Ayer se celebró la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Francia. Y los resultados han permitido que Emmanuel Macron, con el 27'8% de los votos, y Marine Le Pen, con el 23'1%, pasen a la segunda para disputar la presidencia del país. Se repite, así, lo ocurrido en 2017. El candidato más preclaro de la izquierda, Jean-Luc Mélenchon, ha obtenido el 22%, acercándose a la candidata de extrema derecha. Bastante por detrás ha quedado el resto de contendientes, destacando el 7'1% de Éric Zemmour, aún más extremo que Le Pen; el pobre 4'8% de Valérie Pécresse, representante de lo que queda de gaullismo; o el paupérrimo 1'8% de la socialista Anne Hidalgo.
Por bloques, la extrema derecha ha sumado el 30'2%; la derecha, el 37'8%; y la izquierda, el 32'1%, incluyendo en ella a Los Verdes (4'6%) y el Partido Socialista. Unos resultados que, sin contar el 35% de votantes que se han abstenido, podrían dar una idea de cómo está posicionada políticamente la sociedad francesa. Algo que quizás habría que matizar, dado que el centrista liberal Macron se ha beneficiado, a su izquierda y a su derecha, de votantes que han optado por lo útil.
Lástima que Mélenchon, por tan sólo 421.420 votos (1'1%), no haya podido superar a Le Pen. Lo ha tenido muy difícil, después de la retahíla de improperios y falsedades lanzada desde los medios de comunicación y candidatos conservadores, verdes y socialistas. La misma Anne Hidalgo llegó a acusarlo de ser "el candidato de Putin". Mélenchon podría haber aprovechado también los 1.288.783 votos (3'7%) que han obtenido por separado los tres candidatos de la izquierda radical (2'3%, el Partido Comunista). Hubiera supuesto la posibilidad de confrontar la apuesta neoliberal y atlantista que representa Macron con la progresista, popular y antiatlantista del candidato de la Francia Insumisa.
Lo previsible es que Macron repita la victoria sobre Marine Le Pen. En Francia, donde la extrema derecha no para de fortalecerse, lo más probable es que siga haciéndose valer por parte de buena parte de su población el cordón sanitario contra la extrema derecha xenófoba, patriarcal y protofascista.