En las últimas semanas están saliendo noticias acerca de la posibilidad de que pague más impuestos la gente rica. Y no ha sido una iniciativa salida de los gobiernos, sino propia. El estadounidense Warren Buffett, que ha hecho de la especulación financiera la fuente de su riqueza, ha declarado que "los ricos tenemos la responsabilidad de pagar impuestos más elevados". A finales de agosto el periódico Nouvel Observateur publicó una declaración de algunas de las mayores fortunas francesas, con Liliane Bettencourt a la cabeza, en la que se pedía "que se instaure una contribución excepcional que afectaría a los contribuyentes franceses más favorecidos". En Alemania, de inmediato, un grupo conocido como Ricos por una tasa para los ricos, que está formado por gente famosa del mundo de las finanzas, la empresa y el espectáculo, ha propuesto la subida de los impuestos a las rentas más altas en un 5%, llegando a decir en un manifiesto: "Queremos sentar un ejemplo sobre cómo podemos comprometernos más para superar la actual crisis económica y financiera". El ministro francés de finanzas, François Fillon, ha tomado la palabra a lo dicho por sus compatriotas y acaba de anunciar un impuesto del 3% para las rentas que superen los 500.000 euros. Vistas así las cosas, parece que estamos empezando a vivir algo nuevo, donde la generosidad de quienes más tienen va a sentar las bases de un mundo idílico. Se trataría de cerrar el círculo: si la riqueza es ya la constatación de que sólo triunfa la gente más talentosa, la generosidad en tiempos de crisis supone que esta gente es, además, la más altruista. Y el resto, que se fastidie, por su torpeza y egoísmo.