De ser así, estaríamos ante un tercer actor por la izquierda, fragmentándola aún más y allanando el camino para que los grupos de la derecha puedan coger las riendas del gobierno.
Se constataría, así, la ruptura definitiva de Podemos, que sigue haciendo aguas por todos los lados: en la cúpula y en los distintos ámbitos territoriales. Lo último por ahora, en Andalucía, donde desde la corriente de anticapitalistas se apuesta por la confederalidad electoral. A través de la experiencia de Adelante Andalucía, donde convergen Podemos, IU y grupos andalucistas, se pretende imitar el modelo de confluencias como Galicia en Común o la catalana En Comú Podem.
Por otro lado, Alberto Garzón, en un entrevista publicada hoy en eldiario.es, ha lanzado una propuesta atrevida y de gran calado. Ha afirmado que "Yo sí veo un bloque histórico en el que estén Íñigo Errejón, Pablo Iglesias, Compromís, Ada Colau e Izquierda Unida", adelantándose a un escenario que resultaría poco halagüeño para la izquierda. Porque sería la única forma de cortar una posible hemorragia en el electorado situado a la izquierda del PSOE, además de abrir la posibilidad de atraer votos del electorado descontento de este último.
Lo veo como una apuesta unitaria electoral, no organizativa. Debería permitir, conseguidos los objetivos electorales, la autonomía de cada grupo y de las confluencias que se crearan en cada territorio. Requeriría de inteligencia, altura de miras y generosidad. Pese a las contradicciones que contendría, permitiría frenar dos posibles peligros. Uno, el triunfo de la derecha españolista, que sigue manteniendo importantes apoyos y ha demostrado capacidad de llegar a acuerdos de gobierno donde lo ha necesitado. Y otro, la formación de un gobierno del PSOE con el apoyo de Ciudadanos, algo que tan deseado por el propio PSOE y los poderes económicos.
La cosa está en el aire. Difícil, por supuesto, pero necesaria.