Salamanca fue ayer escenario de un acto de justicia histórica. Se procedió a inaugurar un pequeño monumento que recuerda a los brigadistas internacionales, que se ha situado en la Ronda de Sancti Spiritus. Concretamente en lo que, con el inicio de la Guerra Española, se volvió a convertir en una prisión, dentro de lo que había sido el convento de las Comendadoras de Santiago. El acto y la colocación del monolito, con la placa correspondiente, ha sido iniciativa de la Asociación Salamanca, Memoria y Justicia, que ha contado con la colaboración del Ayuntamiento de Salamanca.
Y allí estuvo presente en todo momento, con entusiasmo, nuestra hermana Chari, que hizo de reportera familiar con sus fotografías y con sus mensajes. Primero, desde el balcón de su casa y luego, en el mismo lugar del acto. Siguiendo, así, la senda de otro hermano, Seve, tan activo a través de la Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales y llevando sin cesar la memoria de los héroes que llegaron desde otros países, a veces surcando los océanos, para defender a España del fascismo. Y precisamente sobre la colaboración del Ayuntamiento de Salamanca, con gobierno del PP, mi hermana ha destacado la actitud positiva mostrada por el concejal que estuvo presente en el acto, Fernando Rodríguez, quien hizo un reconocimiento público de los brigadistas internacionales y de los españoles presos en los campos de concentración nazis, y se mostró partidario de que ese espacio lleve su nombre, atendiendo al requerimiento hecho por la Asociación Salamanca, Memoria y Justicia.
Estos días he recordado en mi familia las alusiones que nuestro padre me hizo sobre la presencia de brigadistas en Salamanca, algunos de los cuales coincidieron con él durante su estancia en lo que fue en su día el Hospital Provincial. Fueron 148 que estuvieron recluidos en la cárcel de las Comendadoras.
Entre las intervenciones habidas durante el acto, el escritor salmantino Ángel González Quesada leyó un largo poema titulado "Nos miran", que reza así:
Si una ciudad dibuja sus venas cardinales
y sus puntos de fuga en la memoria,
habremos de mirar desde todos los nortes
a todos los pasados.
Si hay prodigios y esquinas y lugares y citas
en esta ciudad que es centro y margen,
esta Salamanca de brillo olvidadizo,
donde negamos luz a lo que somos,
a pesar de la amnesia
tendremos que decir de los espejos:
por eso recordamos.
Hoy dejamos grabada la caricia profunda
el tributo mejor de la memoria
en estos muros secos que miraron un día
otras pupilas vivas:
las de los brigadistas que hoy nos miran
desde estos ventanales que ahora mismo nos llaman
nos reclaman…
Nuestra lealtad que vale un universo,
la nuestra la mejor la más fraterna
quiere inundar de rostros el corazón del tiempo
de quienes todavía
aquí están remuriendo hilo tras hilo…
así que recordamos:
brigadistas del sol y de la niebla,
vasijas que en la sed de nuestra noche
bautizabais el día
cuando lo oscuro nos colmaba de diablo y pesadilla;
a vosotros, puñados de lealtad y pan caliente
hombres de mil lugares y de una sola pieza,
aventados, capaces, inasibles y presos,
prisioneros como cada palabra
que quisiera hoy liberaros
a vosotros, brigadistas
del empeño de nuestra esperanza
que hoy todavía
vuestro aliento susurra en mitad de la cueva
de un corazón, el nuestro, que quiere desataros
de tanta deslealtad, de tanto olvido…
Si tal vez nunca os merecimos
vosotros merecéis nuestra memoria,
si os quedasteis sin manos por amasar el pan del
porvenir,
sin ojos por curar nuestra ceguera, sin la vida
por este oxígeno que hoy mismo respiramos…;
también legasteis vuestro nombre
al vórtice posible de nuestra libertad,
y en un trazo de amor incandescente
fuisteis y sois volcanes vivos de consuelo.
Más allá de fusiles y trincheras
de obuses y de arengas, de uniformes,
banderas, entorchados, generales
y de imposibles autos de fe,
el valor de vivir por una causa nuestra
de morir por nuestros pecados
merece la lealtad interminable:
ésta que hoy intentamos
brigadistas...
Hoy convertimos la memoria en un gesto,
recordamos sin nombre vuestra imagen, y sin número
vuestra inmensidad.
Las Brigadas Internacionales, cuya mención acerca
al corazón el pulso del abrazo
aquí, en Salamanca, febreriza y oscura año tras
año,
donde miraron ellos estos muros
cual miramos ahora sus cuerpos invisibles que nos
miran
y en cada destello de la historia
en cada rayo de luz en cada esquina
brillará para siempre
esta sencilla dádiva del agradecimiento
que en este otro febrero
dona la ciudad a la memoria.
Y hoy dejamos aquí para los ojos
para que el tiempo crezca y no se acabe
para el ajuar de la memoria y el viaje de los años
para todos ellos que nos siguen mirando
esta inscripción más suya que de nosotros
esta tardía justicia, esta caricia apenas
que les nombra, brigadistas internacionales,
hombres de la libertad, lengua de lo que evocamos:
salud, camaradas.