A principios de la década de los setenta Chile iba camino de ser un nuevo modelo en la construcción del socialismo. El gobierno de la Unidad Popular, liderado por el presidente Salvador Allende, estaba iniciando un camino de transformaciones políticas, económicas y sociales que fue cortado de raíz en septiembre de 1973. La feroz dictadura que se instaló se encargó de ir eliminando, expulsando o amordazando todo lo que había representado la etapa anterior, no dudando en matar, hacer desaparecer o encarcelar. Pero el golpe tenía un sentido más profundo, al ir encaminado a sentar las bases de otro modelo social y económico con la aplicación de las medidas económicas de la escuela liberal de Chicago. Desde ese momento en otros países del continente americano se fueron extendiendo los golpes militares cruentos que a la vez iban acompañados a renglón seguido de la aplicación del mismo tipo de medidas económicas. A finales de la década, con la llegada de Margaret Thatcher al gobierno británico, se inició en los países centrales del sistema capitalista una nueva etapa que bebía de esas experiencias. Se inauguraba, así, el neoliberalismo.
Chile fue el país latinoamericano que mejor lo hizo, hasta el punto que, acabada la dictadura, se siguió perfeccionando el modelo con los gobiernos de la concertación que formaron los partidos socialista y democristiano. ¿En qué consistió ese modelo? En la primacía de lo privado sobre la solidaridad social. Una sociedad imbuida de la ideología del mercado por excelencia, creadora de la ilusión del enriquecimiento individual. Las empresas lo gestionan casi todo y cuando le corresponde al estado, éste lo hace como si fueran empresas privadas. Todo se compra y se vende, como, por ejemplo, las pensiones o la educación.
Desde hace meses el estudiantado chileno está protagonizando un pulso contra el gobierno que, heredero del pinochetismo, sigue perfeccionando el modelo neoliberal. La dureza con la que se está empleando acaba de cobrarse la primera víctima mortal. El estudiantado chileno quiere el acceso universal y gratuito a la educación, incluida la universitaria. La considera un derecho y reniega que sea un negocio. Quizás aquí en Europa nos puede resultar extraño, pues para mucha gente parece que eso está garantizado. Sin embargo, no se cae la cuenta que "el proceso de Bolonia" tiene en el horizonte la privatización de la educación. Comprender lo que está ocurriendo en Chile nos lleva a la solidaridad, pero también a pensar en lo que aquí puede ocurrir. Conviene no perder todas estas cosas de vista.