En el cuaderno electrónico Juan y Mon en la Tierra podemos informarnos de sus planes y las impresiones que van teniendo en sus visitas. La idea suya es seguir viajando hacia el sur del continente americano por Bolivia y Chile, para después saltar a la isla de Pascua. Lo siguiente, más ambicioso, sería cruzar el océano Pacífico hacia Samoa, Nueva Zelanda y Australia. No sé si en Samoa, después del reciente y terrible tsunami que ha sacudido a la zona, va a poder ser el paraíso donde “nos hayamos quedado (…) y nunca más volvamos”, pero es algo que tendrán que descubrir. La penúltima etapa la tienen prevista en Asia, donde visitarían China, Vietnam y la India. Y por último, el continente africano, con Madagascar, Namibia y quizás Bostwana y Senegal.
En Perú ya se han adentrado en las montañas andinas y, cómo no, visitaron Wiñaypac. También la antigua capital inca, Cuzco. Ahora se encuentran en Bolivia. Han estado en los altiplanos, puesto sus pies en los 4.000 metros de altura de La Paz, alcanzado casi las estrellas en el Choro contiguo a la ciudad, navegado por el lago Titicaca… Lo último que conocemos es que han bajado de las alturas y están pisando la selva amazónica y la pampa boliviana. La naturaleza salvaje en estado puro de la selva, con su intensa y variada vegetación, su agónico calor húmedo, o sus animales de todas clases en concierto polifónico de voces; y el remanso que supone la pampa, la sabana americana, con su alternancia de árboles y hierbas, surcada de lagunas y ciénagas. Un inciso mío: cuando era niño nos hablaban de la Pampa argentina, de la extensa y rica llanura sedimentaria, granero y pasto para ganado. Sigue siéndolo, aunque parte de la población tenga que sufrir desnutrición. Con 15 años, en 1973, supe de la Pampa chilena, desnuda, desértica y rica en minerales (cobre, nitratos…), escenario de la matanza de Iquique y germen del sindicalismo chileno, y con él del potente y creativo movimiento obrero que aupó en 1970 a Allende a la presidencia.
Quizás ahora Juanjo y Montse ya hayan vuelto a las alturas de los altiplanos y se encuentren ya en Uyuni, en el mayor desierto salado del mundo. Se encuentra en el estado de Potosí, el lugar donde hace 500 años tan poca gente (de nuestra Península, de nuestra Meseta) empezó a hacerse muy rica para extraer la plata de las entrañas de la tierra, mientras la mayoría trabajó duramente, sufrió más y hasta sucumbió con su esfuerzo demoledor. Un lugar impresionante que ha dado lugar a una expresión (“vale un Potosí”) que ha tornado el valor de las cosas. A ver qué nos cuenta la pareja.
Como va para ellos este escrito, un beso muy grande, Montse y Juanjo.