Los resultados de las elecciones gallegas han sido claros: el PP ha vuelto a ganar por mayoría absoluta. Ha sido apoyado por 700.000 personas (47,4% de los votos) y ha conseguido 40 escaños, dos por encima de la mayoría absoluta, pero dos menos que hace cuatro años. Nada que decir, más allá que, basándose en los sondeos últimos, se había extendido la idea de que la cosa iba a estar más reñida sobre las previsiones iniciales, cuando Alfonso Rueda adelante en casi medio años las elecciones. Y, en efecto, se preveían unos resultados apretados, dentro de una competencia entre el PP por sí solo y el conjunto de los grupos izquierda. Pero lo que ha habido está claro y, de paso, ha dado aires a un Alberto Núñez Feijoo que veía como su sueño podía esfumarse.
Es cierto que el PP ha retrocedido algo, pero sigue siendo el partido más votado en Galicia. En la práctica no ha dejado de ser el único de la derecha, dado que Vox, con sus 32.500 votos (2'2%) apenas saca rendimiento por estas tierras, y Democracia Orensana, con 15.300 votos (1%) y un escaño, no es otra cosa que un fenómeno provincial, si no local.
Pero la clave para entender estas elecciones ha estado, en mayor medida, en lo ocurrido con los grupos de izquierda. Para este análisis voy a utilizar como referencia lo ocurrido hace un año y, más concretamente, en las elecciones generales de julio. Eso nos va a permitir tener como perspectiva una coyuntura política distinta a la de 2020, cuando estábamos en plena pandemia y no existían las circunstancias de una derecha, con Vox en potencial crecimiento, que parecía que iba a obtener la mayoría absoluta en el ámbito general del estado.
De entrada, en su conjunto, apenas ha habido grandes variaciones en el número total de votos de cada bloque. El de la derecha ha obtenido 748.000, que suponen unos 30.000 menos que en las generales de 2023. El PP ha mantenido casi milimétricamente los apoyos, a los que hay que añadir los 15.300 obtenidos por Democracia Orensana. Vox, por el contrario, ha perdido 45.000 votos, que suponen un 60% menos en relación a 2023.
En el caso del bloque de la izquierda las pérdidas han sido superiores: 100.000 votos. Pero repartidos entre los grupos es donde se perciben cambios importantes. El PSdeG, que obtuvo 479.000 votos en 2023, se ha dejado por el camino 272.000, es decir, que ha sufrido una bajada cercana al 60%, A ello hay que añadir la pérdida de 6 escaños en el Parlamento gallego, desde los 15 en 2020 a los 9 actuales. Sumar ha pasado de 176.000 (11%) a 28.200 votos (1'9%), lo que supone, nada más y nada menos, la pérdida de 5 de cada 6 votos. Podemos, en fin, apenas ha conseguido 3.800.
Todo lo contrario ha ocurrido con el BNG, que ha conocido un fuerte crecimiento en el número de apoyos y se ha convertido, con 25 escaños, en la segunda fuerza política parlamentaria. Sus 467.000 votos (31'6% de votantes) representan un incremento en 315.000 sobre 2023, que, dicho de otra forma, supone haber multiplicado por tres los 152.000 votos de las generales de 2023.
¿Cómo puede explicarse lo ocurrido? Para el PP, partido hegemónico de la derecha, parece que todo sigue igual desde 1982, salvo los paréntesis entre 1987-1990 y 2005-2009, con socialistas al frente de la Xunta, en el último periodo en coalición con el BNG. El PP es un partido que ha sabido enraizarse, ante todo, en el medio rural y que no ha perdido su ligazón con la cultura gallega, funcionando a modo de un partido regionalista conservador. Contradicciones aparte, el mapa electoral por municipios se tiñe de azul una elección tras otra, teniendo en casi todos ellos al PP como primera fuerza.
Otra cosa es si el PP en solitario es capaz de hacer frente a lo que los grupos de izquierda, en conjunto o cada cual por su parte, puedan hacer. En las municipales, por ejemplo, el PSdeG ha sido capaz de hacerse, según cada momento, con alcaldías como las de La Coruña o Vigo. El BNG lleva años gobernando en Pontevedra. La alianza de grupos de izquierda estatal (EU, Podemos...) y sectores del nacionalismo (Anova) consiguieron en 2015 las alcaldías de La Coruña, Santiago y Ferrol.
En las actuales elecciones el BNG se ha erigido en el principal grupo del bloque de la izquierda. Ha sabido aprovecharse de los problemas del PSdeG, carente de liderazgo desde que en 2009 perdió el gobierno de la Xunta, y de la división entre los grupos a su izquierda. En éstos, primero, con la ruptura de lo que fue E Marea/Unidas Podemos con Anova, que se concretó en julio pasado cuando Sumar se presentó como el referente de ese espacio de la izquierda y que ha culminado hace unos meses cuando Anova formalizó su acuerdo con el BNG. Luego han estado los desacuerdos de Podemos con Sumar, que supusieron a finales de año la salida en el ámbito estatal de los primeros y, semanas después, de su presentación en solitario en la elecciones gallegas. Sin olvidar los problemas en la estructuración organizativa de Sumar.
Ante este panorama no resulta extraño que, entre buena parte del electorado de los grupos de izquierda, la desorientación o el hartazgo les haya llevado a depositar su confianza en el BNG o se hayan inhibido a la hora de acudir a las urnas. En el primero de los casos, ya hemos visto las pérdidas de votos por parte de PSdeG y de Sumar. Y sobre lo segundo, ¿cómo se explica la pérdida de 100.000 votos en relación a julio de 2023, cuando el bloque de la derecha sólo lo ha hecho en 30.000? Y aún más, ¿por qué en las generales de 2023 el bloque de la izquierda obtuvo 807.000 votos, superando en 31.000 al de la derecha, mientras que en las autonómicas del domingo se ha quedado en 40.000 votos por debajo?
No se puede perder de vista el sistema electoral, claramente favorable para las provincias de Lugo y Orense, donde el PP obtiene mejores resultados. Tampoco, la idiosincrasia de la derecha gallega, que es capaz de centralizar el voto en un solo partido, esto es, el PP. ¿Cómo esto último? Aunando el nacionalismo español con el regionalismo gallego. Esto, que no entra en colisión con el marco establecido en el estado de las autonomías, sí ha impedido que otras opciones claramente centralistas, como Ciudadanos y, sobre todo Vox, hayan tenido problemas para obtener el correspondiente rédito político. Y si se le une, además, el manejo de los medios de comunicación gallegos, públicos o privados, la cosa se entiende mejor. De esta manera, el PP ofrece a buena parte de la población una imagen de estabilidad política capaz de soportar situaciones difíciles, como el deterioro de la sanidad pública, el despoblamiento del medio rural, el vertido de pellets en las costas...
Aun con todo eso, lo que debemos tener en cuenta es que Galicia, lejos de ser uno paraíso político de la derecha, es una realidad más compleja. El bloque de la izquierda sumó más votos que el de la derecha en las municipales de 2023: al menos el 46'5% frente al 38'5% del PP. Lo mismo ocurrió en las generales: 50'5% frente al 48'3%. Es cierto, no son grandes diferencias, pero lo que no pueden hacer los grupos de izquierda, con sus errores, es regalarle las cosas a la derecha y darle alas para que se extienda al conjunto del estado.