Lucho Arce y Daniel Choquehuanca, candidatos del Movimiento Al Socialismo, han conseguido una victoria arrolladora en las elecciones presidenciales en Bolivia. Su 52'4% de los votos ha sido netamente superior a lo obtenido por los otros candidatos, que se han quedado en el 31'6% del derechista Carlos Mesa y el 14'1% del ultraderechista Fernando Camacho. Unos resultados contundentes, que han resarcido a Evo Morales y Álvaro García Linera por lo sufrido hace un año, cuando fueron derrocados mediante un golpe militar y policial, y se vieron obligados a marchar al exilio. Un golpe que fue apoyado por la oligarquía y amplios sectores de las clases medias del país, sin que faltara la acción del imperialismo norteamericano y sus aliados en la región.
Después de las dificultades con que se ha encontrado el MAS, los resultados pueden considerarse en cierta medida sorprendentes. Las encuestas, claramente manipuladas, anunciaban el triunfo de sus candidatos, pero por un margen estrecho, siendo necesaria una segunda vuelta, en la que la suma de votos de los candidatos de la derecha se presuponía que iba a aupar a Mesa a la presidencia. Pero no ha sido así, pese a los obstáculos continuos que han ido poniendo: retraso en las elecciones, control de la información por los medios de información, represión a los movimientos populares, obstrucción a los candidatos al parlamento, rechazo de observadores internacionales... Lo último ha sido el anuncio en las horas previas a la jornada electoral de que no se iba a dar información sobre el recuento hasta que los resultados no fueran completos.
Sospecho que puede haber reacciones contrarias por parte de quienes han sido derrotados. Lo iremos viendo con el paso de las horas y de los días. Pero, de entrada, estamos ante una muy buena noticia para el pueblo boliviano y también para el resto de países latinoamericanos. Desde hace unos pocos años se han visto azotados por una ola reaccionaria que ha paralizado en gran medida el proceso de avances sociales y políticos que se inició con la llegada del nuevo siglo, poniendo en duda el poder de sus oligarquías y de la hegemonía estadounidense. Y lo que está sucediendo en Bolivia podría ser el inicio de una nueva fase.