De todas ellas (repito, de las vistas por mí), bastantes han sido dirigidas por Carlos Saura: La caza, Peppermint frappé, Ana y los lobos, La prima Angélica, Cría cuervos, El desencanto, Elisa, vida mía, Los ojos vendados, Mamá cumple cien años y Deprisa, deprisa. Todas ellas, menos la última, de los años 60 y los 70 y donde se encuentran quizás las mejores de la extensa filmografía del director. Dos son del poco prolífico, pero excelso, Víctor Erice: El espíritu de la colmena y El sur. Otras dos, de Jaime Chávarri: El desencanto y Dedicatoria. Tres, de Montxo Armendáriz: Tasio, 27 horas e Historias del Kronen. Otras tres, entre las más recientes, del joven (cuando las dirigió) Fernando León de Aranoa: Barrio, Familia y Los lunes al sol. Y una, de Ricardo Franco: Pascual Duarte; de Emilio Martínez Lázaro: Las palabras de Max; y de su propia hija Gracia Querejeta: Cuando vuelvas a mi lado.
Una labor iniciada con valentía en tiempos de dictadura tratando la guerra civil como metáfora, como reflexión, como recuerdo... Tratando también el presente con sus demonios familiares, rurales, urbanos... No dejando al lado el drama argentino. Ni la soledad, la violencia, la marginalidad, el nihilismo, el paro, la catarsis... Desconozco las obras sobre la violencia en su tierra, en las que tomó partido.
Ha muerto uno de los grandes del cine: Elías Querejeta. En las películas mencionadas ha sido su productor. En algunas, incluso, ha participado como guionista. Ha sido más que un proveedor de fondos. Él mismo se dijo -recuerdo su sonrisa socarrona- miembro de un cine artesanal, muy diferente del que se hacía en La Meca norteamericana. Controvertido, en fin, por muchas razones, en nada resta un ápice la calidad de su obra. Por eso merece la pena recordarlo.