Vinculado desde tiempo ha a Alianza Popular, fue primero eurodiputado y con su entrada en el gobierno de Aznar como ministro de Agricultura y Pesca fue catapultado a la fama. Con Mariano Rajoy ha repetido, aunque hay voces que dijeron que esa cartera le supo a poco. El caso es que su salto al Parlamento Europeo ha sido lo último, aunque estoy seguro que aceptado por él como la antesala para ser comisario europeo, algo que le encumbraría más en su carrera.
El problema le vino el miércoles de la semana pasada, después de su debate televisivo con Elena Valenciano, que, por lo que dicen, resultó desastroso. Tuvo que serlo, pues en los medios de comunicación de la derecha reconocieron casi unánimemente que estuvo gris, a la defensiva, inseguro, calificándolo como un empate. Sólo destacaron de Arias Cañete lo que no es más que una cantinela de esos medios y de su partido, esto es, que es el mejor.
Pero lo mejor -o lo peor- llegó el día siguiente, cuando fue entrevistado en Antena 3 por Susana Griso y no se le ocurrió decir otra cosa para justificarse como que "el debate entre un hombre y una mujer es muy complicado, porque si haces un abuso de superioridad intelectual, o lo que sea, parece que eres un machista que está acorralando a una mujer indefensa". Desde entonces no ha parado de llegarle de todo, menos lindezas. Y de casi todos los sitios, dentro y fuera del país. Aunque en su partido han intentado taparlo como han podido, incluida una menor presencia pública, la cosa parece difícil. Al PSOE y su candidata, evidentemente, le ha venido de perlas, porque, siguiendo el argot futbolístico, los ha metido en el partido.
Repito: para mí no ha habido más metedura de pata que la de haber dicho lo que cree en público, delante de cientos de miles de personas. Y no ha sido la primera vez que lo ha hecho. Ya en el año 2000 soltó otra de las suyas en un foro de debate en Jaén: "El regadío hay que utilizarlo como a las mujeres, con mucho cuidado, que le pueden perder a uno". No se trata, pues, de un lapsus, sino de la manifestación de una forma de ver a las mujeres. Clara expresión de la ideología androcéntrica y misógina, tan presente en nuestra sociedad y en mucha mayor medida en los círculos políticos de la derecha. Al macho Arias Cañete le puede costar cara la cosa.