domingo, 21 de febrero de 2010

Más fosas de la violencia

El domingo pasado acabé un informe que nos habían mandado hacer sobre el tema del conflicto dentro del máster que estoy cursando. Lo titulé "La violencia en Colombia" y está basado en la indagación en tres periódicos a lo largo de los últimos 15 días. Dos ellos eran obligatorios, que era el caso de El País y Diario de Cádiz; el tercero era de libre elección, por lo que escogí el periódico electrónico Rebelión. Los motivos de la elección de Colombia como objeto de investigación fueron varios, pero en parte se debieron a la posibilidad de encontrar más información y al hecho de que es un país donde la violencia es crónica, se manifiesta de diferentes formas y está presente de una forma muy visible. 

Hoy he leído en Rebelión un breve artículo titulado "Los Medios ocultan la mayor fosa común de América, mientras el Estado colombiano busca alterarla", escrito por Azalea Robles (http://www.rebelion.org/noticia.php). Es una noticia que ese periódico electrónico ya trató en varias ocasiones desde que se conoció, aunque ni El País ni el Diario de Cádiz la publicaron. Sólo se refirieron a un informe de la organización Human Rigths Watch, presentado también a finales de enero, en el que se hace un balance de la violación de los derechos humanos en Colombia y donde el estado tiene la principal responsabilidad. El descubrimiento de la fosa común a finales de 2009, la mayor conocida hasta ahora, que llevó incluso a que una delegación parlamentaria del Reino Unido viajara a Colombia, entre otras más, no encontró hueco, según el artículo de Azalea Robles, en el resto los medios de comunicación colombianos y del mundo.

¿Qué se ha encontrado en La Macarena, localidad situada en el departamento del Meta? Restos de al menos 2000 personas sepultadas por el ejército desde 2005, sin que sepa su identidad. No es la única, pues ya se conocen más de mil y se cree que su número puede ir en aumento. Son muestras de la política violenta directa e indirecta que el estado colombiano está llevando a cabo desde hace décadas contra la población colombiana, donde entran tanto el campesinado como los grupos guerrilleros, aunque dentro del primer grupo con una mayor afectación sobre indígenas, mujeres y militantes de los derechos humanos y por la paz.  

Azalea Robles define en su artículo cuáles son las claves del conflicto: "En Colombia, la Estrategia Paramilitar del Estado Colombiano, combinada con el accionar de policías y militares ha sido el instrumento de expansión de Latifundios. El Estado colombiano ha desaparecido a más de 50.000 personas a través de sus aparatos asumidos (policías, militares), y de su aparato encubierto: su Estrategia Paramilitar. El Estado colombiano es el instrumento de la oligarquía y las multinacionales para su guerra clasista contra la población: es el garante del saqueo, la Estrategia Paramilitar se inscribe en esa lógica económica". Más claro no se puede ser.

Al final de mi informe resalté un aspecto que me llamó la atención sobre la situación que se vive en Colombia y no es otro que la fortaleza y el dinamismo que llevan mostrando desde hace años los grupos que luchan por la paz y los derechos humanos. Y todo ello "pese a la violencia que sufren por parte de los grupos criminales y paramilitares, la represión que con frecuencia despliega el gobierno o la casi ausencia de protección que reciben desde las distintas instancias del estado". Esa fortaleza y dinamismo quizás explique la virulencia que se ejerce contra ellos. También puede ser, y triste es decirlo, el germen de algo nuevo que ponga fin a tan ignominia, crueldad y violación de los derechos humanos en nombre de quienes mandan en el mundo y en Colombia.