Los primeros pasos
Años más tarde, en el
congreso de 1900, la nueva Internacional aprobó una estructura organizativa que
permitía la autonomía de sus miembros y sucesivamente fueron creando otras
organizaciones filiales de mujeres, sindicatos, la juventud, etc. Esos grupos
fueron adquiriendo una creciente presencia en Europa, menor en América, incluyendo
el ámbito parlamentario, donde sobresalió el partido socialdemócrata alemán, que
se convirtió en el principal referente. Fomentó acciones internacionales con
gran incidencia entre la población, cobrando especial importancia la
reivindicación de la jornada laboral de 8 horas, que fue el motivo por el que
se popularizó cada 1 de mayo el día del trabajo.
El debate sobre la guerra
Ya en el siglo en los congresos
internacionales se desarrollaron intensos debates sobre dos temas: la
participación en gobiernos con partidos burgueses y la guerra. Del primero
surgió la disputa entre partidarios, a los que se llamó reformistas, y sus
oponentes, que tendieron a considerarse revolucionarios. El debate sobre la
guerra inicialmente fue resuelto en el congreso de Stuttgart de 1907 con una declaración
contra el imperialismo, en defensa de la paz y apelando al internacionalismo
proletario. Pero la realidad fue que ese problema en vísperas de la guerra de
1914-1918 acabó por dividir gravemente a la Internacional y como
consecuencia, al movimiento obrero.
En los momentos previos a la Gran Guerra triunfaron
quienes decidieron apoyar a sus gobiernos respectivos en las votaciones de los
presupuestos de guerra, lo que se dio sobre todo en dos de los países clave: Alemania
y Francia. La idea internacionalista de la paz fue derrotada frente a la
nacionalista y la II
Internacional quedó, así, herida de muerte. Además del nacionalismo
belicista se encontraban quienes defendían a toda costa la paz y quienes, opuestos
a la guerra, la consideraban en ese momento inexorable, abogando por
desarrollar procesos revolucionarios. Tres corrientes que, en cierta medida,
pero no en todo, guardaban relación con otras tres corrientes políticas dentro
del movimiento socialista.
Las corrientes de la II Internacional
Una primera corriente, de derecha,
se oponía a la revolución y defendía las conquistas coloniales por considerar que
abrían importantes posibilidades a la clase obrera, ya que desde la fortaleza
de sus organizaciones podía influir en que los beneficios no recayeran en
exclusiva en la burguesía. Eso fue el origen por lo que después, en el seno del
movimiento comunista, se acabó calificando a la socialdemocracia como
social-imperialista. Esta corriente tuvo mayor incidencia en Alemania, donde
destacaron Bernstein, David o Noske, pero también estaba presente en otros
países, como en Italia con Labriola. Los
miembros de esta corriente fueron el principal soporte para que sus partidos
apoyaran a los respectivos gobiernos nacionales.
La segunda corriente era
la del centro y representaba mejor que las otras la tradición del movimiento
socialista, lo que explica que fuera la más numerosa. Sus integrantes tenían en
común su carácter moderado en lo político, aunque en muchos casos se
denominasen revolucionarios. No negaban, por tanto, la revolución, pero la
consideraban como producto de una evolución lenta, en la medida que la
hegemonía de la clase obrera y sus organizaciones se fuera consolidando. Entre
las figuras más conocidas se encontraban Kautsky y Bebel, en Alemania; Guesde, Vaillant
y Jaurés, en Francia; Bauer y Hilferding, en Austria; Martov, en Rusia; Vandervelde,
en Bélgica; Plejanov y Martov, en Rusia; o Hardie y MacDonald, en Gran Bretaña.
Pese a que sus miembros se
habían posicionado contra la guerra en 1907, cuando en 1914 se hizo realidad surgieron
comportamientos diferentes. Fue en esta corriente de donde se nutrió el
movimiento contrario a la guerra y a favor de la paz. Al principio las direcciones
de los partidos hicieron llamamientos en ese sentido y en diversas ciudades europeas,
sobre todo de Alemania, hubo manifestaciones en los días finales de julio. Pero
en poco tiempo el panorama cambió, triunfando las posiciones chovinistas y
dando lugar a profundas divisiones. Fue en Francia donde la fractura se hizo
más patente, con Guesde apoyando los presupuestos de guerra y entrando en el
gobierno de la “unión sagrada”, mientras Vaillant y Jaurés se oponían. En
Alemania Karl Liebknecht acabó posicionándose junto al ala revolucionaria. En Rusia, Plejanov, exiliado, se mostró favorable a la guerra, mientras que el menchevique Martov, como la mayoría de su grupo, se opuso. El belga Vandervelde se integró desde el primer momento en el gobierno de unidad nacional...
La corriente revolucionaria
era contraria a la guerra por considerarla imperialista, pero la veían como
inevitable, por lo que sus líderes propusieron que en cada país se transformara
en una guerra revolucionaria. Tenía como principales figuras a Lenin en Rusia y
Luxemburgo en Alemania. El primero fue el que desde la fracción bolchevique del
POSDR la auspició con más audacia, lo que acabó siendo realidad en 1917. La
segunda hubo de esperar al fin de la guerra para que en Alemania se iniciase un
proceso revolucionario que acabó fracasando.
Jean Jaurés
Estos días está cobrando
importancia la figura de Jaurés, el personaje que representa mejor la oposición
a la guerra desde un posicionamiento claramente pacifista y cuyo final dramático
sigue siendo un referente moral en la medida que fue víctima de un atentado
mortal a manos de un nacionalista francés. Como socialista moderado era
partidario de cambios graduales y sin convulsiones. Pero se mantuvo enérgico en
la defensa de la paz contra la guerra. Fue rotundo en la asociación del
capitalismo a la barbarie y la contraposición del socialismo como expresión de
la civilización.
Ya en 1905 atisbó
lo que podría ocurrir, como se desprende de estas palabras: “De una guerra
europea puede surgir una revolución y las clases dirigentes harían bien en pensar
en ello; puede surgir también un largo período de crisis, de contrarrevoluciones,
de furiosa reacción, de nacionalismos exasperados, de dictaduras agobiantes, de
militarismos monstruosos; una larga cadena de violencias retrógradas”.
En la actualidad hay
incluso quienes han puesto a Jaurés en la estela de otros socialistas
posteriores, como el chileno Salvador Allende, quien curiosamente también acabó
muriendo en el fragor de la defensa de su proyecto político frente al golpe
militar.
Hace unos años el cantante
Jacques Brel le dedicó una canción, cuyo título era toda una declaración: ¿Por qué mataron a Jaurés? Escucharla nos puede ayudar a reflexionar sobre lo
ocurrido y sus responsables.
Bibliografía de referencia
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Jacques (dir.) (1985). Historia general
del socialismo. De 1975 a
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quería cambiar la sociedad, no gestionarla”, en Sin Permiso, 3 de agosto, http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=7166.
VADILLO, Julián (2014). “Jaurés o la coherencia socialista”, en Diagonal, 31 de julio, https://www.diagonalperiodico.net/saberes/23624-jaures-o-la-coherencia-socialista.html.
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