Ayer asistí en el Teatro Moderno de Chiclana a la representación de La evitable ascensión de Arturo Ui, a cargo del Centro Andaluz de Teatro. Se trata de una adaptación novedosa de la obra de Brecht realizada por el dramaturgo José Manuel Mora y dirigida por Carlos Álvarez-Ossorio. Busca conectar la obra original (1), que se desarrolla en los años treinta del siglo XX, con nuestros días, de manera que sus personajes cobran vida dentro de la sociedad actual. A la vez hay una remodelación en los personajes: lo hace con Giri/Göring y Guivola/Goebbels, que se convierten en Guivo, o con el armador Sheet y su apoderado Bowl, que pasan a ser Bou, el Secretario General de la Corporación; cambia de sexo al señor Dogsborough/Hindemburg, que pasa a ser, con un apellido castellanizado, la señora Aramburu; introduce un inmigrante negro...
En la puesta en escena su director sorprende con el empleo de medios técnicos modernos, como el juego de cámaras de vídeo y micrófonos, que se insertan en todas las escenas como un elemento más de la representación, cumpliendo con el concepto brechtiano del distanciamiento. El relato se amplifica así con un gran fondo de pantalla, formado por imágenes tomadas desde distintas perspectivas y acompañadas con diferentes volúmenes de voz, proponiendo incluso la participación de espectadores y espectadoras. A la buena interpretación hay que unir la excelente coordinación de actores y actrices manejando esos medios técnicos y los cambios continuos en el decorado, que está basado en unas cajas de cartón entre versátiles y simbólicas.
Según fui viendo la representación, fui hilando el relato de la obra con el proceso histórico en el que está inserta. Arturo Ui es la transposición de Adolfo Hitler, un personaje que Brecht utiliza para ilustrar el progresivo ascenso del nazismo en Alemania. Siendo Ui un delincuente de los bajos fondos de Chicago, a lo largo de la obra se percibe un microcosmos social cuyos componentes van apareciendo dentro de cada submundo: las grandes corporaciones, la política, la delincuencia, el lumpen proletariado, el propio proletariado, los medios de comunicación...
Es así como se entienden las distintas situaciones y personajes. El cadáver simbólico de la señora Aramburu, atrapada en la debilidad de haber aceptado un soborno, como hizo en su momento de los terratenientes prusianos el presidente Hindemburg, el honorable general y representante de la vieja Alemania conservadora, que acabó nombrando canciller, muy a su pesar, al "cabo Hitler". El asesinato de Ernesto Roma, trasunto de Ernst Röhm, éste como víctima en 1934, junto a la plana mayor de las SA, de la matanza de "la noche de los cuchillos largos". El protagonismo creciente de Guivo, la síntesis de Giri/Göring y Givola/Goebbels, que acabaron siendo los principales colaboradores de Hitler, el primero como nexo de unión del partido nazi con el mundo de la gran industria y el ejército, y el segundo como el gran manipulador de las masas desde su ministerio de Información. No falta el actor vagabundo que asesora a Ui en sus formas de actuar ante el público, como hizo también en su tiempo con Hitler el actor Paul Devrient. Tampoco falta la clase obrera, personificada en la figura del inmigrante negro, a quien Guivo acaba disciplinando a cambio de unas migajas, lo mismo que el régimen nazi aplicó ilegalizando sus organizaciones y recluyendo a sus líderes en campos de concentración, mientras hacía promesas de una arcadia aria feliz. Y, por su puesto, la Corporación, con sus corruptos altos cargos, cuyo poder económico supone el verdadero poder. El mismo que que desde la sombra manipula a la señora Aramburu, soborna a los funcionarios del estado, maneja a la prensa y financia a Artuto Ui y sus compinches, que hacen el trabajo sucio de poner orden y eliminar a quienes sobran.
La escena final nos muestra al conjunto de personajes que en sus asientos asisten pasivos a un discurso de Arturo Ui. En el texto original Brecht pone en su boca estas palabras:
Y para asegurar
Esa paz, he dispuesto hoy mismo
Comprar de inmediato nuevas ametralladoras
Y autos blindados, y naturalmente todo
Lo que haga falta de pistolas, porras
Y demás, porque ahora piden protección
No sólo Cícero y
Chicago sino también
Otras
ciudades: ¡Milwaukee y Washington!
¡Detroit! ¡Toledo! ¡Pittsburg! ¡Cincinnati!
Donde quiera que hay verdulerías. ¡Flint! ¡Boston!
¡Filadelfia! Baltimore!¡San Luis! ¡Little Rock!
¡Mineapolis! ¡Columbus! ¡Charleston ¡Y Nueva York!
¡Todas quieren protección! ¡Y ningún ¡"esto no es así"!
Ningún ¡"esto no es decente"! podrá detener a Ui!
José Manuel Mora se pregunta quién podría ser Arturo Ui en nuestros días, a lo que responde: "No tendría rostro, o al menos su rostro no sería fácilmente
identificable. La figura del poder que aparece claramente representado en el
personaje de Ui se ve absolutamente atomizada en nuestros días" (2). En el folleto que se entrega aparece una cita del mismo Brecht, en la que se puede leer: "¿de qué sirve decir la verdad sobre el fascismo que se condena si no se dice nada contra el capitalismo que lo origina?". He ahí el quid de la cuestión.
Notas
(1) He utilizado como texto de referencia el traducido por Miguel Sáenz, que aparece en Bertolt Brecht (1996), Teatro completo, v. 9, Madrid, Alianza Editorial, pp. 7-131.
(2) Ver en la página electrónica Agenda Andalucía Cultura la entrada "La evitable ascensión de Arturo Ui, en el Teatro Central".