Marcial Maciel ha caído. Fundador de los Legionarios de Cristo, el Vaticano ha hecho pública una declaración que en la práctica es una sentencia condenatoria: "los comportamientos inmorales de Maciel se configuran, a veces, como verdaderos delitos y manifiestan una vida carente de escrúpulos y de genuino sentimiento religioso". Detrás de esas palabras se esconden múltiples abusos a menores, relaciones sexuales permanentes con varias mujeres, con quienes ha llegado a tener descendencia...
Se suma a la larga lista de escándalos que en número creciente están saliendo a la luz pública durante los últimos años relacionados con los abusos a menores por parte de miembros del clero. Algo que se sabía, que salía a cuentagotas, que se hacía todo lo posible para que se mantuviera en el mayor de los secretos... En 2002 se publicó el libro Pederastia en la Iglesia católica, de Pepe Rodríguez. No fue el primero, por supuesto, pero era rotundo. No se basaba en conjeturas y menos en datos falsos. Abusos sobre todo a menores, pero no sólo. Y aquí no entran las prácticas sexuales que los miembros del clero han llevado a cabo formalmente consentidas, tanto heterosexuales como homosexuales: entre ellos mismos, con seminaristas, con monjas, con feligreses de ambos sexos...
Se está hablando en estos últimos meses que Benedicto XVI tiene paralizado el proceso de beatificación de Juan Pablo II porque su actuación en estos asuntos fue altamente negativa, encubriendo a Maciel e impidiendo ir más allá en las denuncias por los abusos sexuales del clero. Ha sido el actual Papa quien en 2006 prohibió a Maciel que se abstuviera de ejercer el ministerio sacerdotal, un año después de que renunciara a su reelección como máxima autoridad de los Legionarios de Cristo. Pero el actual Papa era un alto jerarca en el pontificado de su antecesor y existen informaciones que se refieren a instrucciones suyas para que las denuncias no trascendieran. Instrucciones dadas antes y durante su mandato. Hasta un hermano suyo está involucrado en estas denuncias.
No voy a entrar ahora en esa doble moral tan al uso de la jerarquía eclesiástica. Esa moral restrictiva por la que se empecina que sea de obligado cumplimiento, no sólo por todos los miembros de la Iglesia, sino, peor todavía, por toda la población, mientras en los adentros no deja de vulnerarse. Una doble moral que se puede aplicar en todos los órdenes de la sexualidad, pero también, por ejemplo, en la prohibición del divorcio, mientras permite las anulaciones matrimoniales... No quiero entrar tampoco en el asunto del celibato y si sorprende más que pueda haberlo a que sea obligatorio. Pero, repito, no es el momento.
Me preocupa esta corrupción moral acompañada de una fuerte hipocresía y de unos delitos horrorosos. Delitos escondidos desde la jerarquía, que en plano jurídico se llama encubrimiento. Delitos que se están reconociendo no como tales, sino como debilidades, tratados no en las instituciones judiciales de los estados, sino internamente en la propia Iglesia, lo que es una forma descarada de privilegio. Delitos de los que se hace apología, como cuando un obispo, el de Tenerife, llegó a decir como éstas: "Hay adolescentes de 13 años que son menores y están perfectamente de acuerdo y, además, deseándolo. Incluso si te descuidas te provocan".
Vivimos en una sociedad fuertemente corrompida. Lo es el sistema económico, que funciona en todos sus ámbitos así, mediante leyes hechas a su medida y su vulneración sistemática. Lo es el sistema de partidos, que se financian en su mayoría mediante favores a las empresas para que se alimenten mutuamente, cuando no se producen prácticas mafiosas descaradas (Italia es el paraíso). Lo es el sistema que quiere administrar la moral y la muerte, que por lo que hemos visto y aplicando su propio "código penal", llevaría al infierno a buena parte de sus dirigentes y fieles.
Se está hablando en estos últimos meses que Benedicto XVI tiene paralizado el proceso de beatificación de Juan Pablo II porque su actuación en estos asuntos fue altamente negativa, encubriendo a Maciel e impidiendo ir más allá en las denuncias por los abusos sexuales del clero. Ha sido el actual Papa quien en 2006 prohibió a Maciel que se abstuviera de ejercer el ministerio sacerdotal, un año después de que renunciara a su reelección como máxima autoridad de los Legionarios de Cristo. Pero el actual Papa era un alto jerarca en el pontificado de su antecesor y existen informaciones que se refieren a instrucciones suyas para que las denuncias no trascendieran. Instrucciones dadas antes y durante su mandato. Hasta un hermano suyo está involucrado en estas denuncias.
No voy a entrar ahora en esa doble moral tan al uso de la jerarquía eclesiástica. Esa moral restrictiva por la que se empecina que sea de obligado cumplimiento, no sólo por todos los miembros de la Iglesia, sino, peor todavía, por toda la población, mientras en los adentros no deja de vulnerarse. Una doble moral que se puede aplicar en todos los órdenes de la sexualidad, pero también, por ejemplo, en la prohibición del divorcio, mientras permite las anulaciones matrimoniales... No quiero entrar tampoco en el asunto del celibato y si sorprende más que pueda haberlo a que sea obligatorio. Pero, repito, no es el momento.
Me preocupa esta corrupción moral acompañada de una fuerte hipocresía y de unos delitos horrorosos. Delitos escondidos desde la jerarquía, que en plano jurídico se llama encubrimiento. Delitos que se están reconociendo no como tales, sino como debilidades, tratados no en las instituciones judiciales de los estados, sino internamente en la propia Iglesia, lo que es una forma descarada de privilegio. Delitos de los que se hace apología, como cuando un obispo, el de Tenerife, llegó a decir como éstas: "Hay adolescentes de 13 años que son menores y están perfectamente de acuerdo y, además, deseándolo. Incluso si te descuidas te provocan".
Vivimos en una sociedad fuertemente corrompida. Lo es el sistema económico, que funciona en todos sus ámbitos así, mediante leyes hechas a su medida y su vulneración sistemática. Lo es el sistema de partidos, que se financian en su mayoría mediante favores a las empresas para que se alimenten mutuamente, cuando no se producen prácticas mafiosas descaradas (Italia es el paraíso). Lo es el sistema que quiere administrar la moral y la muerte, que por lo que hemos visto y aplicando su propio "código penal", llevaría al infierno a buena parte de sus dirigentes y fieles.