Se
trata de una de las dos comunicaciones enviadas al Congreso “Las otra
protagonistas de la Transición. Izquierda radical y movilizaciones sociales”,
celebrado en Madrid durante los días 24 y 25. El texto no tiene notas a pie de
página, como se indicaba en las condiciones de participación, si bien
posteriormente se enviará el texto definitivo, donde podrán hacerse las
modificaciones pertinentes e incluir las notas que se consideren oportunas. Su contenido también se encuentra en la página electrónica del Congreso, dentro de la mesa "La experiencia militante: memorias y trayectorias".
I. Seis
años de Historia
Los primeros momentos (de septiembre
de 1974 a septiembre de 1975)
Los
orígenes del Partido de Trabajo de España (hasta 1975, Partido Comunista de
España Internacional) y de la Joven Guardia Roja en Salamanca se encuentran en
el verano de 1974, con la llegada a la capital de un militante procedente de
Valladolid con el fin de sentar las bases de una organización en la ciudad.
Pronto captó para la JGR a varios estudiantes, que ya se habían destacado en
asambleas, manifestaciones y actos antifranquistas.
A lo largo
de 1975 fue cobrando más vida, mejorando su organización e integrándose en la
Junta Democrática (que dio paso a la nueva denominación de PTE), participando
en la creación de juntas democráticas de base. Tuvo que rivalizar con otros
grupos de izquierda más implantados: sobre todo, el PCE, pero también las
Plataformas Anticapitalistas, Liberación y LCR.
La
militancia mantuvo un elevado grado de activismo, que contrastaba con las
mayores preocupaciones teóricas de otros grupos. Pese a ello la dirección
regional mantuvo una fuerte presión contra lo que consideraban un
comportamiento tachado de “liberal” en parte de una militancia acostumbrada a
compatibilizar sus tareas políticas con las más lúdicas.
Entre la crisis y la reorganización
(de septiembre 1975 a septiembre de 1976)
Las
movilizaciones contra las ejecuciones de septiembre de 1975 tuvieron
repercusiones muy negativas. La detención de uno de sus militantes durante una
manifestación casi llevó al desmantelamiento del grupo. Pronto la situación fue
recomponiéndose tras la salida de la cárcel de los detenidos y la llegada de
más militantes. Ésta fue mayor en institutos y asociaciones juveniles de
barrio, donde actuaba la JGR. El movimiento obrero empezó a ganar algún adepto,
aunque era su talón de Aquiles. En general la militancia estuvo presente en las
distintas movilizaciones del momento: universitarias, antinuclear, vecinales,
huelga de la construcción, matanza de Vitoria o por la amnistía. Incluso llegó
a fletar los autobuses del Festival de los Pueblos Ibéricos de Madrid.
A
principios de 1976 la JGR impulsó la Asociación Democrática de la Juventud, lo
que la abrió a nuevos ámbitos, sobre todo de los barrios, llevando a cabo
durante el verano una actividad intensa, incluidas las movilizaciones de
protesta por el asesinato de Francisco Javier Verdejo en Almería.
La recuperación (de septiembre de
1976 a junio de 1977)
La llegada
de un nuevo cuadro político desde Valladolid potenció la célula de movimiento
obrero, que empezó a sentar las bases de lo que sería la Confederación de
Sindicatos Unitarios de Trabajadores. La militancia universitaria prácticamente
se renovó, a la vez que diversificó sus actividades entre lo propiamente
estudiantil, las mujeres, a través de la Asociación Democrática de la Mujer o
las amas de casa, y el apoyo a los barrios. No faltó la relación con la Unión
Democrática de Soldados con los jóvenes que llegaban para hacer la mili. La
JGR, en fin, prosiguió extendiéndose en los institutos y barrios.
Pese a
ello, el PTE seguía siendo un grupo limitado en número, compuesto por gente muy
joven y todavía con un claro predominio de estudiantes. Los intentos por llegar
al profesorado e incluso al mundo rural fueron infructuosos.
La
presencia en las movilizaciones no faltó nunca, como la lucha por la amnistía,
la primera habida en favor de la autonomía de Castilla y León, el entierro del
abogado de la calle de Atocha Serafín Holgado e incluso la convocatoria en
solitario de una manifestación el mismo día que se celebró el referéndum de la
reforma política.
Las elecciones de junio de 1977
En las
semanas anteriores a las elecciones desplegó una gran actividad, incluida la
venta callejera de La Unión del Pueblo,
el nuevo periódico surgido tras la unificación con el PCU. No faltaron
actividades de diverso tipo para recaudar fondos y la apertura de una sede
céntrica, que permitió visibilizar la presencia en la capital.
Dentro del
Frente Democrático de Izquierdas el PTE configuró una lista con la presencia de
la JGR, la CSUT, la ADM y el Partido Socialista Independiente, que encabezó
efímeramente la candidatura. Entre los actos organizados, incluso por varios
pueblos, llegó casi a llenar el Pabellón Municipal de Deportes.
Los
resultados electorales fueron 872 votos y 0,45%. El hecho de haber podido
exhibirse ante la población, con el doble efecto publicitario y catárquico, fue
valorado positivamente por la militancia. La decepción vino de otros lugares (Barcelona,
Sevilla, Madrid), donde se habían albergado esperanzas.
Legalización y adaptación a una
nueva situación (de julio de 1977 a enero de 1978)
El impacto
de las elecciones alejó a una parte reducida de la militancia, aunque en líneas
generales el grueso se mantuvo. A la vez continuó el crecimiento y se buscaron
nuevas formas de organización, más acordes con una realidad política nueva. A
ello contribuyó la legalización el 9 de julio. Una campaña de afiliación tuvo
bastante éxito inicialmente, hasta el punto que la militancia rozó el centenar.
Se formaron un comité provincial y un comité ejecutivo. Se sustituyeron las
antiguas células sectoriales por otras territoriales (barrios y Béjar), si bien
pronto se acabó volviendo a lo anterior, principalmente orientándose a la
organización de la CSUT, la Universidad y el desarrollo de la JGR.
Las
prioridades políticas se centraron en la lucha contra la política económica del
gobierno y por autonomía castellano-leonesa, acompañada de la participación en
movilizaciones, el empleo de los medios de comunicación, la venta de La Unión del Pueblo, etc.
Una nueva reorganización (de enero
de 1978 a marzo de 1979)
La marcha a
Valladolid de los dos principales dirigentes obligó a un reajuste en las
responsabilidades, lo que supuso un estilo de trabajo de mayor colaboración y
con una toma de decisiones más participativa. Aun con ello la situación interna
tendió a hacerse más difícil por el progresivo distanciamiento de militantes. A
eso se unía la preocupación por determinados comportamientos, que fueron motivo
de discusiones. En el estudiantado se criticó la tendencia a priorizar la
discusión política y entre la gente del mundo del trabajo, su mayor dedicación
al sindicato.
Políticamente
se siguieron priorizando los temas antes aludidos, a los que se añadió en el
último trimestre de 1978 el debate sobre la Constitución. El agravamiento de la
crisis económica dio lugar a varios conflictos laborales, en los que a través
de la CSUT se intentó incidir: luchando contra el gobierno y denunciando lo que
se consideraba como reformismo sindical de CCOO y UGT. La celebración del 1 de
mayo de 1978 escenificó un distanciamiento que luego se reprodujo durante la
huelga de la construcción en verano y la de la fábrica Papelera, a principios
de 1979. En las primeras elecciones sindicales la CSUT tuvo unos resultados
modestos, pero acordes con los sectores donde tenía presencia: 15 delegados y
delegadas, que representaban el 1,32% del total, y que se circunscribían sobre
todo al Hospital Clínico, la Papelera, ACUSA (comercio) y la hostelería.
En cuanto
al debate en torno a la Constitución se apoyó, salvo alguna discrepancia, el
cambio de postura de la dirección federal, que había acabado propugnando un sí
crítico. La célula universitaria organizó con éxito unas jornadas en la
facultad de Derecho, dada la altura académica de quienes intervinieron, el
numeroso público que asistió y la calidad de los debates, donde faltaron
posturas diversas.
Las elecciones generales y
municipales de 1979
Las
elecciones generales se plantearon con el objetivo ver reconocido el trabajado
realizado y ser la primera fuerza política a la izquierda del PCE. Los
resultados siguieron siendo muy modestos, aunque supusieron un avance en votos:
1.133 y 0,6%, en la provincia, y 653 votos y 0,85%, en la capital. Fueron
valorados positivamente y más teniendo en cuenta que en Salamanca se
presentaron cinco listas de la izquierda radical. El que el PTC-L fuera el más
votado se puede explicar por una implantación más estable, una mejor
organización y una mayor influencia social.
La no
obtención de diputados llevó a que las dirigencias del PTE y la ORT anunciaran
la unificación, algo que fue acogido con ilusión en Salamanca. Ante la premura
de las elecciones municipales, la fórmula pactada de retirada de las
candidaturas del partido menos votado en las generales en cada municipio, llevó
a que fuera el PTC-L quien acabara presentándola en tres municipios. La lista
de la capital se correspondía con la composición de su militancia: mayor
presencia de personas del mundo del trabajo y la CSUT, y claro predominio de
varones y gente joven. En Arapiles y Santa Marta las candidaturas se
confeccionaron con independientes y gente de la CSUT. El comité de campaña lo
formaron miembros de los dos partidos.
Los
resultados en la capital decepcionaron, al no obtener una concejalía esperada:
1.353 y 2,1%. Pero la sorpresa vino de Santa Marta (20,6%), con dos
concejalías, y Arapiles, con tres (37,1%) frente a los cuatro de UCD.
La fusión PTE-ORT: el Partido de los
Trabajadores (de abril 1979 a enero de 1980)
La
unificación no generó problemas en el reparto de responsabilidades y durante el
verano se desarrolló una intensa actividad, relacionado con una nueva huelga en
la construcción, la oposición a la fábrica de combustible nuclear o solidaridad
con la revolución nicaragüense. El inicio del curso académico coincidió con el
debate sobre la LAU y el Estatuto de Centros Docentes, y en el mundo laboral,
con el del Estatuto de los Trabajadores, dando lugar a un otoño y un invierno
calientes, donde nunca faltó la presencia de la militancia del PT.
El proceso
autonómico se vio condicionado por la escasa representación del PT en la
región. Partidario de la vía artículo 151, la mayor presencia de la derecha
(UCD y AP) y la pasividad del PSOE y el PCE frenaron que se caminara en esa
dirección.
El final del Partido de los
Trabajadores (de enero a marzo de 1980)
Desde fuera
se fueron constatando dos culturas políticas diferentes, con un PTE que ya
había empezado a prestar más atención a los nuevos movimientos sociales
(ecologismo, pacifismo), sin renunciar a su tradicional vinculación con las
luchas obreras, y una ORT seguidora de unos presupuestos políticos y
organizativos más tradicionales. Otro factor fue el cansancio derivado del
fracaso político, patente en las cúpulas dirigentes y también en el constante
goteo de abandonos en la militancia.
La llegada
de noticias de las disensiones provocó en la antigua militancia del PTE un
reagrupamiento. La discusión del documento Una fuerza para una nueva
civilización, elaborado por Eladio García Castro y Enrique Palazuelos, fue
asumido por la mayoría de la militancia salmantina, que envió incluso a un
representante a la asamblea celebrada en marzo en Madrid, donde se acabó
decidiendo la autodisolución.
El paso
siguiente fue el de constituirse como colectivo autónomo, dedicado a la
reflexión y el debate político, y la participación en distintos movimientos,
una fórmula utilizada en muchos lugares. Este colectivo siguió manteniendo
contactos esporádicos, pero cordiales, con militantes de Valladolid.
Tras la autodisolución
Pronto la
militancia fue desperdigándose, a la vez que se orientó hacia otros grupos. Una
parte lo hizo hacia el Comité Antinuclear de Salamanca. La CSUT, por otro lado,
siguió funcionando durante algunos meses. Todavía en las elecciones sindicales
de 1980 consiguió alguna representación (8 delegados y el 0,7%), pero acabó
dividiéndose sobre la entrada en CCOO.
Con el
tiempo, pues, se fueron diversificando las opciones personales. Una parte, la
mayor, abandonó la lucha política. Algún dirigente de la CSUT y los dos principales
de la ORT acabaron en el PSOE. No faltaron quienes se integraron en el
movimiento contra la OTAN, el ecologista y antinuclear, las acciones de
solidaridad con los países de América Latina, las movilizaciones obreras, el
nacimiento del periódico Liberación o el incipiente movimiento nacionalista
castellano.
II. UNA APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA DE
LA MILITANCIA
(Esta
parte está basada principalmente en una encuesta a 13 exmilitantes del PTE, en su mayoría
estudiantes, que la contestaron entre 2002 y 2004).
El origen social
Se trataría
de personas que en su mayoría se encontraban en una situación de dependencia
familiar, tanto por ser en su mayoría estudiantes como por su juventud.
Pertenecían a los estratos medio-bajos y bajos de la sociedad, mayoritariamente
de personas asalariadas.
El modelo
familiar en que vivían era el típico del momento, con un padre que aportaba
prácticamente la totalidad de los ingresos económicos y una escasa
incorporación de las madres al trabajo extradoméstico.
Un perfil
urbano, propio de una capital de provincias no industrial, con predominio de
los servicios y cierta presencia del sector de la construcción.
El número
El número
total de personas que militaron en el PTE a lo largo de todo el periodo no fue
inferior a 83 y con la suma de ORT, a 89, pudiendo haber superado el centenar.
En el
verano de 1977, conseguida la legalización, no fue inferior al medio centenar,
con una lenta tendencia a la baja en los años siguientes. La ORT en 1979 aportó
un número reducido de militantes (6, en concreto). En el tramo final, ya en
1980 y fracasada la unificación, el número se redujo a unos 25 militantes.
La duración de la militancia
El promedio
fue de 2,2 años, un tiempo que se puede calificar como corto, teniendo en
cuenta que supone aproximadamente la tercera parte de la vida. Un 36% apenas
militó hasta un año, que con quienes estuvieron entre uno y dos años
representaron la mitad del total.
La otra
mitad militó, al menos, 3 años. Una cuarta parte lo hizo durante ese tiempo y
la otra osciló entre los 4 y los 6 años. Sólo un 5% del total llegó a los 6,
pero en ningún caso se correspondió con las personas que iniciaron la
militancia en 1974.
Reparto por sexos
La relación
entre varones y mujeres fue de 8 a 2 a lo largo de todo el periodo. Por
momentos osciló entre 7 a 3 en el verano de 1977 y 9 a 1 en marzo de 1980.
En el
sector de estudiantes las diferencias eran algo menores (24% de mujeres) y en
el de quienes trabajaban, mayores (14%). La ORT aportó una ligera subida de la
militancia femenina (20%) entre quienes realizaban trabajos remunerados.
La edad
La
candidatura de las elecciones municipales de 1979 tenía una media de 23 años,
aportando el grupo de 21 a 25 años la mitad de sus miembros, y quienes tenían
19 ó 20 años, el 28%. Por encima de 25 años sólo había un 20%, habiendo sólo
una persona que superaba los 30 años.
En los años
anteriores la edad media pudo ser menor y, en todo caso, con el paso de los
años la edad media fue subiendo.
El inicio y el final de la
militancia
Entre 1975
y 1976 las incorporaciones representaron el 40% del total, una cantidad nada
desdeñable, teniendo en cuenta las condiciones de clandestinidad. La
participación activa en la Junta Democrática (1975) y Coordinación Democrática
(1976), y las movilizaciones de 1975 y 1976, en plena pugna de los proyectos
políticos de la transición, pueden explicarlo.
1977 marca
el momento de mayor afluencia de militantes, aproximadamente la mitad del
total, coincidiendo con los meses previos a las elecciones de junio y la
legalización del partido en julio. Las incorporaciones provinieron en gran
medida de las organizaciones del entorno: ADM, JGR y CSUT.
Desde 1978
las entradas fueron bastante menores (8%) y en casi todos los casos de ese año.
Existe una correlación con el reflujo de las movilizaciones, paralelo al
llamado desencanto, pese al interés por mantener la tensión social y política
en el mundo sindical, la lucha por la autonomía, y las movilizaciones vecinales
y estudiantiles.
El momento
en que se pone fin a la militancia también tiene a 1977 como el de mayor
número, equivalente a la tercera parte. Salvo el caso de dos dirigentes que se
trasladaron a Valladolid y algún otro de desilusión por los resultados electorales,
la mayoría se corresponde con gente que permaneció muy poco tiempo,
posiblemente con poco convencimiento político y la constatación de la escasa
influencia del partido en la sociedad.
Los
abandonos en los años anteriores sólo representan un 10% del total, aunque en
términos relativos resultan mayores. Los tres casos de 1975 se correspondieron
con su marcha de la ciudad: dos, por finalizar sus estudios; y el tercero, para
regresar a Valladolid. Distinto fue lo ocurrido en 1976, con la marcha hacia
otras organizaciones (dos, al PCE, y una, a la LCR) o la falta de motivación
(tres casos).
En los dos
años siguientes el número de militantes se estabilizó. Quienes decidieron
quedarse, aguantaron más. Las salidas de 1979, en parte compensadas con la
unión con la ORT, tuvieron que ver sobre todo con la desilusión política. Al
final de la vida del PTE todavía había aproximadamente 25 militantes, que en
parte conservaron determinados lazos.
El perfil socioeconómico
El 90% de
la militancia estuvo formada por estudiantes y gente con trabajo remunerado. El
resto (amas de casa, jubilados y sin clasificar) apenas tuvo relevancia.
El sector
más numeroso fue el de estudiantes, si bien fue de más a menos en términos
relativos. Lo contrario que la militancia con trabajo remunerado, que tuvo en
los dos primeros años una presencia minoritaria. A partir del verano de 1977 la
situación se invirtió, con una proporción de 6 a 4 a favor de las personas con
trabajo remunerado. En 1979, antes de la unificación, y en 1980, en el momento
de la autodisolución, la situación era de paridad. La unificación con la ORT supuso
de nuevo una mayoría de personas con trabajo remunerado.
En la
militancia con trabajo remunerado predominaban quienes no tenían cualificación,
oscilando entre el 70% del verano de 1977 y el 85% de marzo de 1979. El
personal de servicios tuvo una escasa presencia, aunque continuada, mientras
que el grupo de profesionales y cuadros medios sólo estuvo presente en 1977. Se
dio también el caso de un joven agricultor, cuya militancia se redujo a varios
meses durante 1977.
Entre los
varones la mitad tenía un empleo más o menos permanente, cerca del 20% se
encontraba en paro y la tercera parte eran estudiantes. En el caso de las
mujeres las estudiantes representaban la mitad, repartiéndose el resto entre
amas de casa, asalariadas o desempleadas.
III. MEMORIA DE LA EXMILITANCIA A
PRINCIPIOS DEL SIGLO XXI
(Basada
en la encuesta referida en la parte II).
El tiempo y las razones para militar
Inicio y fin de la militancia
Uno de los
rasgos más significativos es la edad temprana en que iniciaron la militancia en
el PTE y la JGR. En casi todos los casos no cumplían la mayoría de edad de 21
años. En su mayor parte lo hicieron entre los 15 y los 19 años, y
preferentemente, cerca de la mitad, entre los 17 y los 18, coincidiendo con los
años finales de la enseñanza media, especialmente el COU, o los dos primeros
años de carrera universitaria.
En el
recuerdo de las razones que les llevaron a la militancia predomina la idea del
antifranquismo o la lucha contra la dictadura. No faltan tampoco el deseo de un
cambio social, los anhelos de libertad, democracia e incluso de la república, o
el cambio hacia el socialismo o el comunismo.
En cuanto
al final de la militancia, la mayoría lo hizo con la autodisolución en 1980,
destacando que no hubo abandono individual. Quienes lo hicieron con
anterioridad son militantes de primera hora, con inicio en 1974 ó 1975, a
quienes las elecciones de 1977 afectaron de una forma importante, reprochando
la división de la izquierda.
En su
mayoría nunca abandonaron la militancia una vez que la iniciaron. Una cuarta
parte, además, estuvo en 5 de los 6 años de vida del partido o la organización
juvenil.
La práctica de la militancia
La
actividad fue muy intensa, con un grado muy elevado de dedicación. Hay en común
un claro componente de “satisfacción personal”, con alusiones a “espíritu de
entrega”, “activismo”, “cultivo de la camaradería”, “amistad” o “ilusión”.
También señalan la militancia como una escuela para la vida, el conocimiento de
la realidad social y política, y de maduración personal. Otros aspectos
señalados son “la política antirreformista”, “la práctica del marxismo” o “la
coherencia”. En un caso, quizás cargado de nostalgia, se dice que “conocí a la
mejor gente de mi vida”.
En lo
negativo destacan varias referencias al sectarismo, con alusiones puntuales a
la “utilización partidista de los movimientos sociales”, el “dogmatismo”, el
“burocratismo”, la “rigidez” de algunas personas, el “seguidismo acrítico de la
dirección”… Puntuales también son las referencias a la baja formación para la
actividad clandestina, la baja formación política o la aceptación de la
Constitución de 1978. Y de otro signo están las alusiones a las repercusiones
en la privacidad. No falta algún caso referido a la desilusión de los momentos
finales del PTE y la JGR.
En el
balance general resulta abrumadora la valoración positiva. Sólo en un caso se
califica la experiencia como agridulce y en otro se contrapone lo positivo y lo
negativo. No ha faltado quien mantiene que el PTE “tenía un verdadero proyecto
de izquierda, pero careció de base social”.
El papel del PTE
En general
se conserva una memoria del momento importante vivido, no intentando tanto
medir el grado de sus aportaciones como desentrañar las claves de la apuesta
política. Sigue presente la conciencia del esfuerzo realizado y se destaca en
varias ocasiones el papel jugado con relación a lo que acabaron siendo el PCE y
sobre todo el PSOE. En esa dirección se inscriben expresiones como “obligó a
otras fuerzas a mantener la tensión” antifascista; “sirvió de referente frente
al entreguismo del PCE”, con una coletilla sobre el PSOE, del que se dice que
“no existía”; o jugó un “papel de choque entre los izquierdistas y el PCE”.
Se
mencionan como logros el fomento de un sindicalismo combativo (CSUT y SOC), la
actividad política en la Universidad o la participación en las movilizaciones
generales. Sobre el papel jugado por el PTE no se hacen grandes alardes, pero
se califica en general como “muy positivo”. Hay quien ha buscado un equilibrio:
“modesto, pero importante”. Y quien dice que “los resultados los obtuvieron los
partidos históricos”.
¿Dónde están? ¿Qué hacen?
La
situación ha cambiado sustancialmente. Se da un predominio de los estratos
sociales intermedios y dentro de ellos, las nuevas clases medias, lo que se
puede explicar por el hecho de la mayor parte de las personas encuestadas eran
estudiantes. Es decir, una movilidad social generacional ascendente propio de
los países europeooccidentales entre los años sesenta y ochenta, dentro del
tránsito hacia sociedades industriales, primero, y de servicios, después.
Las dos
terceras partes muestran una postura escéptica: una tercera, que el PTE no
tenía ninguna perspectiva política, y el resto se reparte entre un
interrogante, “muy difíciles”, “nada halagüeñas” o una “visión futura pesimista”.
El pesimismo se argumenta desde el triunfo del “neoliberalismo” o la “tendencia
económica centralizadora-globalizadora”. En un caso se añade a “de momento” el
“a veces sueño con el retorno de la izquierda”.
La otra
tercera parte manifiesta una actitud política presente activa. Expresiones como
“democratizar y humanizar el modelo político”, “avanzar hacia un mundo más
centrado en lo social”, “seguir luchando desde la izquierda para mejorarnos
como humanos”, “paz, justicia social, profundización de derechos y libertades”,
“una alternativa política, social y sindical” o “una especie de revolución
cultural, autocrítica, científica y participativa” resultan altamente
reveladoras. Muestran una permanencia de valores de su juventud, aunque con
cierto énfasis en otros hoy más asumidos socialmente: democratizar, humanizar,
derechos, libertades...
Un poco más
de la mitad ha manifestado mantener una actividad política, siempre en el campo
de la izquierda. El resto ha abandonado cualquier atisbo de lucha política
activa, manifestando sus opciones de distinta manera, como la abstención o el
voto a alguna opción de izquierda. Dos encuestados han manifestado pertenecer
al PCE y/o IU y, a la vez, a CCOO, y otros dos haberlo hecho en Izquierda
Castellana (antes, UPC). Dos han estado vinculados en algún momento al
movimiento ecologista. En general predomina la condición de independiente.
Entre 1977
y 1979, mientras existía el PTE, más de la mitad no tenía edad para votar. Dos
no votaron por el FDI: uno lo hizo por el PCE y el otro se abstuvo. Dos años
después el grueso de las personas encuestadas, un 70%, optó por el PTE.
Las
elecciones del 82 dividieron el voto entre PSOE y PCE por igual (40%), mientras
el resto se abstuvo. En los años siguientes la abstención fue ganando terreno,
en torno al 50%, hasta el año 2000, en que se redujo a un 30%. En 2004 volvió a
subir, hasta alcanzar el 65%.
El voto ha
tenido en IU la opción más preferida desde 1986 y sobre todo entre 1989 y 1996.
La cota más elevada de apoyos la tuvo en 1989, con un 55%, estando en el 45% en
1993 y 1996. Tras un descenso llamativo en 2000, con el 20%, cuatro años
después subió al 35%. El PSOE ha sido la segunda de las opciones preferidas: en
1979 fue la opción de una de las personas encuestadas, alcanzando el 40% en
1982, reduciéndose en las siguientes y no recibiendo ningún apoyo en 1989 y
2004. Además de IU y PSOE, hubo una preferencia por Izquierda Castellana.
(Imagen:
montaje desde pegatinas, fotografías y calendarios de la época)