Cantata por el aniversario de la muerte de
Lenin
Al
morir Lenin,
un
soldado de la guardia, según se cuenta,
dijo
a sus camaradas: Yo no quería
creerlo.
Fui donde él estaba
y le
grité al oído: “Ilich,
ahí
vienen los explotadores”. No se movió.
Ahora
estoy seguro de que ha muerto.
Si un
hombre bueno quiere irse,
¿con
qué se le puede detener?
Dile
para qué es útil.
Eso
lo puede detener.
¿Qué
podía detener a Lenin?
El
soldado pensó:
si
oye que los explotadores vienen,
puede
que estando sólo enfermo se levante.
Quizás
venga con muletas.
Quizás
haga que lo traigan
pero
se levantará y vendrá
para
luchar contra los explotadores.
El
soldado sabía que Lenin
había
peleado toda su vida
contra
los explotadores.
Cuando
terminaron de tomar por asalto
el
Palacio de Invierno, el soldado
quiso
regresar a su hogar, porque allí
se
habían repartido ya las tierras de los propietarios.
Entonces
Lenin le dijo: quédate,
todavía
hay explotadores,
y
mientras haya explotación
hay
que luchar contra ella.
Mientras
tú existas,
tienes
que luchar contra ella.
Los
débiles no luchan.
Los más fuertes quizás
luchan una hora.
Los
que aún son más fuertes, luchan unos años.
Pero
los más fuertes de todos luchan toda su vida.
Éstos
son los indispensables.
Elogio del revolucionario
Cuando
la opresión aumenta,
otros
se desaniman,
pero
su valor crece.
Él
organiza la lucha
por
un centavo de sueldo, por el agua de té,
por
el poder del Estado.
Le
pregunta a la propiedad:
¿De
dónde surgiste?
Le
pregunta a las opiniones:
¿A
quién sirven ustedes?
Donde
siempre callan todos,
allí
hablará él.
Y
donde reina la opinión y se habla del destino,
él
dará los nombres.
Donde
él se sienta a la mesa,
se
está sentando la inconformidad a la mesa.
La
comida se echa a perder
y en
seguida se ve lo estrecho que es el cuarto.
A
donde le echen,
allí
irá la insurrección;
y en
el sitio
de
donde lo expulsen
seguirá
reinando la intranquilidad.
Por
la época en que Lenin murió y faltó
se
había obtenido la victoria, pero el país estaba destruido.
Las
masas habían despertado,
pero
el camino estaba oscuro.
Al
morir Lenin,
los
soldados se sentaron sobre las piedras del camino y lloraron
y los
obreros abandonaron las máquinas
y
agitaron los puños.
Al
irse Lenin, fue
como
si el árbol le dijera a las hojas:
Me
marcho.
Desde
entonces han pasado quince años.
Una
sexta parte de la tierra
está
liberada de la explotación.
Cuando
se grita: “Ahí vienen los explotadores”,
las
masas siempre se yerguen de nuevo,
dispuestas
a luchar.
Lenin
está inscrito
en el
gran corazón de la clase obrera.
Él
fue nuestro maestro.
Él
luchó con nosotros.
Él
está inscrito
en el
gran corazón de la clase obrera.
Los tejedores de alfombras de Kujan-Bulak
honran a Lenin
1
Múltiples
veces -y con generosidad- ha sido honrado
el
camarada Lenin. Bustos se le han erigido
y
también estatuas.
Ciudades
y niños llevan su nombre.
En
todas las lenguas se pronuncian discursos
celebrándole.
Desde
Shanghai a Chicago en su honor se organizan
mítines
y manifestaciones,
mas
veamos cómo
los
tejedores de alfombras de Kujan-Bulak,
pequeña
aldea al sur del Turquestán,
a
Lenin honraron.
Cada
noche, allí, veinte tejedores tiritando se alzan
del
miserable telar. Ronda la fiebre.
En la
estación ferroviaria zumban
los
mosquitos que en densa nube suben de la ciénaga
que
hay detrás del cementerio de camellos.
Pero
el ferrocarril, que cada dos semanas
trae
agua y humo,
trae
también un día la noticia de que próximamente
va a
celebrarse la fiesta en honor del camarada Lenin.
Y
todo el pueblo de Kujan-Bulak,
tejedores
de alfombras, pobres gentes,
decide
que el camarada Lenin también tenga
allí
un pequeño busto.
Estremecidos
por la fiebre el día de la colecta acuden todos
y con
mano temblorosa entregan,
los
copecs tan duramente ahorrados.
Y
Stepa Gamalev, soldado
del
Ejército Rojo, escrupuloso contador y hombre despierto,
se
congratula de ese deseo unánime de celebrar a Lenin.
Mas
sus ojos atentos también han visto
temblar
las manos,
y eso
le lleva a hacer de pronto una propuesta:
El
dinero para el busto se gastará en petróleo
que
se derramará sobre la ciénaga
que
hay detrás del cementerio de camellos,
de
donde vienen los mosquitos que
la
fiebre causan.
Así,
combatiendo la fiebre en Kujan-Bulak
se
honrará al desaparecido
pero
siempre presente camarada Lenin.
La
propuesta se aceptó, y el día
del
homenaje, portando uno tras otro sus abollados baldes
llenos
del líquido negro, se encaminaron todos a la ciénaga,
y
allí lo derramaron.
Honrando
a Lenin a sí mismos se beneficiaron
y le
honraron beneficiándose a sí mismos.
Aquellos
hombres le habían entendido.
2
Ya
hemos visto cómo el pueblo de Kujan-Bulak
honró
la memoria de Lenin. Derramado
el
petróleo sobre la ciénaga, aquella misma noche,
se
celebró una asamblea y en ella
alguien
propuso colocar en la estación
una
placa donde se relatase
el
suceso con referencia expresa al cambio de plan
y al
trueque del busto de Lenin por el petróleo salvador:
y
todo ello en homenaje a Lenin.
Así
se decidió
y así
se hizo.