Poeta y cantante, quizás sus facetas más conocidas -indisolubles, asociadas-, fue como supe de él ya durante mi estancia -lejana en el tiempo- en Bulgaria. Ahora he sabido que ha sido mucho más: novelista destacado y editor de la revista literaria soviética más prestigiosa en su tiempo -ya desaparecida-, la Literaturnaya Gazeta.
Nacido en el propio Moscú e hijo de georgiano y armenia, acabó haciendo del barrio de Arbat su ecosistema existencial, lo que explica la ubicación del monumento hecho en bronce que le han dedicado. Su autor, el artista armenio Giorgi Frangulian, lo concibió como el deambular del personaje por los callejones y patios del barrio, en cuyos arcos ha dejado grabados muchos de sus versos. Erigido el 8 de mayo de 2002, la elección de la fecha no fue un mero azar: coincide con su día de nacimiento y con lo que en la Rusia de hoy, como se hacía en la antigua URSS, se conmemora el Día de la Victoria contra el nazismo.
La vida de Okudyaba resulta paralela a la propia existencia de la URSS. Hijo de militantes comunistas, que sufrieron los rigores de la represión estalinista, fue combatiente durante la Gran Guerra Patria, tras la cual inició su carrera en el mundo del periodismo y la literatura. Su dedicación a la poesía y la música fue secundaria, si bien con el tiempo se convirtió en lo que le dio mayor satisfacción y notoriedad. Sus canciones, de melodías sencillas y con un estilo inspirado en George Brassens, se difundieron a través de grabaciones caseras hechas mediante magnetófonos.
Precisamente fue así como las conocí durante mi estancia en Sofía. Era a mi compañero de habitación en la residencia universitaria, Georgi Szondy, a quien gustaba escucharlo, sin que por mi parte fuera capaz de entender el significado de las letras, más allá de sus breves comentarios sobre su estilo de rapsoda. Y como anécdota, en algunas ocasiones llegamos a hacer un pulso entre las canciones que reproducía con su aparato y las que por mi parte cantaba de Pablo Milanés.
Estos días he estado buscando sus canciones y, a la vez que las he escuchado, he recopilado algunas de sus letras traducidas al castellano, cuyo contenido poético resulta más que interesante. Una muestra la podemos ver en "Los patios de la calle Arbat", un poema de 1959 y una de las tantas canciones que dedicó a su barrio:
No quiero
honores ni riquezas,
ni nada más
por el camino,
a excepción
de mi barrio
que es la única
gran cosa que tengo.
En mi
mochila lo puse
preparándome
para el paseo
por el patio no tan reputado,
pero con un
alma humana.
Soy amable
con eso, fuerte, seguro y sano.
¿Qué más
necesito por una vez?
Toco su
suelo afectuoso
para
calentar mis manos congeladas.