miércoles, 12 de febrero de 2020

Un artículo de Rafael Poch de Feliu para la reflexión: el riesgo de destrucción planetaria



















Hace un par de días la revista Ctxt publicó un artículo que debe ser motivo de reflexión: "A dos minutos del suicidio. Nunca el reloj del día del juicio había marcado tal nivel de peligro global". La segunda parte del título puede resultar apocalíptico en sentido religioso por el empleo del término "día del juicio". Pero, más allá de su carácter simbólico, no lo es: sólo es un préstamo literario que tomó en 1947 el grupo de científicos que participaron en el Proyecto Manhattan y que denominaron como Doomsday Clock. Aterrorizados por lo que habían creado algunos años antes -la bomba atómica, experimentada sobre dos ciudades japonesas en el verano de 1945-,  se dedicaron a evaluar anualmente el riesgo de catástrofe que tenemos en el planeta y de supervivencia como especie. El grupo se ha ido renovando en sus componentes a lo largo de los años, de manera que actualmente, como nos indica Poch, en él "se encuentran no pocas personalidades académicas liberales de Estados Unidos, algunas de ellas exmiembros de la administración presidencial. En su junta de patrocinadores hay trece premios Nobel". 


Tres son las variables que analiza el Grupo de Científicos Atómicosel calentamiento global, la proliferación de la capacidad de destrucción masiva, y la desigualdad social y regional. Y sobre ellas establece el grado de riesgo de catástrofe global que tenemos. Hace unos días anunciaron las conclusiones a las que han llegado sobre el año 2019, algo que, lejos de ser optimistas, son poco halagüeñas: "la situación de la seguridad internacional es ahora más peligrosa que nunca, incluso más peligrosa que en el apogeo de la Guerra Fría". 


Y en esa degradación, que tiene una responsabilidad colectiva de quienes dirigen el mundo, sobresale el papel que está jugando el gobierno de EEUU, con Donald Trump al frente. Y a ello no resultan ajenos asuntos como la retirada unilateral en acuerdos nucleares internacionales (como el alcanzado con Irán, el de misiles de alcance medio en Europa y el de no sobrevolar el territorio del competidor), el anuncio de no renovar el acuerdo START sobre misiles de largo alcance, las diferencias que sigue manteniendo con Corea del Norte e incluso la actitud adoptada en "tono de intimidación y burla hacia sus competidores chinos y rusos”. 


Tampoco resulta ajeno que en el problema del cambio climático sea también el gobierno de EEUU quien haya dado un paso más en su reiterada actitud displicente ante una realidad tan palpable. Lo último que ha hecho ha sido encabezar la retirada del Acuerdo de París que se estableció en 2015 y fue firmándose al año siguiente por los distintos países. La postura de Trump y su corte de aduladores está llevando a que le imiten otros gobernantes. Es lo que  ha hecho, por ejemplo, el de Brasil, con Jair Balsonaro a la cabeza, que está poniendo en riesgo extremo el futuro de la Amazonía.


Y en cuanto a las desigualdades sociales y territoriales, las conclusiones del grupo, coincidiendo con otras instancias, certifican que siguen incrementándose dentro de esa espiral especulativa que tiene de nuevo a EEUU como centro del engranaje. Sí, la primera potencia mundial, capaz de intervenir militarmente o por otras vías donde quiera, indiferente ante el coste humano y material que genera. La misma potencia que es capaz de liderar el riesgo de autodestrucción con el incremento de la tensión nuclear y su actitud evasiva ante el calentamiento del planeta. La misma que sobrevive económicamente gracias al enjuague que lleva a cabo su máquina de emitir dólares, con la que se realiza la mayor parte de las transacciones internacionales.  

(Imagen: Centro Sereno Regis)