¡Qué mala suerte tienen los buitres como especie! Como otros tantos seres vivos carroñeros cumplen una función vital en el ciclo de la vida. En el mundo de los humanos la figura del buitre tiene una doble acepción. Una negativa, sinónimo de gente oportunista, aprovechada, malvada...; la otra, más reciente, se sitúa dentro del paradigma neoliberal y se asocia al papel que en la vida natural cumplen los buitres. En la conocida película Capitalismo, una historia de amor, de Michael Moore, aparece un personaje -real, como el resto- que juega el papel de comprar viviendas desahuciadas a precio de saldo y con toda naturalidad se equipara a un buitre, cuya función carroñera no es otra que la de acabar de limpiar lo que otra gente ha abandonado.
Eso es el capitalismo y en mayor medida el de nuestros días. Llevamos tiempo oyendo o leyendo lo de los fondos buitre, pero como si nada. Una cosa más del paisaje económico cotidiano, como si la cosa no fuera con nadie, excepto para quien lo sufre. Si además quien lo sufre es de fuera, pues mejor. Estos días ha saltado a la actualidad Argentina y precisamente por un asunto relacionado con los fondos buitre. "¡Argentina, la misma que nos robó el petróleo de Repsol!", se habrá dicho para sí mucha gente. "Se lo tienen merecido!", se responderá. Pobre Argentina, cuya selección de fútbol hace un mes fue objeto de rechazo por la opinión pública española en la final de la copa del mundo jugada contra Alemania y no por motivos futbolísticos -que los tenía escasos, la verdad-, sino extradeportivos, es decir, de venganza por lo de Repsol y demás.
Quizás parezca que me haya salido del tema, pero no lo veo así. Estos días los medios de comunicación españoles del sistema se han mostrado poco benevolentes hacia el país sudamericano. Y detrás de todo ello se encuentran los fondos buitre, que se han lanzado a la yugular de ese país. Los llamados fondos buitre básicamente son empresas financieras internacionales que operan oportunistamente comprando deuda exterior de los países con dificultades. Teniendo en cuenta que esa deuda, como todas las bancarias, crece exponencialmente cuando no se paga -a través de la operación aritmética del interés compuesto-, quienes gestionan esos fondos saben lo que hacen. Buscan para ello países donde sus legislaciones les permitan actuar a su abrigo, como es el caso de EEUU y Reino Unido. Y esto es lo que acaba de ocurrir: un juez estadounidense ha dado la razón a la empresa financiera de Paul Singer, obligando al gobierno argentino a que pague la parte de su deuda contraída hace más de una década y que ha crecido enormemente.
La historia reciente de Argentina da para mucho. Pero, grosso modo, se trata de la un país cuya población en su mayoría lo es sufriente. Tuvo que soportar una feroz dictadura militar entre 1976 y 1983 y paralelamente un fuerte endeudamiento exterior, cuya hipoteca mantuvieron los gobiernos civiles que sucedieron a los militares. Por ello durante años se sucedieron privatizaciones de empresas públicas, ajustes salariales y recortes sociales. Fue el momento en que algunas empresas autodenominadas españolas adquirieron a precio de saldo y con escasas contrapartidas empresas argentinas -y de otros países latinoamericanos- en la banca, los hidrocarburos, la telefonía, las líneas aéreas...
La bancarrota de 2001 llevó a que finalmente el gobierno de Ernesto Kichtner decidiera no asumir lo que se consideraba como deuda ilegítima. Desde entonces ha seguido pagando, pero no la parte que se le exigía en forma de intereses desmesurados. Pero una parte de esa deuda, sin embargo, fue asumida por varios fondos buitre, que ahora se están haciendo valer gracias a la sentencia de un juez benevolente de EEUU, que ha decidido que los buitres no hacen nada malo, sino limpiar lo que ya está muerto y el resto de seres vivos han desechado.
Espero que después de todo lo que he escrito haya aclarado tres cosas: una, que los pobres buitres no son tan malos; segundo, por qué la selección argentina de fútbol tuvo tan poco apoyo en el país de "la roja"; y tercero, que los que se llaman a sí mismos buitres financieros no son más que verdaderas bandas de ladrones. Y un aviso para navegantes: en España también están operando, sobre todo en el sector inmobiliario.