Nos ha recordado nuestro amigo José Manuel que hoy es el Día del Burro. A ello no es ajena su hija Belén, dedicada a su conservación en la comarca portuguesa del Miranda do Douro. Para un salmantino de nacimiento, como es mi caso, el mencionar a ese animal nos lleva a la canción "El burro de Villarino". De origen popular -y muy popular, por conocida y cantada-, tiene su origen en el pueblo que le da nombre: Villarino de los Aires. Situado en los Arribes del Duero, al noroeste de la provincia, y lindante con la comarca portuguesa antes aludida, está en uno de los tramos de lo que se conoce como la raya, esto es, la frontera entre los dos países.
Para conocer mejor esta realidad no está de más leer una entrevista de hace tres años a Luis Falcón, publicada en el Diario de Valladolid. Escritor y periodista, nació en el pueblo y reivindica el carácter singular que tienen las tierras que comparten, cada una en su orilla correspondiente, el segundo río más caudaloso y largo de la Península Ibérica: "la raya húmeda que es el Duero y el Douro. Sobre este espacio geográfico
compartido están el planteamiento político, el geográfico y el sociocultural.
Son más las semejanzas que las diferencias". Y sobre la canción nos dice que "posiblemente
en toda Castilla y León no exista una canción tradicional con más trascendencia
mundial que el burro de Villarino".
Y, en efecto, su melodía, con parte de la letra y/o alguna que otra adaptación, se cantaba durante los años 60 y 70 para denunciar la dictadura franquista. E incluso, más allá del Atlántico, lo hicieron el argentino Atahualpa Yupanqui o los chilenos Rolando Alarcón, Víctor Jara, en compañía de Quilapayún, y este mismo grupo por sí solo.
Hay muchas versiones populares de la canción en cuanto a la letra, no así en su música. E incluso no faltan variantes en el uso de algunas palabras, como murió/muriú, burro/burru, vinagre/vinagre, llevó/llevú, Dios/Dius, hocico/hocicu, mohíno/mohinu..., que no es otra cosa que el eco que va quedando en algunos lugares, sobre todo del medio rural, de la antigua lengua leonesa. En las fiestas de los pueblos y de la propia capital se canta acompañada de la gaita y el tamboril. Dos instrumentos que forman parte del acervo cultural de la mayor parte de la provincia salmantina, especialmente en sus partes central, occidental y meridional. La versión que dejo para que se escuche es de Gabriel Calvo. Vamos allá.
Ya se murió
el burro
que
acarreaba la vinagre,
ya lo llevó
Dios
de esta
vida miserable.
Que tururururú,
que tururururú,
que tururururú,
que tururururú.
Él era
valiente,
él era
mohíno,
él era el
alivio
de todo
Villarino.
Que tururururú...
¿No te acuerdas, burro,
camino de Pereña?
Tú tirabas coces
y yo te daba leña.
Que tururururú...
Estiró la
pata,
arrugó el
hocico
y con el
rabo tieso decía:
“¡Adiós, Perico!”.
Que tururururú...
Todas las
vecinas
fueron al
entierro
y la tía
María
tocaba el
cencerro.
Que tururururú...
A los ocho
días,
después de
haber muerto,
resucitó el
burro
para el
testamento.
Que tururururú...
A Juan dio
la cincha;
a Pedro, la
albarda;
y a Andrés,
las orejas
para unas
sandalias.
Que tururururú...
Al amo, los
dientes;
el rabo, al
criado;
y al ama,
el pellejo
para
hacerse un sayo.
Que tururururú,
que tururururú,
que tururururú,
que bien lo sabes tú.
(Imagen: Lecturas infantiles de España y América; Salamanca, Anaya, 1965).-