Existe cierta
incertidumbre derivada del lento proceso de recuento de los votos y de las
interferencias que están provocando los grupos opositores. Pero el caso es que
con el 99,2% del censo escrutado, la victoria de Evo Morales con casi el 47% de los votos y 10,4% de diferencia sobre el
segundo candidato, Carlos Mesa,
permitiría que no fuera necesaria una segunda vuelta. De lo que no hay duda es
que se está ante su cuarta victoria consecutiva desde que en 2006 accediera a
la presidencia del país.
Sin embargo, Mesa nunca ha
reconocido los resultados por considerarlos fraudulentos y por ello ha hecho un
llamamiento a la movilización de la gente. Cuenta con el apoyo de la oligarquía
del país y los sectores sociales intermedios más favorecidos, de la mayor parte
de los medios de comunicación, de la OEA y, por supuesto, de EEUU. Está por ver
el comportamiento del ejército, con una tradición golpista, pero hasta ahora
neutralizada por Morales durante su mandato. Él mismo ha denunciado que se está
preparando un golpe de estado. En todo caso, el riesgo de que la situación se
deteriore es grande.
Nada de lo que está
ocurriendo es extraño. Antes de la llegada a la presidencia de Morales Bolivia
estaba en quiebra financiera y sufría extremas desigualdades sociales, una
elevada corrupción y un escandaloso atraso económico. Eran las consecuencias de
las medidas neoliberales implementadas durante los mandatos de Gonzalo Sánchez
de Losada y del propio Carlos Mesa, que fue primero su vicepresidente y luego
pasó a sustituirlo.
Desde 2006 los sucesivos
gobiernos del Movimiento al Socialismo (MAS) han hecho que la situación haya
cambiado extraordinariamente. La nacionalización de los hidrocarburos ha
permitido que se haya producido un aumento anual del PIB en un 5% anual y, a la
vez, la redistribución de la riqueza, que se ha complementada con un aumento sustancial
del gasto público y la extensión de los derechos sociales, sin olvidar los que
se corresponden con las comunidades indígenas..
Como resultado Bolivia
es hoy una sociedad más justa: se ha reducido la pobreza severa de casi el 40%
al 15% y la pobreza moderada ha pasado de las dos terceras partes a un
tercio; casi se han quintuplicado los salarios; se ha generalizado el acceso de
las familias a los servicios de energía; se ha extendido y modernizado la red
de transportes; ha desaparecido el analfabetismo entre las edades jóvenes y han
aumentado espectacularmente las tasas de educación; se han construido numerosas
instalaciones sanitarias y han mejorado los servicios; ha aumento en diez años
la esperanza de vida, que ha alcanzado los 74...
Estamos en la primera
fase de una ofensiva que no se sabe cómo puede acabar. Bolivia es una presa
preciada, entre otras cosas porque hasta ahora parecía el país más estable
desde que a finales del siglo XX se inició el ciclo de gobiernos progresistas
en América Latina. Ya veremos qué puede pasar.