Hace algo más de cinco años la revista El Jueves publicaba una portada en la que resaltaba el crecimiento de los movimientos fascistas en Europa. En ese momento la visualización de ese movimiento político en nuestro país era bastante pequeña y no se tenía conciencia de que podría acabar siendo una realidad. Pero desde hace tres años, con la irrupción de Vox en las instituciones políticas -precisamente aquí, en nuestra Andalucía-, la cosa ha cambiado. Además de la presencia de ese partido en las instituciones autonómicas, central y europea, los grupos y la ideología de extrema derecha, en sus distintas variantes, se han irradiado por otros ámbitos. Uno de ellos son las redes sociales, donde hacen una apología profusa de los valores sobre los que se sustentan (nación y raza, de un lado, y antifeminismo, xenofobia, homofobia, transfobia, etc., de otro ) y van expandiendo sin tapujos noticias falsas sobre aquellas personas y aquellos colectivos sociales que no son de sus agrado. Y está también, claro está, el uso de las calles, donde se dejan ver con sus símbolos y mensajes, cuando no se dedican a acosar a determinadas personas, como ha ocurrido en la vivienda familiar de Pablo Iglesias e Irene Montero. Hace dos días alrededor de un centenar de fascistas desfiló por las calles del barrio madrileño de Chueca, dejando constancia de su odio hacia los colectivos LGTBI, mientras enarbolaban banderas con sus colores y símbolos. Todo un signo del tiempo en que nos encontramos, en el que el fascismo está más que presente.