Ayer, sábado, pasamos un rato muy agradable en casa de Mª José y Abelardo. Se encuentra en la parte alta de Vejer y desde ella se puede divisar un paisaje impresionante mirando al sur. Todo un horizonte que funde la Península con África a través del Estrecho. Por allí aparecieron Azucena, Belén y Margarita, además de la pareja anfitriona, Felisa y quien escribe. Otras personas, como Ascensión, Luis o Mimi, por distintas razones se ausentaron. Mª José, cuando nos mandaba los correos electrónicos, lo llamó cena poética y si no fue esto último en sentido estricto, sí lo fue literaria y en parte musical. Me iré explicando. La cena como tal fue estupenda, donde no faltaron frutos secos, unas rodajas de tomate con quesos de búfala y cabra, torta de Llerena, pasta con salmón, escalibada y una sopa de legumbres y verduras muy mora que, al decir de mi madre, entonó los corazones. Para no sentirse solos los platos, cayeron dos botellas de Ribera del Duero y Rioja.
Después, ya cómodamente en los sofás, con unos dulces y pacharán sobre la mesa, casi sin querer, vino propiamente la velada literaria y musical. Mª José nos leyó el simpático relato breve “El patio de mi casa”, dedicado a su terraza cuando durante unos días dejó de ser particular para convertirse en un lugar de ires y venires de quienes ultimaban la construcción de su casa. Belén nos obsequió con dos preciosos relatos propios. Uno, acerca de una niña-mujer, Laura, que acabó conociendo el nombre del padre. Otro, sobre las indagaciones de una joven, su propia prima, en busca del pasado de un abuelo represaliado tras la guerra. Azucena, excelente actriz, interpretó crípticamente a modo de monólogo el relato “La Alhambra” de la escritora burgalesa Sara Tapias, donde se recordaba un encuentro lejano lleno de pasión y sensualidad. Por mi parte, con una voz cascada por mi catarro, canté algunas canciones de Silvio Rodríguez y finalmente llegamos a hacerlo conjuntamente con otras del mismo Silvio y de Pablo Milanés. No faltó un poema de Mario Benedetti que tiempo ha musiqué y que gracias a Felisa y a Azucena pudo llegar a buen puerto, porque mi voz ya había naufragado.