El análisis que hace Nazanín Armanian sobre el reciente asesinato del embajador de Rusia en Turquía resulta muy preocupante. Fina analista de la política internacional, en especial del campo de la a geopolítica, y experta en Oriente, su artículo "14 reflexiones sobre el asesinato del embajador ruso en Turquía", aparecido hoy en Público, plantea un escenario en el futuro próximo que no lleva precisamente al optimismo, sino a todo lo contrario.
Armanian pone a la propia Turquía en el centro del escenario más próximo, después de haber sido utilizada en la región por EEUU como un peón del que ahora se quiere desprender. Eso explicaría que haya llevado a su presidente a lanzarse a una guerra contra Siria, como en 1991 hiciera con Saddam Husein cuando invadió Kuwait. Y ahora, destruida Siria, le toca el turno de ser derrocado (ya lo intentó en el verano mediante el intento de golpe de estado) para abrir el paso a un nuevo proyecto imperial: la construcción de un gasoducto que lleve el combustible desde Qatar hasta el Mediterráneo. Es, pues, el tiempo de las petroleras, lo que "augura nuevas guerras en la región más estratégica del
planeta". Y para que no quede ahí la cosa, una de las consecuencias de "la desestabilización de Turquía será la salida masiva,
no solo de los refugiados sirios, sino de los propios turcos del país".
Esta tarde he estado viendo por la red una conferencia de la propia Armanian, "Geopolítica de Oriente Medio", que impartió en Barcelona a principios de este mes, donde expone de una forma amplia y detallada la situación de la región. Merece la pena verla, aun cuando, como dije al principio, las conclusiones que podamos sacar no sean halagüeñas.