Según la encuesta PollWatch2014, a la que ya me referí en el mes de abril ("Elecciones europeas: un panorama desalentador"), la extrema derecha europea podría alcanzar alrededor de 86 escaños. Ese número puede resultar en parte engañoso, en la medida que casi 50 de esos escaños serían de dos partidos: el UKIP británico (24) y el FN francés (23). Los restantes se repartirían entre 13 partidos de otros tantos países. Resulta difícil saber el porcentaje de votos que obtendrían en toda Europa, pero no así en cada país. Por encima del 20% se encontrarían los ya citados UKIP (30,7) y FN (23,6), junto al EFD danés (26), el FPO austriaco (20,3), el JMM húngaro (20,5) y el ANO checo (23,6). Resultados nada desdeñables serían los del EFD finlandés (17,6), el PVV holandés (16,6), el TT lituano (14) e incluso el CA [Amanecer Dorado] griego (9,2). Por debajo del 10% estarían la Liga Norte italiana (5,1), el VB flamenco (2,5/6,8), el DS sueco (4,7), el SNS eslovaco (4,5/6,9) o el NPD alemán (1,3). Más preocupante es ver cómo varios de esos grupos aparecen como las primeras fuerzas en intención de voto en sus respectivos países: UKIP británico, FN francés, ANO checo y EFD danés. Otras dos se sitúan en segundo lugar: PVV holandés y TT lituano. Y tres, en el tercero: FPO austriaco, JMM húngaro y EFD finlandés.
Algunos de estos grupos se han presentado bajo la alianza Europa de la Libertad y la Democracia, aunque no disponen de un persona candidata a la presidencia de la Comisión Europea. Entre esos grupos están el UKIP británico, la Liga Norte italiana, el EFD finlandés, el EFD danés, el SNS eslovaco o el TT lituano.
En su conjunto tienen en común un grado elevado de distancia con el proyecto común europeo, dentro del llamado euroescepticismo, aunque con diferencias que a veces son grandes o en asuntos concretos. Otro rasgo, que ya resulta muy preocupante, es su carácter xenófobo y homófobo, contrario a derechos fundamentales en relación a las personas inmigrantes, homosexuales, determinadas minorías étnicas (como la gitana), la comunidad islámica, las mujeres (en temas como el aborto), etc. Hacen gala por ello de un nacionalismo extremo, violento en su lenguaje y con frecuencia. En algunos casos mantienen ecos de otra época, como ocurre con el nazismo de Amanecer Dorado griego o el fascismo del húngaro JMM. El antisemitismo ha ido dando paso en la mayoría de esos grupos a un elevado grado de xenofobia e islamofobia. Esto ha llevado a algunos a mostrarse claramente en favor del estado de Israel, frente a la población árabe palestina, que la identifican con el mundo islámico.
Uno de los aspectos más llamativos es el creciente peso que están adquiriendo entre los estratos sociales más humildes, donde el peso de la crisis es percibido en cierta medida como efecto de la presencia de otras gentes, a las que se consideran extrañas. Nada nuevo de lo que ya ocurrió sigue en otros momentos y en otros países. Por eso Ramonet advierte de lo peligroso de la situación: "