pública en el estado español, n. 2, febrero, www.arteleku.net y www.desacuerdos.org. Barcelona
VIRNO, Paolo (2003). Gramática de la multitud. Para un análisis de las formas de vida contemporáneas. Madrid, Traficantes de sueños.
WALLERSTEIN, Immanuel (2001). “Los intelectuales en una época de transición”, en Coloquio Internacional “Economía, Modernidad y Ciencias Sociales”, Ciudad de Guatemala, 27 al 30 de marzo.
WALLERSTEIN, Immanuel (2003). La decadencia del imperio. EEUU en un mundo caótico. Tafalla, Txalaparta.
(2009)