miércoles, 5 de septiembre de 2012

Cuando se dice tristeza en vez de dinero

El otro día Cristiano Ronaldo (sí, el que se llamó a sí mismo "guapo, rico y buen jugador) manifestó sentirse triste en su club, el Real Madrid. La reacción ha sido inmediata, convirtiéndose en tema de portada de la prensa deportiva de todo el planeta y la comidilla de las redes sociales y la opinión pública. No ha sido precisamente un reacción de apoyo o comprensión por sus palabras, sino ampliamente mayoritaria de rechazo, cuando no de vergüenza ajena y hasta de escarnio, incluidas las numerosas personas que se sienten identificadas con su equipo. Quizás por eso ayer se vio obligado a matizar que su tristeza no tiene que ver con el dinero. El muchacho gana, sólo con su ficha, 10 millones de euros anuales, lo que supone 833.333 euros al mes, 27.397 al día, 1.141 a la hora y 19 por minuto. Es decir, que durante los sesenta minutos que tiene una hora se embolsa lo que buena parte de la gente asalariada, más del 50%, gana en un mes. No está mal la cosa. De acuerdo, no es el único, como él hay mucha gente dedicada al deporte que se está forrando, con ingresos escandalosos y que en tiempos de recortes, paro, miseria y pérdida de derechos, resulta más todavía. No se me ocurre otra cosa que dedicarle los versos de la "Sonatina" de Rubén Darío -geniales, por otra parte-, que vienen muy a cuento. Si se quiere, se puede cambiar la palabra princesa por la de futbolista (o Cristiano, o Ronaldo...). Helos, pues:

La princesa está triste... Qué tendrá la princesa? 
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro;
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.


El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.


¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?


¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de Mayo,
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.


Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte;
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.


¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de marmol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.


¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste; la princesa está pálida.)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe
(la princesa está pálida; la princesa está triste),
más brillante que el alba, más hermoso que Abril!


"Calla, calla, princesa" -dice el hada madrina-,
"en caballo con alas hacia aquí se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con su beso de amor...".