sábado, 8 de agosto de 2020

Murió Pere Casaldáliga, pionero de la teología de la liberación


Había nacido en un pueblo de 
la provincia de Barcelona en 1928, pero cuarenta años después se trasladó al estado brasileño de Matto Grosso, en el interior de las comunidades de la Amazonía, y allí se quedó para siempre. Contó en ello la influencia de los aires nuevos surgidos en el Concilio Vaticano II. Aun formando parte de la orden claretiana, caracterizada por su ortodoxia católica, su contacto con la dura realidad de quienes allí vivían supuso un cambio en su manera de entender la práctica cristiana. Fue uno de los pioneros de la teología de la liberación, que abrió un nuevo horizonte de compromiso de buena parte del mundo católico con la dura realidad circundante. La de una violencia sistémica que se ejercía, en plena dictadura militar y ha seguido posteriormente, sobre las poblaciones indígenas, que estaban siendo ninguneadas, expoliadas y explotadas. Fue tal su compromiso, que acabó siendo conocido como el "obispo del pueblo". No le faltó ser amenazado de muerte, porque su ejemplo ponía en entredicho al poder político, a la oligarquía que se veía señalada y a quienes hacían de la religión pura apariencia social. Su relación con los papas de Roma fue dispar. Fue apoyado por Pablo VI, que lo había nombrado obispo en 1971 y que advirtió a quienes querían matarlo. Fue denigrado por Juan Pablo II, que hizo del anticomunismo su bandera y consideró a la teología de la liberación de pecaminosa. Ya jubilado, siguió viviendo con su gente, la que le había adoptado décadas atrás, y no cambió el sentido de su vida. La llegada del nuevo papa, Francisco, le insufló la dosis de esperanza para conseguir que este mundo deje de ser un infierno para quienes, pobres, dejen de serlo. Ya se sabe, si existen, es que hay quienes se han quedado con lo que necesitan. Casaldáliga, el mismo que llegó a decir cosas como: "Me llamarán subversivo. / Y yo les digo: lo soy. / Por mi pueblo en lucha vivo. / Con mi pueblo en marcha voy".