"Son tan terribles las condiciones de vida del pueblo bahiano, tanta la miseria, tan absoluta la ausencia de toda asistencia médica o sanitaria, tan escaso el mínimo interés por parte del estado o de las autoridades, que vivir en estas condiciones constituye en sí misma una extraordinaria demostración de fuerza y de vitalidad. Siendo así, la preservación de las costumbres y tradiciones, la organización de sociedades, escuelas, desfiles, ranchos, ternos, afoxés, la creación de ritmos para el baile y el canto, todo cuanto significa enriquecimiento cultural adquiere la dimensión de un verdadero milagro que sólo la mezcla de razas explica y posibilita". Así se expresaba en una de sus obras de antropología Pedro Archanjo, personaje principal de la novela Tienda de los Milagros, de Jorge Amado.
El escritor brasileño construye una historia que tiene como eje central al mulato Archanjo, autodidacta y humilde bedel de la facultad de Medicina de la ciudad brasileña de Salvador de Bahía, pero que actúa en un medio social y cultural variopinto, complejo, contradictorio y lleno de vida. Objeto de investigación por una eminencia extranjera, el doctor James D. Levenson, es el poeta Fausto Pena quien acaba escribiendo sobre la vida de Archanjo, convirtiéndose así en el narrador de la historia.
En la novela aparecen personajes inspirados en otros reales que Amado se atreve a utilizarlos para ofrecernos un friso humano donde se mezcla lo real y la apariencia de un mundo entre mágico y extraordinario. Entramos así en la catalogación literaria de la obra: ¿pertenece al realismo mágico?; ¿lo es del conocido como real maravilloso?; ¿acaso a los dos o, si se apura, se trataría de lo mismo? No pretendo hacer una disertación acerca de los dos estilos, pero quizás puede ser más adecuado incluir la novela en el segundo de los estilos, en la medida que, siguiendo a Alejo Carpentier, "lo real maravilloso nuestro, es el que encontramos al estado bruto,
latente, omnipresente en todo lo latinoamericano. Aquí lo insólito es
cotidiano, siempre fue cotidiano".
Archanjo nació en el siglo XIX y vivió casi la mitad del siguiente, y a lo largo de su vida no dejó de pertenecer a los estratos sociales inferiores. Apodado Ojuobá, es un personaje lleno de vitalidad, producto del mestizaje racial creado en Brasil desde el siglo XVII con la colonización portuguesa y abigarrado desde finales del siglo XIX con la llegada de oleadas de inmigrantes europeos. Pese a ello Amado lo dota de una inteligencia que fue cultivando en un contexto de resistencia social y racial, donde el elemento afroamericano cobra cuerpo de una cultura multiforme, pero llena de una solidaridad interna robusta.
El clasismo, el racismo y el elitismo intelectual están presentes en todo momento, enredados dentro del contexto de dominación de una minoría de gente sobre la inmensa mayoría. El elemento blanco se muestra en su dimensión dominante y contradictoria a la vez. El racismo asoma de diversas formas, desde las más explícitas, como la del profesor Argolo Nilo, en la línea de los teóricos europeos de finales del XIX que alimentaron lo que después fue el nazismo; hasta las menos aparatosas, las mismas que establecían una separación de razas formal en los márgenes de los matrimonios convencionales. No falta el elitismo intelectual, cuando no intelectualoide, que acabó haciendo de Archanjo un personaje integrado post mortem en el santuario de héroes del sistema.
En la otra parte no faltan tampoco quienes desde su posición blanca transgreden las reglas sociales impuestas, participando en los incipientes movimientos políticos, forzando lazos matrimoniales mixtos, defendiendo la igualdad...
La novela la escribió Amado en 1969. Leyéndola, todo lo que nos cuenta sigue teniendo rabiosa actualidad. Y, ante todo, su protagonista: "Pedro Archanjo Ojuobá llega bailando: no es uno solo, es muchos, numerosos, múltiples, viejo, cuarentón, joven, niño, andariego, bailarín, conversador, bueno para el trago (...)". Para qué seguir.