La estrategia trazada por Pedro Sánchez tras su defenestración como secretario general hace casi tres años se ha cerrado. Su escoramiento a la izquierda (podemización se llegó a decir), atendiendo al sentir mayoritario de la militancia del PSOE, le sirvió para ganar las primarias internas, luego conseguir los apoyos suficientes en la votación de la moción de censura y finalmente ser el partido más votado en las generales.
Ahora Sánchez y su núcleo tienen otras intenciones. Ya no miran tanto a la izquierda, excepto para seguir aprovechándose de ese electorado tan dado a transitar, dependiendo cómo, por el voto útil (al PSOE), la abstención o el cabreo (donde Podemos consiguió buenos réditos). Están mirando más hacia el centro, conscientes de varias cosas: que en el electorado de Ciudadanos hay mucho de eso y al que puede arañar los votos que la decepción de Rivera y su gente está causando por su desplazamiento hacia la derecha; que en su partido las baronías le siguen presionando para que se modere; y, quizás ante todo, que los poderes del sistema (económicos, fácticos, internacionales...), directamente o vía medios de comunicación, no dejan de actuar y vigilar sin piedad.
Sánchez y su núcleo siguen dilatando la cosa. No tienen prisa, porque disponen de varias cartas en la manga. Ven a la derecha fragmentada y a Ciudadanos que empieza a romperse. Ven también a Podemos debilitado organizativamente, altamente dependiente de su líder y su discurso del gobierno de coalición. No ven mal unas nuevas elecciones, que, a priori, beneficiarían a su partido. Están midiendo por ello el estado de opinión existente de cara a los apoyos directos e indirectos e incluso posibles coaliciones.
Sobre éstas en conjunto no se ve bien un gobierno de coalición entre PSOE y UP, sobre todo por el rechazo rotundo desde la derecha; en el electorado del PSOE, siendo más favorable a ella, no lo es de una manera tan rotunda como en el electorado de UP. Desde UP se está haciendo un esfuerzo por convencer a Sánchez y su núcleo en favor de un gobierno de coalición. Han conseguido el apoyo de CCOO y UGT. Algo que, pese a su valor simbólico, lo es menos efectivo.
¿Habrá un verano largo en lo político? ¿De miradas, gestos y faroles? ¿De desgaste por parte de quien no resista? Lo que sea, pero con el viraje al centro como horizonte. Por eso Sánchez quiere tener el campo libre. Al tiempo.