Esta mañana accedí al artículo de Luigino Braci Roa en Rebelión, "Manipulación de fotos de Venezuela", donde se puede ver el cúmulo de mentiras que se están vertiendo sobre ese país. Aparecen, así, en twitter fotografías de supuestas víctimas de las fuerzas del orden venezolanas, aunque en realidad nada tienen que ver con ello. He aquí varias muestras: Unai Romano torturado por la policía española, acusado de pertenecer a ETA; represión de policías de Bulgaria, Chile, Brasil, Grecia o Egipto contra manifestantes; participantes de la cadena humana del 11 de septiembre en Cataluña; una escena de porno sadomasoquista; un niño herido en la guerra de Siria...
Pascual Serrano, por su parte, ha escrito en eldiario.es el artículo "Venezuela y Twitter, la orgía desinformativa", donde también nos muestra varias fotografías, algunas coincidentes con el de Braci Roa. En la introducción hace algunas reflexiones que merecen ser tenidas en cuenta. Nos dice, quizás con una pequeña dosis de sarcasmo, que "la ilusión de que íbamos a llegar a conocer la verdad mediante la masiva participación ciudadana y todo el potencial tecnológico parece que fue un espejismo". Advierte, en un tono más serio, que el país sudamericano se "ha convertido en el campo de pruebas de las nuevas tendencias (des)informativas". Y ahonda aún más en esa idea con una frase rotunda: "hasta qué punto internet y esta red social se pueden convertir en un estercolero gracias a la intervención de militantes paranoicos y campañas dirigidas por manos ocultas".
Una vez más, como ya hicieron en su día los dirigentes nazis con una gran efectividad, han hecho de la mentira una fuente de efectividad malévola. Si Goebbels habló sobre aquello de la mentira repetida mil veces acaba convirtiéndose en verdad, ahora parece que, como concluye Serrano, "resulta más laborioso desmontar las mentiras que contar la verdad".