pero
tu cuerpo desprende una sensualidad contenida.
Naciste
con el nombre de Afrodita,
para
tornar después a la Venus luminosa,
presente
durante las noches al alba.
Te
han representado siempre como la más bella
y por
eso tu embrujo seduce a quien se acerca.
De ti
se han inventado mil historias
-de
celos, de desencuentros, de peleas…-
y hasta
han llevado tu morada a la boca de un volcán.
Tu
figura, pintada o esculpida,
se la
han disputado, hasta sublimarla, los mejores artistas.
Muchos
han mostrado tu desnudez con recato
y
tantos otros lo han hecho en toda su plenitud.
Hay
quien se acordó de tu nacimiento
y te
retrató llegando del mar sobre una concha,
empujada
por Céfiro y recibida por la Primavera.
Está
ese genio que -pudoroso, acaso temeroso o virtuoso-,
jugó
con el mito y la realidad,
situándote
vuelta de espaldas,
pero
sin olvidarse de tu cara,
que,
aun difusa, quedó reflejada en un espejo.
Se
dice también que eres la que, desde una ventana,
apareces
en medio de un bombardeo,
portando
una vela con tu mano derecha
y alertando
sobre la destrucción de la vida.
En
cierta ocasión te hicimos posar para retratarte
y te
situamos sobre una silla.
No sé
qué fue de lo que hicieron los otros
-¿lo recuerdas, hermano?-,
tan
sólo lo que mis ojos vieron.
Dejé de
lado ese tinte de bronce simulado que tenías
para
iluminarte con trazos encendidos.
Y ahora
puedo contemplar el contorno de tu silueta
y los
colores que te recubren.