En la campaña electoral de
las elecciones europeas apenas se están tratando las negociaciones que la Unión Europea y EEUU
están llevando a cabo para la firma de un tratado de libre comercio, que lleva el nombre rimbombante de Acuerdo Trasatlántico de Comercio e Inversión (TTIP, las siglas en inglés). Propuesto
formalmente a finales de 2011, hace un año se iniciaron las negociaciones, que
se prevé que culminen a finales del presente. Precisamente con motivo de la puesta en marcha de esas negociaciones ya dediqué una entrada en este cuaderno ("El pacto neoliberal sobre Europa").
De principio existen dos grandes
problemas: uno es su carácter cuasi secreto
y el otro, como consecuencia, la ausencia de un debate público. Desde la Comisión Europea se ha aireado lo de la confidencialidad, que no deja de ser un eufemismo de secretismo. Una vez firmado le corresponde al Parlamento Europeo ratificarlo. La ciudadanía queda, así, de entrada al margen, salvo que en cada estado se decida consultarla.
En España a los dos partidos
mayoritarios no interesa que se debata sobre ello. Tampoco a sus adlateres CiU, PNV, UPyD, CC, UPN… La derecha
real. PP y PSOE son los mismos que en 2011 no tuvieron ni dificultades ni
reparos para cambiar la Constitución
con el fin de priorizar el pago de la deuda externa. Hace un mes esos mismos partidos
echaron por tierra en el Congreso la propuesta hecha por IU para que se convocara un referéndum. Repito: son la derecha realmente existente, mal que le pese a alguien.
Un tratado de esas
características supone en teoría la reducción o eliminación de las barreras
arancelarias y con ello que también se reduzcan o eliminen impuestos. En la práctica,
sin embargo, conlleva consecuencias muy dañinas para las poblaciones de los países
involucrados. No ocurre así para quienes lo promueven, es decir, grandes empresas,
instituciones económicas neoliberales y gobernantes al servicio de las
anteriores. Para la mayoría de la gente supone empleo más precario, salarios más
bajos, peores condiciones de trabajo, recortes en servicios sociales, fuertes impactos medioambientales… Para la
otra parte, mayores beneficios, retribuciones y prebendas. Con la excusa de la
racionalidad económica se recortan derechos sociales. Bajo la ilusión de mayor riqueza
se acaba escondiendo más miseria. Con la promesa de más trabajo se agrede a la naturaleza. En nombre de más libertad se acaba perdiéndola. Joseph
Stiglitz, Premio Nobel de Economía en 2001, ha sido rotundo a la hora de calificar este tipo de tratados: "constituyen uno de los vínculos más evidentes entre la
globalización y el aumento de la desigualdad, ya que esos pactos privilegian la
liberalización del flujo de mercancías, pero impiden el libre tránsito de
trabajadores. Tales acuerdos incrementan la capacidad de negociación del
capital sobre la mano de obra, reducen los salarios y elevan la desigualdad" (Diagonal).
La Secretaría de Economía Política Global de IU ha elaborado un
documento muy interesante que aporta muchas luces sobre el tratado en ciernes. Con
el título "50 preguntas y respuestas sobre el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea" Alberto Garzón y Desiderio Cansino desarrollan un argumentario bastante lúcido para saber más sobre el tema.
Lo suficiente, al menos, para denunciar lo que está ocurriendo y alertar sobre lo que se nos avecina si no le podemos
remedio. Invito a leerlo. No tiene desperdicio.