Assassins
de raons, de vides,
que mai no
tingueu repòs en cap dels vostres dies
i que en la
mort us persegueixin les nostres memòries.
No fue un hecho aislado. Ni un producto del azar. Ni una locura de los mandos policiales. Fue una advertencia. Una llamada de atención. En muchas ciudades y pueblos las movilizaciones estaban llenando las calles, cerrando los centros de trabajo, ocupando las universidades... La lucha contra la dictadura crecía. Había que parar eso. Y la muerte era una forma de hacerlo. Sólo en Vitoria hubo cinco.
(Imagen: marzo de 1976)