Días pasados la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, llamó al coordinador andaluz de IU, Antonio Maíllo, para comunicarle su intención de nombrar a Diego Valderas como comisionado de la Memoria Histórica de Andalucía. Ni que decir tiene que Maíllo rechazó que tal nombramiento contara con el consentimiento de IU, a la vez que consideró la iniciativa como una agresión política a su organización. Inicialmente Valderas aceptó el nombramiento, quitando hierro a la reacción surgida en su grupo. Ayer mismo el PCA, partido en el que milita Valderas, hizo público un duro comunicado, advirtiendo que su actitud podría ser motivo de expulsión. Esta mañana, finalmente, quien fue vicepresidente de la Junta de Andalucía, ha tomado la decisión de no aceptar la propuesta de Díaz.
He estado estos días, desde el primer momento, tentado a escribir algo al respecto. Personalmente me dolió la actitud de Valderas. No se trata de un personaje cualquiera. Llegó a ser presidente del Parlamento de Andalucía entre 1994 y 1996, coordinador andaluz de IU entre 2000 y 2013, y vicepresidente de la Junta de Andalucía y consejero de presidencia entre 2012 y 2015. En suma, un dirigente de primera línea y quien ha alcanzado el máximo nivel institucional en su comunidad.
No podemos olvidar en todo esto el papel que jugó la propia Díaz en la ruptura de pacto de gobierno entre el PDSOE e IU, allá por 2015. Fue cuando llegó a retirar, primero, las competencias de la consejera de Vivienda por un asunto en que la justicia acabó dando la razón a la consejera de IU. Cuando, a finales de año, denunció al propio Valderas por el viaje que tenía proyectado para visitar los campamentos de refugiados saharauis. Y, en fin, cuando acabó dinamitando el pacto de gobierno, eso sí, una vez que había conseguido el apoyo a los presupuestos y en los que se contemplaban el desarrollo de importantes medidas. La excusa, que no iba a permitir que una consulta interna de IU, convocada para mese después con el fin de evaluar el cumplimiento del acuerdo, pudiera condicionar su mandato.
Creyendo que eso iba a ser el fin de IU, pues sabía de la competencia que en ese momento suponía Podemos, lanzó el reto, para lo que convocó unas elecciones en 2016. Los resultados no fueron los deseados para casi ningún grupo: el PSOE fue el grupo más votado, pero sin mayoría para poder gobernar, lo que lo llevó a tener que pactar con Ciudadanos; el PP se quedó, una vez más, sin posibilidades de gobernar; Podemos no alcanzó las expectativas que esperaba en un principio, entre otras cosas porque IU mantuvo un nivel de representación modesto y digno, en gran medida fruto de una campaña electoral extraordinaria, con una entrega abnegada de su militancia y el reconocimiento de una parte de su electorado.
Así las cosas, la señora Díaz, derrotada en su batalla interna por conseguir la secretaría general de su partido y después de haber dejado abandonada la gestión política en Andalucía, no ha tenido otra cosa que volver a atacar a IU. Ha buscado para ello a una persona, Valderas, que siempre se mostró más remiso a hacer frente a la ruptura del pacto de gobierno en Andalucía. Una jugada que me recordó en parte a la que en 2009 llevó a cabo el entonces presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, cuando nombró a Rosa Aguilar consejera de Obras Públicas.
IU no ha dejado de sufrir ataques duros desde las filas del PSOE. El último parece que ha fracasado. No sería bueno para Andalucía que IU desapareciese. Dispone de recursos políticos y humanos de primer orden. Tiene capacidad actuar por su propia iniciativa. Lo ha hecho en su mayor parte desde la oposición, pero cuando le ha correspondido gobernar, en los ayuntamientos principalmente y en el corto tiempo de gobierno andaluz, lo ha hecho con dignidad en la mayor parte de las ocasiones. Ha cometido errores, pero ha tenido capacidad para enmendarlos y me consta que en ello se ha implicado la militancia de una forma prácticamente permanente.
Me he informado acerca de la respuesta de Maíllo ante la llamada de Díaz. Estoy seguro que la militancia en su mayoría la ha apoyado. Sé de su valía política y personal, como lo demostró ayer en el debate del Parlamento andaluz. ¡Qué diferencia existe entre la presidenta de la Junta y el coordinador de IU en Andalucía! La primera, salida de las entrañas de un aparato político, sin otro mérito y aprendizaje que no haya sido más que el saber medrar a base de arrimarse y codearse. El segundo, bregado en el trabajo diario de los estudios, la docencia y la lucha política en la calle.