En días pasados ha tenido lugar en Caracas una reunión de las máximas autoridades de los estados latinoamericanos y caribeños. Ha sido un acontecimiento sin precedentes por la relevancia de los acuerdos que se han tomado. El primordial, la constitución de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, cuya Declaración final, conocida como Declaración de Caracas y fechada el 3 de diciembre, puede marcar el punto de partida de una nueva etapa en el devenir de esos países. Leer la prensa de estos días o escuchar los noticiarios de radio y televisión es tener que sufrir la redundancia, en la mayor parte de los casos, en los mismos tópicos y en una interpretación segada de lo ocurrido sin que nos muestren siquiera los documentos elaborados y aprobados.
A lo largo de 40 puntos, se expresa en ella la voluntad de que los países de la región tengan una voz propia en las reuniones y conferencias que traten los grandes temas internacionales de alcance global. Se muestra el orgullo del proceso de emancipación iniciado, pero no concluido, hace unos dos siglos y la necesidad de proseguirlo con el fin de construir "sociedades justas, democráticas y libres". No se olvida, y se destaca por ello, la participación y las aportaciones de los pueblos indígenas y afrodescendientes en la conformación de la identidad de esos países. Se manifiesta la necesidad y la voluntad de avanzar "en el proceso de integración política, económica, social y cultural haciendo un sabio equilibrio entre la unidad y la diversidad". Se pone en marcha, en fin, el CELAC "como mecanismo representativo de concertación política, cooperación e integración de los estados latinoamericanos y caribeños, y como espacio común que garantice la unidad e integración de nuestra región".
Acompañan a la Declaración de Caracas otras sobre aspectos específicos, como el relativo al procedimiento del funcionamiento orgánico de la CELAC, la oposición al bloqueo de Cuba, la defensa de la democracia, la recuperación por argentina de las Malvinas, la denuncia a la especulación financiera, la defensa de la seguridad alimentaria y nutricional, y, la más relevante, el conocido como Plan de Acción de Caracas 2012. Éste último es de máxima trascendencia, al marcar las líneas generales de actuación en asuntos económicos y sociales como las medidas a tomar para afrontar la crisis financiera, la protección de las personas migrantes, el diálogo entre los países, el desarrollo social, la erradicación del hambre y la pobreza, la integración de las infraestructuras, el tratamiento de los aspectos energéticos y ambientales, o el reforzamiento de los relativos a la salud, la educación y la cultura.
Es cierto que, por ahora, sólo son declaraciones. Pero, cuidado, no es el primer paso que se ha dado, sino que han surgido dentro de un proceso que lleva años gestándose en el seno de esos países. Lo que tenga que venir, lo veremos. Pero la voluntad de dejar de ser países dependientes de los más poderosos y de marcar un camino de justicia, democracia y libertad parece bastante firme.