Derecha española y amenaza fascista
Cuando oigo los discursos y las declaraciones que se están haciendo por parte de dirigentes del PP y Vox, no puedo, por menos, que preocuparme. Igual que cuando veo las imágenes de las manifestaciones que se están sucediendo en distintas ciudades, con los gritos, las consignas, los gestos, los carteles, las banderas, las acciones, etc. de buena parte de quienes asisten. Todo un cúmulo de mensajes, palabras e imágenes que alertan sobre un peligro colosal y aluden a una especie de apocalipsis. Nos retrotrae a otro tiempo, y el estado de violencia que generó y perduró durante cuatro décadas. Pienso en cómo quienes ganaron la guerra hace casi 90 años, que salieron indemnes durante la Transición y que en muchos casos aceptaron a regañadientes su resultado, lo que pretenden es volver a retomar el poder en su totalidad. He comentado en varias ocasiones que en la actualidad, a diferencia de ese tiempo, faltan los militares, los mismos que no tuvieron reparo en aplicar la terapia de choque que se llevó por medio a cientos de miles de personas y la libertad de millones. De nuestros días me vienen a la mente las imágenes de EEUU, en enero de 2020, con decenas de miles de personas, partidarias de Donald Trump, asaltando el Capitolio en Washington; o de Brasil, en el mismo mes pero de 2023, con otras tantas miles de personas, seguidoras de Jair Bolsonaro, haciendo lo propio ante la sede del Congreso en Brasilia. En ambos casos, rechazando los resultados electorales e intentando evitar que fuera investido quien iba a asumir ante la cámara legislativa la responsabilidad de dirigir el país. ¿Es lo que se pretende hacer en España? Desde la calle Ferraz, donde cada noche llevan días concentrándose miles de personas frente a la sede del PSOE, se han hecho varios intentos de ir hacia el Congreso. ¿Amagos? ¿Ensayos? ¿Un calentamiento de cara a hacerlo realidad? El fascismo de nuestros días adquiere formas distintas a las que tuvo en los años 20, 30 y 40 del siglo pasado en Italia y Alemania, o durante 40 años en España. Pero el objetivo es el mismo: imponer por la fuerza una única forma de entenderlo todo.