En este país donde vivimos no se para de repetir lo de la independencia del poder judicial, que hay que dejar actuar a la justicia, que estamos en un estado de derecho... Monsergas, después de lo que estamos viendo continuamente. Lo último, el enésimo recurso contra Carles Puigdemont. Detenido a instancias de las autoridades españolas ayer en la isla de Cerdeña, que forma parte del estado italiano, acaba de ser puesto en libertad. La justicia belga, alemana, británica, suiza y ahora la italiana no han dejado de rechazar, una tras otra, las peticiones hechas desde España pata detener a las personas que salieron de España tras las actuaciones judiciales consecuencia del procès. Desde las instancias comunitarias la cosa no le va mejor a la justicia de este país nuestro. Juristas españoles de prestigio siguen hablando de ridículo. Y de lo propiamente político, ¿qué podemos decir? Sigue instalada, sobre todo en los partidos de la derecha, la idea de que sólo sirve la mano dura para resolver los problemas políticos. Una parte importante de los poderes del estado, entre los que se encuentran sectores de la justicia, siguen manteniendo una postura retrógrada, enfermiza y antidemocrática. Pese a ello, una percepción de una buena parte de la sociedad española es que la justicia, como ocurre con otras instancias del estado, es claramente parcial. Lo que explica que el rey emérito siga libre de toda carga en su retiro dorado en el paraíso de los Emiratos Árabes. Que dirigentes y cargos del PP, así como de su entorno, se mantengan impunes en los casos de corrupción. Que se siga exonerando de delitos de todo tipo a las grandes empresas. Que hayan gente que tenga que soportar sentencias fuera de todo criterio de justicia en situaciones de desahucios, de agresiones y crímenes contra mujeres, las personas de los colectivos de LGTBI e inmigrantes... El país nuestro de cada día. ¡Ay!
(Imagen: portada del diario italiano La Repubblica).