Jesús María
Montero Barrado (redacción)
Juan-Miguel Montero Barrado (trabajo de campo)
Juan-Miguel Montero Barrado (trabajo de campo)
“Triunfó el Ejército
en Salamanca y fracasó la
Revolución comunista, ofreciéndose a las autoridades
militares todos los hombres honrados y de buena voluntad, sin distinción de
ideologías, para constituir la milicia cívica-ciudadana y ayudar a las tropas y
guardias de Seguridad”.
(Enrique
Esperabé de Arteaga, 1941) [1].
“Sí,
fueron cinco falangistas (…). Sacaron de la cama a mi marido, que en paz
descanse, el pobre, y le plantaron una pistola en el pecho, y allí, delante de
él, me violaron. Unos me tenían cogida por los brazos y otros, por las piernas
(…). Además nos robaron todo lo que pudieron”.
(Alejandra,
viuda de Desiderio, 1979) [2].
“Los
asesinos de la memoria han elegido bien su objetivo: quieren golpear a una
comunidad sobre las mil fibras aún dolorosas que la ligan a su propio pasado. Lanzan
contra ella una acusación global de mendacidad y fraude (...). Pero no me
propongo responder a esa acusación global situándome en el terreno de la
afectividad. Aquí no se trata de sentimientos, sino de la verdad”.
(Pierre
Vidal-Naquet, 1994) [3].
Nota aclaratoria de 2022
Buscando en la
página electrónica de la Asociación Salamanca Memoria y Justicia aparece al principio su nombre y una breve referencia a los datos de filiación de la persona que nos ocupa:
“GONZÁLEZ
FRAILE, AVELINO (a) "EL RENOVERO". 56 años. Casado con Serafina
Vicente Barrado. Natural de Alba de Tormes. Hijo de Eleuterio González y
Demetria Fraile. Víctima mortal”.
Luego, pinchando
en su nombre, puede accederse a más información, obtenida a través del Registro
Municipio de Pedrosillo de los Aires y alguna más que no se cita. No faltan
unas Observaciones, que se expresan en los siguientes términos:
“Asesinado
en despoblado de la Dehesa de Castillejo, sobre las dos horas aproximadamente,
a consecuencia de lesiones por disparos de arma de fuego. Era de una estatura
regular, 1,60 m., aproximadamente, corpulento, pelo castaño oscuro canoso,
vistiendo sombrero de paño clase regular color café claro con iniciales A. G.,
chaqueta y chaleco de igual color pardo verdoso y éste aún más, el pantalón de
género ligero, cinturón de correa, botas negras de cordones, tapas de goma
corta a los tacones, camisa blanca con listas, calcetines negros. Se ha
recogido para conservar, el sombrero, el cinturón, la petaca, el pañuelo y un
lápiz”.
Como va a poder
apreciarse a lo largo del trabajo que presentamos, no hay nada nuevo de lo que
en 2008 ya averiguamos. La salvedad es que por desgracia no pudimos hacer
público en su día el producto del esfuerzo realizado. Han pasado 14 años y se
ha avanzado mucho en la tarea de recuperar la memoria de esas víctimas que
fallecieron como consecuencia de un golpe militar de carácter fascista que
actuó despiadadamente. En su mayoría se trataba de gente humilde, trabajadora,
esa amplia mayoría social que se atrevió a hablar de de tú a tú a quienes desde
décadas y siglos atrás habían sido sus amos, explotadores...
No era el caso de
Avelino González Fraile, que era un labrador acomodado y que cometió el pecado de ser republicano y, además,
ser buena persona. Creemos que su muerte hay que inscribirla en una doble
vertiente: el castigo a quienes se salían del molde pretendido por los
perpetradores del plan para acabar con la República, con el componente de
ejemplaridad para hacer del miedo la forma de atenazar cualquier atisbo de
resistencia; y la apropiación, cuando fuera posible, de los bienes, o de parte
de ellos, de las víctimas. Esto es, una doble represión: política y económica.
El título del
trabajo hace referencia a la recuperación de la memoria de un desaparecido. No sabemos
cuáles pueden ser sus restos ni lo podremos saber: el matrimonio formado por
Avelino González Fraile y Serafina Vicente Barrado no tuvo descendencia. Pero
creemos que, en sentido amplio, ha habido una recuperación en un doble sentido:
conocer dónde fue asesinado y el lugar donde fue enterrado; y, ante todo, sacar
a la luz la memoria de quién fue. Quedan, no obstante, cabos sueltos. Uno tiene
que ver con la identificación de sus restos mortales. Otro, con los motivos de
su asesinato, teniendo en cuenta que su viuda acabó perdiendo el las
propiedades que tenían. Por lo demás, decir que aquello que ha resultado
imposible recuperar quede como la ignominia de quienes ordenaron su muerte, la
llevaron a cabo y la encubrieron.
Y reitero lo dicho con anterioridad: este trabajo es de 2008. Por distintas razones que no vienen al caso, y pese a haberlo intentado, no pudo publicarse. Pasados los años, en el verano de 2020, retomé el intento, llegando incluso a hacer una revisión, teniendo en cuenta que algunos de los aspectos que se reflejaban estaban basados en testimonios orales, careciendo de un soporte documental que lo reafirmase. Ahora, por fin, mi hermano Juan-Miguel y yo hemos tomado la decisión de hacer público el artículo.
Jesús María Montero
Barrado, Barbate (Cádiz), 22 de noviembre de 2022.
Advertencias previas
1
Este trabajo ha sido fruto de una idea que venía gestando
desde hacía tiempo, pero que a lo largo de un año aproximadamente se fue
precipitando progresivamente hasta lo que ahora se presenta. En la organización
que se ofrece de su contenido he preferido mantener el proceso cronológico en
la obtención de la información. Si en un primer momento se parte de la simple
curiosidad por los orígenes familiares, en este caso por la rama de mi madre,
con el tiempo se fue centrando en la búsqueda de información de un pariente
lejano al que conocíamos como tío Avelino, que fue asesinado y desaparecido en
los primeros momentos de la
Guerra Civil. En todo este trabajo he contado con la ayuda inestimable
y fundamental de mi hermano Juan-Miguel, que ha realizado una labor de
investigación, en gran parte por sus propias iniciativas y en otra pequeña por
las indicaciones que le iba haciendo. Sin su labor hubiera sido imposible el
resultado que aquí se presenta. No es, pues, mi trabajo, es un trabajo de dos,
en el que a mí me ha correspondido la idea y la redacción. No puedo dejar de
mencionar también a mi familia, que con sus recuerdos me ha ayudado a refrescar
mi memoria y me han aportado datos, algunos de ellos corroborados con
testimonios de otras personas. Por último, además de mi propia memoria,
conservo algunas notas escritas que fui tomando de las largas conversaciones
que tenía con mi madre, cuando acudía a visitarla durante las vacaciones y matábamos
el tiempo charlando de todo lo habido y por haber.
Jesús María Montero
Barrado, Barbate (Cádiz), 19 de octubre de 2008.
2
Creo que estamos en una etapa apropiada para poder ir
sacando a la luz estos trabajos que, según mi impresión, son muy importantes
para quienes estamos interesados en este tema, que son muchas personas, quizás
más de las que pensamos.
Hay algunos casos como este que
presentamos, del que hemos tenido que partir de cero por carecer de todo tipo
de informaciones, generalmente desconocidas por los familiares más allegados.
Muy pocos saben de esta historia, de la vida y muerte del tío Avelino, que fue sacado de su casa a
traición una noche del verano del 36, sin dejarlo vestir, es decir, seguramente
con sus calzoncillos pulgueros, que son los que por aquella época utilizaban
los labradores y gente del campo.
Como mi hermano Jesús dice en este escrito,
ha sido algo que ha ido madurando en su testa durante algunos años, hasta que
ha logrado sacarlo a la luz. El trabajo,
desde el principio hasta el fin, seguramente
esté escrito a gusto de mucha gente, porque está dotado de rigor, hechos
fehacientes y de una gran información y documentación que se puede observar.
Yo, por mi parte, como su hermano, le he
ayudado en lo que podido, dedicando tiempo a viajar, leer documentos y, sobre,
entrevistarme con muchas personas. Cuando me propuso colaborar, desde el primer
momento comencé a desarrollar el trabajo. Aunque, eso sí, no sin encontrarme con muchas dificultades, porque
la gente no estaba dispuesta a contestar a mis preguntas sobre el tema. Aún
mucha gente no quiere hablar de esas cosas y
medida por miedo. Solamente mi argucia, constancia y tesón hicieron que
poco a poco llegase a lograr buena parte de la información que mi hermano precisaba para terminar un trabajo
que con tanta ilusión comenzó.
Juan-Miguel Montero
Barrado, Salamanca, 24 de noviembre de 2008.
INTRODUCCIÓN. LA
GÉNESIS DE UNA HISTORIA
Recuerdos lejanos de
la niñez
Desde niño oí hablar a mi madre del tío Avelino, muerto al
inicio de la guerra como consecuencia de “un paseo” a manos de una patrulla de
falangistas. Mi madre siempre se refirió al caso como una injusticia contra “un
hombre bueno”. El tío Avelino era un pariente lejano de mi madre, casado con
una tía lejana por parte de su padre, y a la que se llamaba en casa “abuela”
Serafina. El matrimonio había adoptado, además, a una sobrina, llamada Eulalia,
que era hija de una hermana de su mujer, la tía Manuela. Eulalia y mi madre,
por tanto, eran primas lejanas. Pero para entrelazar más las relaciones
familiares, más importante que ese parentesco fue el hecho de que un hermano de
mi madre, el tío Manolo, se casara con la tía Eulalia, por lo que las dos se
convirtieron también en cuñadas.
En medio de distintos avatares de la vida, las dos cuñadas
llegaron a tener una profunda confianza mutua, pese a la diferencia de edad que
había entre ambas, ya que mi madre podría tener unos 11 años menos. Después de
la muerte del tío Manolo, en 1977, vivieron varios años en los que mantuvieron
una relación muy estrecha.
Tras la muerte de su marido la tía Eulalia empezó a ir
mucho por casa y siempre dio muestras de cariño hacia el resto de los miembros
de mi familia. Ella sabía de mi militancia política en un partido de la izquierda,
por lo que estoy seguro que a través de mí, su sobrino pequeño, buscó una
complicidad encubierta por algunas similitudes existentes entre mi caso y el de
dos de sus familiares más queridos, pues éramos de izquierdas, rojos...
Uno de esos familiares era su propio marido, el tío
Manolo, que perteneció junto al otro hermano, el tío Virgilio, a Izquierda
Republicana. El otro familiar que sufrió la represión, y esta vez más dura, fue
su tío y padre adoptivo, el tío Avelino. La tía Eulalia siempre fue parca en
palabras. No me contó detalles de lo ocurrido y yo ni siquiera me preocupé de
preguntarle mucho, limitándome a escuchar, pero siempre se refirió a los dos
hechos con pena y sobre todo en el segundo, teniendo en cuenta que el destino
final fue la muerte despiadada y, como contaré más adelante, intencionada.
El porqué de mi empeño en indagar sobre la muerte del
tío Avelino
Desde hace dos décadas ha surgido un movimiento en la
sociedad española que busca recuperar la memoria de quienes sufrieron algún
tipo de represión durante la
Guerra Civil y los años de la postguerra. Es un movimiento
que ha calado más en los nietos y las nietas de las personas que vivieron esos
acontecimientos[4].
Sus razones son diversas, pero su base se encuentra fundamentalmente en una
generación que ha querido saber más de lo ocurrido y para ello está teniendo el
empeño de quitar ese manto de silencio y deformación de la realidad que durante
los 40 años de dictadura y los siguientes de la Transición se ha
levantado. Quienes vivieron la
Guerra Civil en el bando perdedor pasaron por la Transición con ánimo
conciliador. En parte, por miedo, pero también con la intención de que no se
reviviera la violencia vivida en décadas pasadas. Se ha escrito bastante acerca
de la actitud de la sociedad española durante los años de la Transición y la
preeminencia de la “paz” muy por encima de otros valores como “justicia”,
“libertad” y “democracia”[5].
También sobre el comportamiento de los principales
partidos parlamentarios, que desarrollaron una política de consenso que culminó
en la Constitución
de 1978. Pero no es una interpretación unánime. Hay trabajos que plantean otro
estado de opinión en esos años, en este caso con unas condiciones más favorable
a un cambio político más avanzado, dentro de lo que durante los últimos años
del franquismo y los primeros de la Transición se denominó con el término ruptura
democrática[6].
Según ha ido saliendo la información obtenida por las
investigaciones de distintas asociaciones de memoria histórica, profesionales
del mundo universitario y, justo es reconocerlo, la gran aportación de otras –muchas-
personas dedicadas a la investigación histórica y preocupadas por saber más de
lo ocurrido[7],
me he ido interesando cada vez más por el tema de la represión franquista. No me refiero, en todo caso, al grupo de
escritores y publicistas, bien panegíricos iniciales del régimen o bien los hoy llamados
revisionistas, en especial estos últimos porque sus postulados parten de las
obras de los primeros, claramente sesgadas e insuficientes en sus fuentes, o de
la negación de hechos documentados[8].
En el caso de Salamanca he intentado
conocer más de lo que se ha ido trabajando y publicando. En plena Transición
fue muy conocido el reportaje que se publicó en 1979 en la revista Interviú[9] acerca
de la represión en la provincia, centrándose en casos concretos de algunas
personas y localidades. Sin entrar en el propio carácter periodístico del
reportaje, lo cierto es que abrió una especie de caja de los truenos en la
medida que sacó a colación un tema que en esos momentos y por distintos motivos
no se quería tocar por mucha gente[10].
Hace años, en 1997, se publicó en Salamanca.
Revista de Estudios un monográfico con el título Las guerras en
Salamanca (ss. XVII-XX)[11], en
el que aparecieron varios artículos relacionados con la Guerra Civil de 1936-1939[12].
Excepto el dedicado explícitamente a la represión de la masonería, otros cuatro
artículos sólo se centraban en distintos aspectos de la ocupación del poder y
los diversos apoyos al bando sublevado, y un sexto artículo lo hacía a la
participación salmantina en el bando republicano. Su lectura me resultó
interesante por las aportaciones que hicieron al conocimiento de ese momento
histórico.
La reedición en 1997 del conocido libro de
Ronald Fraser Recuérdalo tú y recuérdalo a otros[13],
pionero en nuestro país de la historia oral, fue motivo para que, por distintas
razones, procediese a su lectura por mi parte. Salamanca y sus gentes aparecen
con frecuencia con referencias a acontecimientos, personajes o en boca de
protagonistas y testigos del momento.
En 2001, se publicó el artículo de Santiago
López y Severiano Delgado “Víctimas y Nuevo Estado. 1936-1940” [14], en
el que se trataba por primera vez de una manera más extensa la represión en Salamanca
durante la guerra civil. Lo leí con interés, incluido el listado de personas
represaliadas. En él no aparecía el tío Avelino, entre otras cosas porque,
entre quienes se mencionaba, había
constancia legal de su registro por motivos como la estancia en la cárcel o el
haber sido incluidos en algún proceso judicial.
Al año siguiente se constituyó la Asociación Salamanca
Memoria y Justicia, que en su página electrónica tiene expuesta una interesante
y variada información sobre el tema, con un listado de víctimas, testimonios
personales, artículos de investigación, reportajes periodísticos, etc.[15].
En el mismo 2002 se publicó otro artículo,
esta vez de la profesora de la Universidad Complutense
Guadalupe Pérez García, titulado “Represión y control social en Salamanca
(1936-1939)”[16].
Aunque la autora se centra especialmente en la capital, ha escrito que las
primeras acciones represivas en el medio rural se encargaron a grupos
paramilitares de “Falange, Bloque Agrario y Acción Popular”, añadiendo que la mayoría
de los detenidos en las “excursiones” falangistas eran ejecutados directamente cerca de los
pueblos”. La naturaleza de estas acciones la ha llevado a concluir que “las
dificultades documentales y la necesaria utilización de una compleja metodología
basada en la memoria oral nos obligan a dejar aquí la represión en el ámbito
rural, sin duda mucho más incontrolada”.
En diciembre de 2006 se celebraron unos actos de homenaje
a profesores y estudiantes del mundo universitario que sufrieron represalia durante
la guerra y los años posteriores. El acto principal tuvo lugar el día 11,
organizado por la propia Universidad de Salamanca. Conservo una colección de lo
que se publicó por la prensa durante esos días gracias a la generosidad de mi
buen amigo Maximiano Vallejo Llamas[17],
hijo de un estudiante represaliado.
Más recientemente ha aparecido de Santiago López y
Severiano Delgado otro artículo, basado en el antes aludido, con el título “Que
no se olvide el castigo: la represión en Salamanca durante la guerra civil”,
dentro de la obra colectiva Esta salvaje pesadilla[18]. Lo
leí con detenimiento y, dentro de él, el listado de personas represaliadas.
Seguía sin estar incluido el tío Avelino, pero en el contenido había algunas
novedades. Se hacía un reconocimiento de que “falta mucho por estudiar acerca
de la formación y composición de los grupos” o que “los falangistas estaban
bien organizados. Alguien les facilitó el armamento o los vehículos con los que
desplazaban de un sitio a otro”. Y a continuación se mencionaban tres formas de
liquidación física: las “ejecuciones extrajudiciales por paseo”, de las que hay
constancia de 159; las “sacas de la cárcel”, con noticia de 135; y las
“sentencias emanadas de los consejos de guerra”, que se han contabilizado en
154 durante los años 1936 y 1940[19].
Por la información que teníamos en nuestra familia el caso
del tío Avelino se encontraría en la
primera de las formas. Es decir, la de las “ejecuciones extrajudiciales por
paseo”. Según los autores del artículo, por la naturaleza ilegal de la
represión, la mayoría de los casos resueltos se ha respaldado a través del
recuerdo de familiares o personas conocidas[20],
siendo una minoría los que tienen respaldo documental o testimonios
fehacientes. Y en una nota a pie de página se hace una corrección sobre su
artículo anterior de 2002, en la que se decía que “parecía poco probable que
hubiera fosas comunes en Salamanca, ya que sólo se había encontrado una”, toda
vez que ya se han descubierto varias en la finca de la Pinilla , Terradillos,
Sanjuanejo o Pelabravo[21].
A
finales de 2007 salió la obra Testimonio
de voces olvidadas, coordinada por Enrique Berzal[22]
y cuyo ámbito de investigación ha sido
la comunidad castellano-leonesa. Los datos que ofrecen de las personas
ejecutadas superan en número los de otros estudios. El capítulo sobre
Salamanca, “Nadie preguntará por ellos: guerra y represión en Salamanca”, ha
corrido a cargo de Severiano Delgado y Javier Infante, si bien la
cuantificación de las ejecuciones la ha expuesto el propio Enrique Berzal,
basándose parcialmente en los datos de Severiano Delgado y Santiago López, de
manera que las 600 víctimas que éstos han documentado, Berzal las ha aumentado a unas 1.000, a modo de
aproximación, teniendo en cuenta que “buena parte de la provincia queda
aún por investigar”[23].
Delgado e Infante, por su parte, en su clasificación de las víctimas de la
represión mencionan un cuarto grupo, “muy heterogéneo”, poco numeroso y de escasa o nula significación política, del que
destacan que “resultaba conveniente retirarlos en una cárcel o aniquilarlos
para hacerse con sus bienes”[24]. Por
lo que iremos viendo a lo largo del trabajo, coincide perfectamente con el caso
que nos ocupa.
Pese a los pasados en que fue editado por primera vez y
mis intentos por hacerme con un ejemplar, en el verano de 2008 conseguí leer la
novela La grama, de Agustín Salgado[25].
Siendo una obra pionera en el tratamiento de la represión en el campo
salmantino durante la guerra[26], en
concreto en los pueblos de La
Armuña , resulta altamente ilustrativa del ambiente que se
vivió en esos años, al utilizar, entre otras fuentes, testimonios cercanos y
vivencias propias. Otro salmantino, Manuel Sánchez[27],
también describe parte del ambiente represivo, al tener él mismo protagonista
del refugio y posterior huida por ser miembro del POUM. Fue una obra que tuve
ocasión de leer hace años, quizás a finales de los años 90.
Por último, en la página electrónica del Colectivo
Republicano de Euskal Herria existe una sección dedicada a las víctimas de Salamanca,
donde aparecen dos listados: uno, de los
fallecimientos debidos a la guerra[28]; y
el otro, de los ocasionados por la represión franquista. Están basados en los
trabajos de Santiago López y Severiano
Delgado[29],
Luis Calvo Rengel[30] y en
el archivo de la Asociación
Memoria y Justicia de Salamanca.
EN BUSCA DEL TÍO AVELINO
Los primeros pasos
Fue en el verano de 2007 cuando me decidí a dar los
primeros pasos en busca del tío Avelino. Empecé a darle vueltas a la idea de
encontrar una explicación a la ausencia de su nombre en las distintas
publicaciones leídas. En mi familia no sabíamos sus apellidos, pero teníamos
dos referencias: el nombre de pila y las localidades por donde podía haber
transcurrido su vida. Se trataba de tres municipios y una pedanía, colindantes
entre sí: Cuatro Calzadas, principalmente en el término municipal de
Martinamor, donde tenía la vivienda y la finca; Martinamor, de donde era la
familia de la tía Eulalia; Buenavista, el municipio donde pertenece una parte
de Cuatro Calzadas; y Morille, donde vivía parte de la familia de la tía
Eulalia.
Como ya hiciera en vida con mi madre y con la tía Eulalia,
ahora volví a preguntar a mis hermanos y hermanas sobre los pormenores de su
muerte. La información fue prácticamente la misma, sin que inicialmente
aportaran más cosas de las ya sabidas. Sí mencionó una de mis hermanas una
frase que mi madre repetía mucho, que yo nunca había oído, y que era que su
muerte se debió “a los malos quereres”. Siendo consciente de que era necesario
un trabajo de investigación directo para poder saber más, le planteé a mi
hermano Juan-Miguel la posibilidad de iniciar la búsqueda. De inmediato me
facilitó nombres y teléfonos de familiares de la tía Eulalia, más o menos
allegados, con el fin de que yo mismo indagara. Hice dos gestiones en el
momento, pero no obtuve frutos. Eso me
llevó a replantearme que esa vía iba a resultar difícil por una razón: el
acceso a ese tipo de información requiere confianza. Yo no conozco a esos
familiares, por lo que presentarme a secas como el hijo de la tía Felisa iba a
resultar prácticamente inútil.
La relación del tío Avelino con la familia Barrado
El tío Avelino se casó con Serafina Vicente Barrado. Ésta
y su hermana Manuela tenían parentesco con el abuelo Miguel, del que eran
primas lejanas. Las dos dejaron Calvarrasa de Abajo y acabaron afincándose en
Martinamor. Manuela lo hizo después de
casarse con Daniel Boyero. Este matrimonio tuvo varios hijos y varias hijas,
entre quienes estaba la tía Eulalia. Serafina y Avelino se instalaron en Cuatro
Calzadas, pero no tuvieron descendencia. En estas circunstancias era costumbre
en los pueblos de Salamanca, como ocurría en otras partes de España, la cesión
en el seno de la familia de una hija al matrimonio sin descendencia para
aliviar la carga familiar, en una parte, y para disponer de una ayuda, en la
otra. La forma de hacer esa cesión podía ser la adopción formal o la simple
convivencia de hecho. A la tía Eulalia le correspondió esta última situación, lo
que no fue óbice para que se sintiera su hija, aunque no hubiera sido adoptada
formalmente, ya que en ningún momento perdió sus apellidos de origen, que eran
Boyero Vicente. De esa manera su vida acabó transcurriendo en Cuatro Calzadas,
donde tenían su casa y sus fincas el tío Avelino y la “abuela” Serafina.
Pasados unos años, a principios de los años 30, la tía
Eulalia acabó casándose con el tío Manolo. La forma como se ennoviaron se la
contó tiempo en su momento la propia tía Eulalia a mi hermano Juan-Miguel. Al
parecer partió de los viajes que hacía la familia a Salamanca desde Martinamor
y Cuatro Calzadas, razón por la que pasaban de visita por la tienda de curtidos
que el abuelo Miguel tenía en la calle San Pablo y donde trabajaban sus hijos
Virgilio y Manolo.
En cuanto a las relaciones entre los distintos miembros de
las familias Barrado y Diego tuvieron un grado grande de cordialidad, derivada
de la vecindad de las fincas y de los propios lazos familiares. Desde mi familia se han referido
incluso a partidas de cartas que echaban los varones, entre los que estaban los
tíos Bonifacio Diego, patriarca de la rama más adinerada de la vía materna de
mi madre, el propio Avelino González y Manolo Barrado.
La Guerra Civil en la familia
En casa también se habló de la guerra. Mi padre y mi madre
lo hicieron en la mayor parte de las veces desde su apoyo al bando vencedor,
pero con mucho cuidado. Su relación con el régimen fue distinta, pues nunca
mostraron una ostentación favorable, excepto en todo lo que estaba relacionado
con las prácticas y la moral católicas. Repitieron algunas veces a la frase muy
recurrente de “en los dos bandos se cometieron atrocidades”. Siendo niño alguna
vez oí comentar a mi padre y a otro maestro, compañero suyo en el colegio Francisco Vitoria, que la
violencia de la guerra no fue sólo del bando perdedor, sino del vencedor. Esas
palabras me impactaron en su momento, pues, teniendo yo unos 9 ó 10 años,
rompían con la idea maniquea que nos habían inculcado desde el principio. Sólo
en sus postrimerías la situación cambió, cuando, por la militancia antifranquista
y la represión del régimen contra dos de sus hijos, las opiniones de mi padre y
mi madre empezaron a virar.
La familia de mi madre era en su mayoría conservadora y de
fuerte sentimiento católico. El abuelo Miguel era monárquico y mi madre,
influida por el ambiente familiar y del momento, llegó a pertenecer durante la
guerra a las Margaritas, la agrupación de mujeres jóvenes del movimiento
carlista. Como tal desarrolló una labor en el campo de la enfermería.
Los dos asuntos relacionados con la represión que antes
mencioné nunca se ocultaron. Los tíos Virgilio y Manolo habían sido del
“partido de Azaña”, como decía mi madre. Sabíamos que los dos sufrieron
persecución desde el comienzo de la guerra civil, aunque habría que calificarla
de baja intensidad, gracias a la labor desplegada por el abuelo Miguel, que los
protegió pagando multas y chantajes económicos, lo que le supuso la pérdida
progresiva de parte del patrimonio familiar. Mi madre nos recordó, sin
especificar, las fuertes sumas de dinero que tuvo que pagar su padre, el abuelo Miguel, incluso una
vez acabada la guerra. Recordaba con rabia que una de las cosas que se llevaron
de la casa de su padre fue “una radio muy buena que costó mucho dinero”.
Al margen de eso, ignoro cuál fue el grado del estigma que
los dos tíos sufrieron durante el franquismo por su pertenencia a Izquierda
Republicana, tanto en lo público como en lo familiar. Sí recuerdo a mi madre
repetir en varias ocasiones la expresión con la que el tío Virgilio se refería
a la persecución sufrida: “por una jodida peseta”. Ésa era la cuota que pagaban
por su militancia política.
El otro asunto que se trató algunas veces fue el del tío
Avelino, el padre adoptivo de la tía Eulalia y al que mataron al comenzar la
guerra. Decía mi madre que era “republicano” y “muy bueno”, esto último porque
ayudó a mucha gente. Con crudeza nos contaba que fueron a buscarlo por la noche
a su casa en Cuatro Calzadas y que cuando dijo a sus captores falangistas que
esperaran un momento para poder vestirse, uno le contestó con sorna que no
hacía falta.
Tras el asesinato de su marido, la “abuela” Serafina malvendió
sus propiedades y se fue a vivir con su sobrina y ahijada Eulalia, en cuya casa
acabó muriendo pasados unos años. Por lo que podemos ver, el tío Avelino, a diferencia de los tíos Virgilio
y Manolo, que tuvieron el apoyo del abuelo Miguel, no tuvo un protector
que pudiera salvarle la vida.
Más sobre el tío Avelino
Tras la propuesta que le hice mi hermano Juan-Miguel en el
verano de 2007 y teniendo en cuenta la distancia física que hay entre mi ciudad
natal y donde resido, me dediqué a buscar nuevas fuentes de información o a
releer varias publicaciones. Mi hermano, por su parte, no se quedó parado. Su
inquietud permanente le llevó a seguir buscando y preguntando a familiares
durante varios meses. Sin que yo supiera nada todavía, después de Navidad, y
viendo los escasos resultados, cambió de estrategia e inició una serie de
viajes por varios pueblos, entrevistándose con
personas que podían aportarle información. Durante la Semana Santa ya me
habló de sus indagaciones, todavía sin referirse a sus pormenores, aunque
anunciándome que estuviera a la espera,
pues estaba a punto de conseguir más e importante información. Al poco me envió
por correo los primeros datos, que empezaron a ser el punto de partida de una
investigación mucho más completa y rigurosa.
El primero de los problemas con el que se topó fue
conseguir el nombre completo del tío Avelino. La información que pudo obtener
de las llamadas telefónicas y correos electrónicos enviados a familiares fue la
misma que ya conocía, salvo dos cosas. Una, que averiguó que la “abuela”
Serafina y su hermana Manuela, la madre de la tía Eulalia, se apellidaban
Vicente Barrado. La otra, que le informaron acerca de una sepultura en el
cementerio de Martinamor donde podían estar los nombres del matrimonio. El 7 de
marzo fue a visitar el cementerio de
Martinamor, donde localizó la sepultura de un sobrino de la “abuela” Serafina,
muerto en 1933, con una dedicatoria en la que aparecían sus nombres, pero no
así sus apellidos respectivos[31]. De
este hecho se puede colegir que la sepultura fuese sufragada por el matrimonio
y pudiese ser una prueba de la fama de buena persona que tenía el tío Avelino,
del que se decía que “hacía mucho bien” y “muchos favores”.
En su empeño por saber más mi hermano se decidió a indagar
en los libros de registro municipales, donde fueron apareciendo nombres de la
familia de la tía Eulalia, que, por parte del padre, Daniel Boyero Sánchez,
eran del pueblo de Martinamor. Entre esos nombres también estaba el de su
madre, Manuela Vicente Barrado, cuyo lugar de nacimiento era Calvarrasa de
Abajo, el pueblo del que era originaria buena parte de la familia de mi madre.
Pero sus visitas a Martinamor no quedaron ahí. El 14 de
marzo mi hermano logró entrevistarse con un vecino, llamado Roque, que siendo niño conoció al tío Avelino. Le contó
pormenores sobre su muerte, algunos de ellos desconocidos en nuestra familia.
De esta manera mi hermano supo que su muerte tuvo lugar en el pueblo cercano de
Pedrosillo de los Aires, a donde, al parecer, llevaron a otros detenidos de la
zona. También supo que el cabecilla de la patrulla que fue a buscarlo por la
noche a su casa de Cuatro Calzadas se le conocía con el apelativo de Pepe “el
Zampón”, que el grupo provenía de Alba de Tormes y que estaba formado por
falangistas. De una forma imprecisa Roque le dijo a mi hermano que el tío
Avelino tendría unos 60 años cuando lo mataron, por lo que dedujimos que su
fecha de nacimiento podía haber sido en torno a 1880. Volvió a insistir en que
era “un hombre bueno” y políticamente
“republicano”. Finalmente le indicó que hablara con
Isidro, dueño del Hotel Cuatro Calzadas y actualmente dueño también de
la que fue la casa del tío Avelino, situada junto al establecimiento hotelero.
La entrevista con Isidro fue inmediata y tuvo también sus
buenos frutos. Ratificó lo que le había transmitido Roque, informándole que la
casa y la finca que fueran del tío Avelino fueron adquiridas por Bonifacio
Diego, a la vez que se comprometió a averiguar algún detalle acerca de los
apellidos del tío Avelino, para lo que le emplazó para unas semanas después.
Por último, en lo que acabó siendo algo de mucha importancia, le recomendó que
se dirigiera al registro de Alba de Tormes, porque tenía idea de que el tío
Avelino procedía de ese municipio. Y allí se presentó el 24 de marzo. De
entrada se topó con dos problemas: uno, que el personal estaba en huelga; y el otro,
que sólo disponía del nombre de pila. Mi hermano, no obstante esas circunstancias,
consiguió que le atendieran y que buscaran en el registro del año 1880. Pero no
apareció nada.
Avelino González Fraile, natural de Alba de Tormes
Al cerrarse las
pistas que anteriormente se habían ido abriendo, volvíamos a
encontrarnos con dificultades, por lo que mi hermano acudió a Manuel Sánchez,
párroco de Beleña, que le sugirió visitar el Archivo Diocesano de Salamanca,
pero, sobre todo, le dejó un ejemplar del libro Martinamor, un pueblo en la Tierra de Alba de Tormes, cuyo autor
es el sacerdote Hilario Almeida[32],
nacido en el mismo pueblo. La obra contiene una información muy interesante
acerca del tío Avelino, porque, pese a ser escueta, se hacen diversas alusiones
a su vida y muerte, así como de otros familiares, como Raimundo Sánchez Boyero
y Manuela Vicente Barrado, padre y madre de la tía Eulalia, personas casi
desconocidas en nuestra familia. Aparece incluso una fotografía del tío
Avelino, su esposa Serafina y su sobrina, e hija acogida, la tía Eulalia.
Según se cuenta en el libro, el tío Avelino nació en Alba
de Tormes en 1880, siendo su padre Eleuterio González y su madre Demetria
Fraile. Se dice también que se casó con Serafina Vicente Barrado, que el
matrimonio residía en Cuatro Calzadas, que no tuvieron hijos e incluso que el
tío Avelino llegó a ser alcalde de Martinamor en 1925. No falta una alusión al
hecho de que “disponía de una máquina para renovar las semillas de cereales
para la siembra”, lo que dio lugar a que se le conociera con el apodo de “el
Renovero”. Esto último coincide con la información que nos habían transmitido
en casa de que era un agricultor próspero.
Hilario Almeida vuelve a referirse en su libro a lo ya
sabido de que era “un hombre bueno” y “apreciado”, pero, dentro del tema que
nos ocupa, aporta algunos datos nuevos sobre su muerte. Uno tiene que ver con el
lugar donde lo mataron, refiriéndose a “la finca de Castillejos”, que en
realidad es Castillejo[33].
Otro dato está relacionado con la fecha en que sucedió, de la que se dice que
fue en septiembre de 1936, añadiendo de una manera amorfa que fue “víctima de
la situación del momento”. Junto a estas referencias recurrentes de su
valoración social o el eufemismo sobre las circunstancias de su muerte, hay dos
importantes novedades: una mayor concreción del lugar y del mes de su muerte.
En casa siempre se había denominado la forma de su muerte
como “un paseo” o “en la cuneta”. En
cuanto al momento, nos contaban que fue “al comienzo de la guerra” o “en el
verano del 36” .
Pero, por lo que mi hermano fue descubriendo, en Martinamor se sabía que lo habían
matado en el municipio de Pedrosillo de los Aires y posiblemente, como se
desprende del libro de Hilario Almeida, que el lugar concreto fue la finca de
Castillejo. No eran municipios colindantes, pero sí próximos.
La finca de Castillejo se encuentra en el término
municipal de Pedrosillo de los Aires, cerca de la carretera nacional y cerca
también del pueblo de La
Maya. Según el estudio de Santiago López y Severiano Delgado
antes referido[34],
esa zona fue de las más castigadas por la represión en los primeros años.
Incluso se llega a señalar que entre finales de septiembre y los primeros días
de octubre fueron fusilados los detenidos de la Cárcel Provincial
procedentes de Pedrosillo de los Aires[35].
¿Tiene algo que ver una cosa con la otra? Lo que parece
seguro es que el tío Avelino no estuvo en la cárcel, como se desprende de la
información aportada por los registros estudiados y como se desprende de los
testimonios que se conocen de vecinos y familiares. Lo más que podíamos
conjeturar en esos momentos era que su muerte y la de los detenidos en la
cárcel que provenían de la zona podrían haber coincidido en los días. Pero eso
tampoco estaba claro. En esos momentos de la investigación era necesario saber
más cosas, sobre todo en lo relacionado con las fechas concretas. Lo que
resultaba claro es que el pueblo de Pedrosillo de los Aires y, dentro de él, la
finca de Castillejo fue un importante escenario de fusilamientos.
Una vez que mi hermano supo el nombre de la finca, y con
el fin de confirmar la información, hizo varias llamadas telefónicas aleatorias
a gente de Pedrosillo de los Aires, preguntando acerca de los fusilamientos. En
varios testimonios coincidieron que sí los hubo en la finca mencionada. De todo
ello se puede deducir que en Pedrosillo de los Aires ha sido vox populi
ese hecho, al menos entre quienes vivieron o conocieron los sucesos de la
guerra.
Primera constancia documental del nacimiento de Avelino
González Fraile
Una vez que mi hermano supo del libro sobre la historia de
Martinamor, con la ayuda del párroco de Beleña se dirigió a Manuel Almeida,
también sacerdote y residente en
Salamanca, logrando que le facilitara el teléfono de su hermano Hilario. Las
entrevistas con los dos sacerdotes, realizadas el 1 de abril, resultaron
ásperas y estuvieron llenas de desconfianza. En sus intentos por saber algo más sobre Avelino
González Fraile y la fuente de la que obtuvo Hilario Almeida su información, lo
más que consiguió fue la indicación de que acudiera al Archivo Diocesano de
Salamanca.
Y a ese lugar fue al día siguiente, algo que, no obstante,
ya había tenido previsto hacerlo con anterioridad. Y fue en el Libro 112-8 y
folio 81 donde apareció que Avelino González Fraile, hijo de Eleuterio y de
Demetria, nació el 24 de noviembre de 1879 en Alba de Tormes. Así consta por
escrito, aunque el año no coincide con el que se indica en el libro de Hilario
Almeida, un error que, en todo caso, no es algo que tenga mayor importancia.
Esta última información me la transmitió mi hermano
telefónicamente el mismo día que la obtuvo, por lo que le dije que, teniendo ya
los datos sobre el nombre completo del tío Avelino, y sobre el lugar y fecha de
nacimiento, sería necesario volver al registro de Alba de Tormes, donde, además
de poder confirmar dichos datos, debería estar registrada la fecha de su
muerte. Como resulta preceptivo legalmente que se comunique a los registros
civiles correspondientes de las cabezas de partido las incidencias de las
personas nacidas en cada municipio, entre las que están las defunciones, le
insistí sobre la importancia de esa visita.
Los datos del registro civil de Alba de Tormes
El día 3 de abril mi hermano se encontró con el Registro Civil
de Alba de Tormes cerrado, no así el día siguiente, en que sí logró su objetivo
de obtener varias fotocopias de documentos. Además de unas pequeñas variaciones
sobre su nacimiento, lo más importante fue la obtención de una información
altamente novedosa, registrada después de su muerte. Pero vayamos por partes.
Según consta en el acta de nacimiento, recogida con el
“Número 86”
del registro, el tío Avelino nació en Alba de Tormes el día 24 de septiembre de
1879. El nombre de pila que aparece no es, curiosamente, Avelino, sino Aledino,
lo que debe interpretarse como un error de trascripción, teniendo en cuenta lo
que consta en el Archivo Diocesano y el nombre con el que siempre fue conocido.
Su padre, Eleuterio González Casanova, era originario de Entrimo, un pueblo de
la provincia de Orense, y se dedicaba al oficio de cantero. La familia materna
era, por su parte, de la provincia de Salamanca. Su madre, Demetria Fraile
Martín, había nacido en La Maya
y se dedicaba a “las ocupaciones de su sexo”, mientras que su abuelo, de
profesión ganadero, lo había hecho en Frades de la Sierra y su abuela en
Pedrosillo de los Aires.
En el margen izquierdo de la hoja, debajo de su nombre,
aparece un escrito que reza lo siguiente: “Hoy 1 de Diciembre de 1936 a instancia y petición
verbal de parte interesada se expidió certificación literal de esta acta en un
pliego clase 3ª serie B número 0.937.514” , con una firma ilegible. A mi hermano, como también al funcionario, le
llamó la atención este añadido posterior a su muerte.
Después de la visita de Alba Tormes, en la misma mañana,
mi hermano viajó a Martinamor y con la ayuda de la alcaldesa y del secretario
municipal indagó en el registro municipal sobre el acta de defunción, aunque
sin resultado positivo. Luego hizo lo mismo en Buenavista y Beleña, sin que tampoco
sacara nada en claro. Pero distinto fue lo ocurrido en Pedrosillo de los Aires,
donde tuvo acceso a un acta de defunción que, presumiblemente, pudiera
pertenecer al tío Avelino.
En el Registro Municipal de Pedrosillo de los Aires
La consulta en el Ayuntamiento de Pedrosillo de los Aires
se dirigió a las actas de las defunciones acaecidas durante el mes de
septiembre de 1936. En un principio, todas, menos una, parecía que tenían su
nombre correspondiente. La excepción estaba en una que no lo lleva y está registrada
en el “Folio cinco” con el “Número 7 de 1936” , en cuyo margen izquierdo se indica lo
siguiente respecto a su nombre y apellidos: “Ignorados. Varón, adulto,
fallecido el 7 de septiembre de 1936” .
Está redactada a las 17:15 horas del día 7 de septiembre de 1936 y pertenece a
“un varón desconocido que representa tener primeramente [con dudas] la edad de
cincuenta y cinco años”. No consta el lugar de nacimiento, pero a continuación
se describen sus rasgos físicos, como “1’70 metros de estatura”, “corpulento” o
“pelo negro canoso”, y su vestimenta y algunos objetos personales, como un
reloj y parte de un ejemplar del periódico
El Adelanto[36].
Se sigue diciendo que falleció en “el campo, dehesa de Castillejo (...) el día
de hoy, siete de septiembre de mil novecientos
treinta y seis, como a las dos horas y treinta minutos, a consecuencia de
lesiones por disparos de arma de fuego, según resulta de la declaración
facultativa consignada en acta y reconocimiento practicado, y su cadáver habrá
de recibir sepultura en el cementerio de la localidad”.
En ese momento consideramos que pudiera pertenecer a
Avelino González Fraile, lo que no resultaba descabellado, en la medida que,
siendo el único cadáver del mes de septiembre no identificado, se tenía por
desaparecido entre la gente más allegada de la familia tras su detención por el
grupo de falangistas. En todo caso, dado la oscuridad que ha rodeado siempre a
su muerte, deberíamos tomar esa información como un indicio que no debíamos
menospreciar, aunque era necesario corroborarlo.
En esta situación y con estos datos, creyendo que pudiera
tratarse del tío Avelino, estuve reflexionando acerca de por qué el cadáver no
fue reclamado. Para responderme a mí
mismo argumentaba que podía resultar un
contrasentido en la medida que no constaba en ningún lugar ni su detención ni,
por lo sabido hasta ese momento, su muerte. El que no esté su nombre en el
registro de la
Cárcel Provincial podría probar que no estuvo allí. Pero el
que no esté en el registro de Alba de Tormes, donde nació y donde tuvo que
haberse comunicado la incidencia, ya es una clara anomalía administrativa. Y el
que no apareciera ni en Pedrosillo de los Aires, donde los testimonios habían
ido apuntado a que allí fue conducido tras su detención y fusilado junto con otras
personas, era más grave todavía. Ya se ha dicho que en nuestra familia, por lo
que sabemos por nuestra madre y por la tía Eulalia, siempre se dijo que había
desaparecido y de ahí las expresiones “le dieron el paseo” o “murió en la
cuneta”. Conviene tener en cuenta que en una cultura como la nuestra resulta de
máxima importancia saber dónde se encuentran enterrados los restos de los seres
queridos para honrarlos y recordarlos. Por ello, todo resultaba excesivamente
raro.
Aun con esa posibilidad me surgieron dudas, de manera que
el día 13 abril volví a hablar con mi hermano para que me explicase en qué se
basaba para afirmar la posibilidad de que el acta de defunción podía ser el del
tío Avelino. Me habló de las dificultades que tuvo para revisar los documentos,
siendo el propio funcionario, en un exceso de celo, quien hojeaba el registro,
por lo que se limitó a seguirle como buenamente pudo, y sin la posibilidad de
indagar con la libertad y el detenimiento necesarios. En parte me dejó
tranquilo cuando me dijo que ya había concertado una nueva visita a Pedrosillo
de los Aires para el martes 15 de abril y que me tendría al tanto.
Paralelamente, yo mismo envié un correo electrónico a la Asociación Memoria
y Justicia de Salamanca, con fecha 14 de abril[37], con
la intención de poder obtener más información. La contestación fue rápida en
dos correos, el último del 18 de abril. Pero para no adelantarme, prefiero
antes detenerme en un hecho de máxima importancia.
Nueva visita a Pedrosillo de los Aires
La mañana del 15 de abril fue el momento y el día en que
mi hermano consiguió el acta de defunción. Todo un fruto de su empeño e
insistencia, al ser él mismo quien finalmente revisó con más detenimiento los
libros de registro, donde, por fin, apareció el documento escrito buscado. De
esta manera también se desprendía que el acta de defunción anónima encontrada
el día 3 no era la suya.
En el acta de defunción del tío Avelino están escritas dos
fechas diferentes y distantes en un año. En el margen izquierdo se numera el
folio con el “16 de 1937” ,
a la vez que se hace constar que pertenece a “Avelino González Fraile - adulto.
Falleció el 7 de sepbre 1936”
y se indica en la parte inferior “Visitado 31 diciembre 1937. El Fiscal
municipal”. En el texto del acta se fecha la inscripción el 8 de octubre de 1937. A continuación se
indica la identidad, en la que, además de su nombre, se refiere al municipio de
nacimiento, el nombre de su padre y de su madre, y el domicilio “en Cuatro
Calzadas, término municipal de Martinamor”. No falta una alusión a su
matrimonio, reflejándose el nombre de su esposa, su dedicación a las tareas del
hogar y también al hecho de que en el matrimonio “no ha quedado sucesión”. En
cuanto a los pormenores de la muerte se ha escrito lo siguiente: “suponiéndose
que falleció en despoblado dehesa de Castillejo el día siete de septiembre de
mil novecientos treinta y seis, a las dos horas próximamente [sic] (...), a
consecuencia de disparo de arma de fuego, según resulta de manifestación
facultativa en acta y reconocimiento practicado, y su cadáver había recibido[38]
sepultura en el cementerio de la localidad el día de su muerte”.
La inscripción del tío Avelino aparece con diferencias. Se
realizó un año después de su muerte efectiva, que, no obstante, se hizo constar
en dos ocasiones: en el margen izquierdo y dentro del texto. ¿Por qué ha sido
así, cuando, por ejemplo, la persona anónima fusilada también el día 7 de
septiembre de 1936 fue inscrita el mismo día de su muerte? Y aquí también cabe
unas preguntas que tienen que ver con algo que dejamos antes pendiente: ¿quién
pidió verbalmente el 1 de diciembre de 1936 una certificación literal del acta
de nacimiento en Alba de Tormes, cuando ni siquiera se había realizado la
inscripción de su muerte? ¿Para qué se pidió?
Es decir, coincidiendo con el intento por mi parte de
obtener más información, mi hermano había dado con una de las claves de la
muerte de Avelino González Fraile: una de las pruebas documentales. En esas
actuaciones paralelas entre mi hermano y yo, de los dos correos electrónicos
que recibí de la
Asociación Memoria y Justicia de Salamanca, en uno de ellos
se adjuntaba un archivo en el que aparecía una copia escaneada del registro de
defunción de la persona anónima fusilada el 7 de septiembre. Mi contestación,
hecha el día 18, aclaraba la situación, y pedía ayuda acerca de los
fusilamientos de la finca de Castillejo, además de ponerme a su disposición[39].
Visita a Castillejo y al cementerio de Pedrosillo de
los Aires
En su visita a Pedrosillo de los Aires mi hermano estuvo
hablando primero con Argimiro Cruz, que fue Alcalde de Pedrosillo de los Aires
hasta el año 2007, contándole detalles sobre la represión durante la guerra. La
información abundó en algunas cosas ya sabidas, pero también aportando más detalles
sobre lo ocurrido a otras gentes. Le
habló de que algunas personas se escondieron en fincas de amigos o de
familiares, y de que otras llegaron hasta Francia, sin que se haya vuelto a
saber nada de ellas. Para Argimiro Cruz el jefe de la patrulla falangista se
llamaba Pepe “el de Alba”, lo que coincidía de hecho con la información de
Roque. Dijo también que era de Alba de Tormes y apuntó como dato que estas
personas obtenían “ciertos beneficios económicos” por sus servicios, por los
que “les daban buen dinerillo por esos trabajos humanos”.
Tras esa entrevista mi hermano se dirigió al que ahora es
alcalde del pueblo, Ángel Alonso, que lo acompañó a visitar primero la finca de
Castillejo y, más concretamente, el lugar donde se dice que se produjeron los
fusilamientos. Posteriormente se dirigieron al cementerio, donde Ángel Alonso
le indicó el lugar en el que enterraron a las personas fusiladas. Se trata de
un espacio más vacío de sepulturas que resalta dentro del recinto y donde una
gran parte de sus cruces han sido levantadas y amontonadas recientemente.
También se refirió a que la finca de Castillejo había pertenecido a la casa de
Alba, sobre lo que he podido averiguar que fue objeto de expropiación por el
IRYDA posteriormente, ya durante el régimen franquista, junto con otras tierras
de los municipios cercanos de Salvatierra de Tormes y La Maya , donde llegaron a
distribuir algunas tierras de regadío y construir varios poblados de
colonización[40].
No obstante, según otros vecinos del pueblo, existe otro
lugar donde también se produjeron fusilamientos. Dos versiones que pueden ser
perfectamente ciertas al mismo tiempo. En todo caso, los pinos y las encinas fueron
testigos mudos durante la noche de la muerte por fusilamiento de varias
personas de los pueblos colindantes a Pedrosillo de los Aires. Entre ellas
estaba Avelino González Fraile, al que habían -por qué no decirlo- secuestrado
en su casa de Cuatro Calzadas para llevarlo no sólo a la muerte, sino al
olvido.
Avelino González Fraile, un agricultor acomodado
Mi hermano culminó la jornada del día 15 con la visita a
Martinamor, donde una vez más se entrevistó con Roque. Fue una conversación más
larga y tuvo mayor confianza. Recibió a mi hermano en el gran patio de su casa
y conversaron mientras hacía trasplantes de lechuga u otras tareas. Volvió a
repetir muchas de las cosas ya sabidas, pero fueron surgiendo más detalles,
como que conoció muy de niño al tío Avelino, dada su edad de 85 años. Lo que
sabe de él lo ha ido acumulando en su memoria por lo que ha ido oyendo en casa
y en el pueblo a lo largo de su vida.
Roque no supo decir cuándo llegó el tío Avelino a
Martinamor ni para qué, pero sí que se casó con Serafina, y que sus hermanas
Manuela y Gregoria, que podrían ser de menor edad, lo hicieron después. Sólo
Manuela, casada con Daniel Boyero Sánchez,
tuvo descendencia, de manera que Serafina crio a la tía Eulalia, a la
vez que Gregoria hizo lo propio con otra hija de Manuela, la tía Excearia.
Cuando el tío Avelino llegó a Martinamor se dedicó a la compraventa de tierras,
granos y ganado, acabando por instalarse en Cuatro Calzadas, donde tuvo varias
fincas. Relacionada con estas actividades estaba la compra de grano, que
limpiaba con sus máquinas, para luego revenderlo. De esta manera fue prosperando
en su patrimonio personal. Roque no supo decir si se casó con Serafina Vicente
Barrado antes o después de asentarse en el municipio.
Esta prosperidad económica, conocida de siempre en nuestra
casa y referida en el libro de Hilario Almeida, le permitió tener a dos o tres
personas asalariadas de una forma permanente para las tareas del campo, al
margen de los temporeros que contrataba en diferentes épocas del año. Tenía,
así mismo, un camión, que conducía un chófer, y un coche. Esta descripción nos
permite ratificar que la condición social del tío Avelino era la de un labrador
rico o acomodado.
Intentando averiguar el partido político al que pertenecía
el tío Avelino, Roque sólo supo decir que “era republicano, como otra gente del
pueblo”, y que desde la guerra se llamaba a esas personas con el nombre de “los
rojos”. Sobre la persona que dirigió el grupo que fue a detenerlo a casa volvió
a repetir lo de Pepe “el Zampón”. Contó que iban por la noche en busca de
republicanos, “nunca de día, porque trabajaban”. Por esa razón “algunos
pudieron librarse, porque al atardecer desaparecían de casa”, aunque no toda
esa gente tuvo la misma suerte, pues “hubo algún confiado que fue cogido”.
CONCLUSIONES
Algunos interrogantes
Avelino González Fraile ha sido durante muchos años un
desaparecido. Con este trabajo se han puesto de manifiesto muchas cosas
desconocidas: dónde lo mataron y dónde lo enterraron, y también quiénes
participaron en su muerte y quién acabó adquiriendo sus propiedades. Quisieron
también robarle la memoria. Pero se mantuvo durante mucho tiempo por mi madre y
por la tía Eulalia, que nos la transmitieron. Con este trabajo se ha buscado
que no se olvide lo que hicieron quienes
lo mataron, para su oprobio, si es que viven, y para que no se repitan historias
de esta naturaleza. Y ante todo se ha
buscado que nunca se olvide al
que llamábamos tío Avelino.
Me sigo preguntando si su mujer, la “abuela” Serafina,
supo de ello. En casa mi madre lo dio siempre por desaparecido. La tía Eulalia
nos dijo lo mismo. Caben muchas conjeturas. Una es que, sabiéndolo, sus
familiares más allegados lo callaran. ¿Por miedo? Otra, que sólo lo supo la “abuela”
Serafina y lo guardó para su sobrina y ahijada Eulalia. ¿Por la misma razón de
antes? Otra posibilidad, en fin, es que no lo supieran nunca. Esa duda
permanece y pertenece a la naturaleza de su muerte: matar para silenciar. ¡Y
qué mayor silencio que la simple
desaparición como base del olvido!
¿Qué se trasluce de todo esto? El acta de defunción es muy
clara a la hora de describir las características de la persona fallecida. El
eufemismo “lesiones por disparos de arma de fuego”, que esconde el término
fusilamiento, es elocuente. La hora de
la ejecución, muy de madrugada, coincide con las prácticas normales en esas
circunstancias. En ningún caso se hace referencia a las razones de su
fusilamiento ni a ningún tipo de acusación o sentencia judicial. De todo esto
se colige que fue un asesinato político alevoso contra una persona que tenía un
posicionamiento político republicano. Tampoco nada nuevo, por lo que vamos
conociendo que ocurrió en esos años.
Pero ¿hubo algo más? ¿Quién solicitó verbalmente una
certificación literal de su acta de
nacimiento en diciembre de 1936, tres meses después de su muerte? ¿Por qué o
para qué? ¿Hubo otras circunstancias?
Para terminar
La muerte de Avelino González Fraile tiene ciertas
diferencias sobre las ocurridas en Salamanca durante esos años. Se sabe que la
represión se centró principalmente sobre dirigentes políticos y sindicales, y
sobre aquellas personas que habían sobresalido en los movimientos sociales,
como la reforma agraria y huelgas, o en el mundo de la cultura. Fue una
represión que tenía como objetivo descabezar cualquier atisbo de reorganización
o resistencia, así como atemorizar a la población, en previsión de que
cualquier movimiento de oposición o resistencia pudiera poner en peligro el
poder de las nuevas autoridades. Fue un modelo que se aplicó en todas las
provincias donde triunfó el golpe de estado militar de julio de 1936 y
sucesivamente en las localidades que fueron conquistando las tropas sublevadas.
Y aunque la represión en las provincias “fieles” fue menor que en las que
mostraron apoyo al gobierno republicano, no se puede despreciar su dimensión.
Los datos que se van ofreciendo sobre las víctimas en Salamanca son variables,
pero, como está ocurriendo en la mayor parte de las provincias controladas por
el ejército sublevado y vencedor, van aumentando en su cuantía[41].
En el acta de defunción del día 7 de septiembre de 1936 el
juez municipal de Pedrosillo de los Aires dispone que el cadáver debía ser
enterrado en el cementerio de la localidad. Falta por saber dónde exactamente y
si quedan los restos. Con los medios actuales se podrían exhumar y hacer los estudios
de ADN correspondientes. Pero Avelino González Fraile no tenía descendencia.
Habría que acudir a sus familiares de Entrimo, en la provincia de Orense, de
donde provenía su padre, o los de La
Maya , Frades de la
Sierra o el mismo Pedrosillo de los Aires, de donde provenía
su madre.
Su caso ha sido el de un desaparecido. Una persona que se
sabe que murió, porque lo mataron al principio de la guerra. Por motivos
políticos, por republicano y rojo. ¿También por motivos económicos? La
represión económica fue otra de las facetas de la guerra y la posguerra.
Existen algunos estudios, pocos, sobre la represión económica[42] y a
ella han dedicado algunas líneas Santiago López y Severiano Delgado en uno de
sus artículos[43],
o el propio Severiano Delgado y Javier Infante en otro, con ejemplos de varias
familias salmantinas[44]. No
hace mucho se ha publicado la novela de Almudena Grandes El corazón helado, basada en la apropiación del patrimonio familiar
de un exiliado por un pariente allegado al régimen de Franco. El periodista
Carlos Elordi nos ha contado el caso de
una familia que no pudo recibir como herencia los animales que el padre, un
cabrero que acabó ejecutado, quiso dejarles[45]. En
medio de todo esto hubo junto a la represión física numerosos actos de pillaje
más o menos encubiertos. De lo que se trataba era de acabar con lo que los
sublevados consideraban un cáncer, pero haciendo el mayor daño posible.
Notas
[1]
Esperabé (1941, p. 207).
[2] Montoto
(1979).
[3] Vidal-Naquet (1994, p. 14).
[4] Rodrigo (2006, pp. 164 ss.) hace un interesante análisis sobre los factores que
explican el interés de esta generación por la recuperación de la memoria
histórica.
[5] López
Pintor (1981, p. 22) y Aguilar (1996, pp. 348 y ss.), que se basan en las
encuestas del Instituto de Opinión Pública de 1966, 1975 y 1976; la segunda,
además, en los informes FOESSA de 1966, 1970, 1975 y 1981.
[6] Existen distintos autores que han defendido
una versión diferente a la más extendida, fruto del llamado consenso
constitucional, como la de Joan Garcés (2008; la edición inicial es de
1996), Doménech (2003), Navarro
(2003), Vidal-Beneyto (2007), Gallego
(2008), etc.
[7] No voy a entrar en un debate que no creo
necesario y que ha suscitado en ocasiones duras palabras. Espinosa (2007, p. 422),
que ha trabajado hasta hace poco fuera del ámbito académico, ha llegado a
escribir en un tono muy crítico que “la Universidad (...) no tocará este asunto hasta
bien entrados los 90. (...): los aspectos sucios del golpe militar recaerán
sobre los peones de la historia, es decir, sobre el grupo de investigadores
que, por su cuenta propia y cada uno según sus posibilidades, levantarán acta
de la masacre y de las dificultades para llegar a conocerla”.
[8] Entre los primeros está Joaquín Arrarás, Ramón Salas Larrazábal
(1977) o Ricardo de la Cierva
(2008); y entre los segundos Pío Moa (2005), César Vidal, Ángel David Martín
Rubio (1997), Jesús Mª Zavala (2004), etc., quienes, como ocurre en otros
países (Alemania, Francia, Reino Unido, Austria, etc.), niegan sin ningún rubor
hechos históricos irrefutables y orientan sus escritos como meros publicistas,
en la mayoría de los casos con un elevado rendimiento comercial. Espinosa
(2005) o Reig (2008), entre otros, hacen una crítica razonada y demoledora
sobre ese tipo de publicistas. El historiador francés Vidal-Naquet (1994)
escribió en 1980 una importante obra hace años rebatiendo los falsos e
insostenibles argumentos del “revisionismo” histórico dedicado a la negación
del holocausto judío y la minimización de los crímenes nazis.
[9] Montoto
(1979); el reportaje, uno dentro de una serie sobre el tema, se ha reproducido
en https://www.foroporlamemoria.info/documentos/2004/interviu_oct1979.htm
[10] Aguilar
(1996, p. 361) ha llegado a la conclusión de que “el recurso al silencio
supuso, para muchos, ciertas renuncias que acabaron convirtiéndose en
frustraciones, pero se consiguió el objetivo máximo que todos querían
conseguir: la consolidación pacífica de una democracia en España”.
[11] Autoría
colectiva (1997).
[12] Luis P.
Martín, “La otra cara de la
Guerra Civil : la represión de la masonería salmantina”;
Josefina Cuesta Bustillo, “El espacio y el poder en Salamanca, al comienzo de la Guerra Civil en
Salamanca (1936)”; Josefina Cuesta Bustillo, “La Guerra Civil y la
militarización del espacio civil en Salamanca (1936-1939)”; María Luisa de
Prado Herrera, “La retaguardia salmantina al comienzo de la Guerra Civil : apoyos
sociales y económicos a los sublevados”; Fernando González: “Salamanca, el cine
y la Guerra Civil ”;
y Juan Andrés Blanco Rodríguez, “La participación salmantina en el bando
republicano en la Guerra
Civil ”.
[13] Fraser
(1997); la primera edición data de 1979.
[14] López y
Delgado (2001).
[15]
www.salamancamemoriayjusticia.org.
[16] Pérez
García (2002).
[17] La
colección tiene recogida la información publicada (en forma de reportajes, artículos de opinión y entrevistas a
protagonistas sobrevivientes, familiares
e historiadores) por los diarios salmantinos El Adelanto, Tribuna
de Salamanca y La Gaceta ;
el vallisoletano El Norte de Castilla; y los de tirada estatal El
País y El Mundo.
[18] López y
Delgado (2007).
[19] López y
Delgado (2007, pp. 126-128).
[20] Los
autores del artículo hacen un reconocimiento de la labor realizada por el
militante socialista Luis Calvo Rengel (Robledo, 2007, p. 126).
[21] López y
Delgado (2007, p. 406).
[22] Berzal
(2007); la noticia, obtenida de diversas agencias, la localicé por internet en
la revista electrónica Rebelión, con el título “Al menos 14.500 personas fueron
ejecutadas en Castilla y León durante la represión franquista”, publicada el 17
de diciembre de 2007.
[23] Berzal
(2007, v. 1, p. 18).
[24] Delgado e Infante (2007, v. 1, p. 298).
[25] Salgado (2001).
[26] La primera edición data de 1981, según refiere a este aspecto María
Luisa García-Nieto Onrubia en la Introducción de la edición de 2001.
[27] Sánchez (1976);
se trata de un libro dedicado a la figura del dirigente del POUM Joaquín
Maurín, con quien, además de compartir militancia, coincidió en la cárcel
salmantina y mantuvo una posterior comunicación cuando Maurín acabó
instalándose en Nueva York tras su excarcelación.
[28] En este
listado aparecen dos nombres que me han suscitado curiosidad: uno es el de
Felisa Diego García, tía de mi madre, que fue víctima del bombardeo del 25 de
enero de 1938; aunque en el listado aparece como herida, por la
información que nos transmitió nuestra
madre, falleció como consecuencia de esas heridas; el segundo nombre es el de
Elisea González Fraile, también herida en el mismo bombardeo, y cuyos apellidos
coinciden con los del tío Avelino. En esos momentos, como es lógico ignoraba la
coincidencia de apellidos, porque desconocíamos los del tío Avelino: tampoco es
seguro que exista una relación familiar con el tío Avelino, pues la edad de
esta mujer era de 27 años, una diferencia apreciable.
[29] López y
Delgado (2001).
[30] Se
menciona una obra de Luis Calvo Rengel titulada Semilla de libertad, sin
que se aporte lugar y fecha de edición.
[31] “Triste
recuerdo te dedican tus tíos Serafina y Avelino a su sobrino Juan Boyero, que
falleció en Bilbao a los 28 años el día 27 de octubre de 1933, siendo traslados
los restos a este cementerio. RIP”.
[32] Almeida
(1999, pp. 611, 612 y 659).
[33] El
nombre de la finca, que el autor denomina como Castillejos, aparece en los
mapas en singular, como Castillejo.
[34] López y Delgado (2001, p. 248 y ss.) y López
y Delgado (2007, p. 144 y ss.).
[35] López y Delgado (2001, pp. 252-253).
[36] Un poco
más adelante se enumeran más detalladamente las pertenencias personales, tales
como “la gorra, el cinturón, reloj, monedero, encendedor, bote para el tabaco y
lapicero”, de las que se escribió que se han “recogido para conservar”.
[37] Este era su contenido: “Desde hace un tiempo vengo buscando información acerca de un
familiar muerto y desaparecido al comienzo de la guerra en Salamanca, del que,
poco a poco, voy consiguiendo cada vez más datos. Además de las escasas
referencias familiares, ya dispongo de datos documentales, pero siempre
insuficientes, porque, como dije antes, es un desaparecido. Por las noticias
que tengo lo mataron en la finca Castillejo, en el término municipal de
Pedrosillo de los Aires. Me gustaría saber si disponéis información sobre
ese lugar como lugar de fusilamientos y, si fue así, de enterramiento”.
[38] Como el acta de defunción es un impreso de imprenta, se han corregido a mano las
palabras “habrá de recibir” por “había recibido”.
[39] El contenido del correo electrónico que envié a la Asociación el 18 de
abril fue el siguiente: “He recibido vuestros dos correos. Llevo unos días
pendiente de lo que un hermano mío, que vive en Salamanca, está haciendo
en busca del familiar. En efecto, ese acta de defunción lo conozco y
precisamente por ser de una persona desconocida sospechamos que pudiera ser del
familiar. Pero, hete aquí, que después de las dudas que teníamos mi
hermano volvió a ir a Pedrosillo y con la misma fecha encontró este martes el
acta de defunción del familiar, que se llamaba Avelino González Fraile.
Estoy realizando, con la ayuda de mi hermano, una investigación sobre la muerte
del "tío Avelino". Nos hemos topado, y seguimos así, con
muchos problemas. Pero hay una cosa que me gustaría que me dijerais si lo
sabéis: el alcance de los fusilamientos en la finca Castillejo de Pedrosillo de
los Aires. Como no voy a cejar en mi empeño de averiguar cuanto pueda del
familiar (poco a poco voy reconstruyendo su historia), e
indirectamente de cuantos allí fueran fusilados, si podéis aportarme
información, os lo agradecería. Por mi parte estoy a vuestra disposición, así
como que os pondré al corriente del resultado del trabajo”.
[40] En parte apuntó correctamente, pues, como
ha indicado el geógrafo Ángel Cabo (1999, pp., 412-413), los poblados de Castillejo (en
Pedrosillo de los Aires), Santa Teresa y Santa Inés (en La Maya ), etc., hasta un total
de ocho en la zona de Alba de Tormes, fueron objeto de colonización y puesta en
regadío. Según Roque, la finca de Castillejo en la actualidad ha vuelto a pasar
al patrimonio de la casa de Alba.
[41] Enrique
Berzal (2007, v. 1. pp. 17-18) ha resaltado que las 6.562 y 6.727 ejecuciones
reconocidas, respectivamente, por Salas Larrazábal y Martín Rubio han sido
superadas por las investigaciones que se están llevando a cabo, de manera que
las estimaciones hechas superan el número de 14.600, de las cuales unas 1.000
corresponderían a Salamanca; y se trata de datos incompletos, porque falta
mucho por investigar, sobre todo en los pueblos.
[42] Moreno
(1999, p. 345) ha escrito que “nunca podrá ser cuantificado y documentado, en
toda su magnitud, el pillaje incontrolado y arbitrario que se llevó a cabo en
toda España contra los bienes y enseres de los vencidos”.
[43] López y
Delgado (2007, p. 133 y ss.).
[44] Delgado
e Infante (2007, pp. 298. y 335 y ss.) mencionan a la familia peñarandina Ruipérez, que en algunas de sus ramas sufrió
la incautación de sus propiedades y la imposición de elevadas multas.
[45] Elordi
(2004, pp. 221-222).
DOCUMENTACIÓN: FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
Archivos,
hemerotecas y registros
Archivo
Diocesano de Salamanca.
Hemeroteca
de la Gaceta de Salamanca.
Hemeroteca
de la Universidad de Salamanca.
Registro
Municipal de Alba de Tormes.
Registro
Municipal Martinamor.
Registro
Municipal Pedrosillo de los Aires.
Bibliografía y
hemerografía consultadas
Aguilar Fernández,
Paloma
(1996). Memoria y olvido de la Guerra
Civil española. Madrid, Alianza.
Almeida Cuesta,
Hilario
(1999). Martinamor, un pueblo en la
Tierra de Alba de Tormes. Salamanca,
Ayuntamiento de Martinamor.
Armengou, Montse y
Belis, Ricard
(2005). Las fosas del silencio. ¿Hay un
holocausto español? Barcelona, Debolsillo.
Autoría colectiva (1997). Las guerras en Salamanca (ss. XVII-XX),
monográfico de Salamanca. Revista de
Estudios, n. 40. Salamanca, Diputación de Salamanca.
Berzal de la Rosa,
Enrique
(2007). “Introducción”, en Enrique Berzal de la Rosa (coord.), Testimonio de voces olvidadas, v. 1.
León, Fundación 27 de marzo.
Bonilla, José
Antonio y otros
(1996). Historia de Salamanca.
Salamanca, La Gaceta Regional de Salamanca.
Cabo Alonso, Ángel (2001). “Tiempos
de escasez: economía y población en la posguerra”, en José Luis Martín (dir.) y
Ricardo Robledo (coord.), Historia de
Salamanca. V Siglo Veinte. Salamanca, Centro de Estudios Salmantinos.
Cabo, Amanda y
otros
(1996). “Documentos sobre la reforma agraria en los archivos del IRYDA. Salamanca
(II)”, en revista Salamanca. Revista de
Estudios, n. 37.
Cacho, Jesús (1988). Asalto al poder. La revolución de Mario
Conde. Madrid, Temas de Hoy.
Cacho, Jesús (2005). “Ricos en
apuros y otros episodios de ‘Banana Republic’”, en Nueva Economía, suplemento
de El Mundo, 30 de enero;
https://www.elmundo.es/nuevaeconomia/2005/259/1107040607.html (consultado el
31-08-2007).
Casanova, Julián (2008).
“Desaparecidos”, El País, 10 de
julio; reproducido en la revista Sin Permiso, 20-07-2008;
https://www.sinpermiso.info/textos/desaparecidos (consultado el 20-07-2008).
Cierva, Ricardo de
la
(2008). Los años mentidos.
Falsificaciones y mentiras sobre la historia de España en el siglo XX.
Madrid, Fénix.
Claret Miranda,
Jaume
(2006). “La universidad de Salamanca”, en El
atroz desmoche. La destrucción de la Universidad española por el franquismo,
1936-1945. Barcelona, Crítica.
Delgado Cruz,
Severiano e Infante Miguel-Motta, Javier (2007). “Nadie preguntaba por ellos:
guerra y represión en Salamanca”, en Enrique Berzal de la Rosa (coord.), Testimonio de voces olvidadas, v. 1.
León, Fundación 27 de marzo.
Díez Cano, L.
Santiago
(1992). Las cámaras de comercio durante
el franquismo. El caso de Salamanca. Salamanca, Universidad de Salamanca.
Doménech Sampere,
Xavier
(2002). “El cambio político (1962-1976). Materiales para una perspectiva desde
abajo”, en revista Historia del presente,
n. 2; publicado también en
www.moviments.net/spaimarx (consultado el 1-07-2007).
Elordi, Carlos (2004). Los años difíciles. Madrid, Santillana.
Esperabé de
Arteaga, Enrique
(1941). “Salamanca en 1936 y durante la gran guerra contra el marxismo”, notas
finales de Salamanca en la mano.
Madrid, Ediciones Españolas.
Espinosa Maestre,
Francisco
(2005). El fenómeno revisionista o los
fantasmas de la derecha española. (Sobre la matanza de Badajoz y la lucha en
torno a la interpretación del pasado). Badajoz, Del Oeste.
Espinosa Maestre,
Francisco
(2007), en Sergio Gálvez (coord.), Generaciones y memoria de la represión
franquista: un balance de los movimientos por la memoria, revista Hispania
Nova, n. 7; http://hispanianova.rediris.es/7/dossier/07d013.pdf (consultado el
1-12-2007).
Espinoza, Luis
Enrique
(2001).”De la esperanza a la frustración: la Segunda República”, en José Luis
Martín (dir.) y Ricardo Robledo (coord.), Historia
de Salamanca. V Siglo Veinte. Salamanca, Centro de Estudios Salmantinos.
Esteban de Vega,
Mariano y otros
(1992). Salamanca, 1900-1936: la
transformación limitada de una ciudad. Salamanca, Diputación de Salamanca.
Fontana, Josep (2003). “Prólogo”
de la obra de Francisco Espinosa Maestre,
La columna de la muerte. El avance del ejército franquista de Sevilla a Badajoz.
Barcelona, Crítica.
Francia, Ignacio (2002). Salamanca, 1950-1992. Materiales para la
Historia. Salamanca, Caja Duero.
Fraser, Ronald (1997). Recuérdalo tú y recuérdalo a otros. Historia
oral de la guerra civil española, 2 vv. Barcelona, Crítica/Grijalbo
Mondadori.
Gallego, Ferrán (2008). El mito de la Transición. La crisis del
franquismo y los orígenes de la democracia (1973-1977). Barcelona, Crítica.
Gálvez, Sergio (2006). Generaciones y memoria de la represión
franquista: un balance de los movimientos por la memoria, Dossier de la
revista Hispania Nova. Revista
electrónica de Historia Contemporánea, n. 7; http://hispanianova.rediris.es/7/dossier.htm
(consultado el 1-12-2007).
Garcés, Joan (2008). Soberanos e intervenidos. Estrategias
globales, americanos y españoles. Madrid, Siglo XXI.
González Egido,
Luciano
(1986). Agonizar en Salamanca. Unamuno,
julio-diciembre de 1936. Madrid, Alianza.
Juanes Vicente,
José de
(2000). Los milagros y sus gentes. De la
pequeña historia de “mi” Salamanca. Salamanca, Librería Cervantes.
Juliá, Santos (2007). “De
nuestras memorias y de nuestras miserias”, en Sergio Gálvez (coord.), Generaciones y memoria de la represión
franquista: un balance de los movimientos por la memoria, revista Hispania Nova, n. 7;
http://hispanianova.rediris.es/7/dossier/07d018.pdf (consultado el 1-12-2007).
López, Santiago y
Delgado, Severiano
(2001). “Víctimas y Nuevo Estado. 1936-1940”, en José Luis Martín (dir.) y
Ricardo Robledo (coord.), Historia de
Salamanca. V Siglo Veinte. Salamanca, Centro de Estudios Salmantinos.
López, Santiago y
Delgado, Severiano
(2007). “Que no se olvide el castigo. La represión en Salamanca durante la
guerra civil”, en Ricardo Robledo (ed.), Esta
salvaje pesadilla. Salamanca en la guerra civil española. Barcelona,
Crítica.
López Pintor,
Rafael
(1981). “El estado de la opinión pública española y la transición a la
democracia”, en Revista Española de
Investigaciones Sociológicas, n. 13. Madrid, CIS.
Martín, José Luis
(dir.) y Robledo, Ricardo (coord.) (2001). Historia de Salamanca. V Siglo Veinte. Salamanca, Centro de
Estudios Salmantinos.
Martín Rubio, Ángel
David
(1997). Paz, Piedad, Perdón… y Verdad. La
represión en la Guerra Civil: una síntesis definitiva. Madrid, Fénix.
Moreno, Francisco (1999). “La
represión económica”, en Santos Juliá (coord.), Víctimas de la guerra civil. Madrid, Temas de Hoy.
Navarro Estevan,
Joaquín
(2003). 25 años sin Constitución.
Madrid, Foca.
Pérez Bullón de
Mendoza, Alfonso y Diego, Álvaro de (2000). Historias orales de la guerra civil. Barcelona, Ariel.
Pérez García,
Guadalupe
(2002). “Represión y control social en Salamanca (1936-1939)”, en Cuadernos Republicanos, n. 50, otoño;
file:///C:/Users/pc/Downloads/Dialnet-RepresionYControlSocialEnSalamanca19361939-1195919.pdf (consultado el 1-08-2007).
Pérez Garzón, Juan
Sisinio y otros
(2000). La gestión de la memoria. La
Historia de España al servicio del poder. Barcelona, Crítica.
Prado Herrera, Mª
Luz de
(2007). “Patria y dinero. La contribución salmantina a la financiación de la
guerra civil española”, en Ricardo Robledo (ed.), Esta salvaje pesadilla. Salamanca en la guerra civil española.
Barcelona, Crítica.
Reig Tapia, Alberto (1999). Memoria de la Guerra Civil. Los mitos de la
tribu. Madrid, Alianza.
Reig Tapia, Alberto (2008). Revisionismo y política. Pío Moa revisitado.
Madrid, Foca.
Robledo, Ricardo (ed.) (2007). Esta salvaje pesadilla. Salamanca en la guerra
civil española. Barcelona, Crítica.
Robledo, Ricardo y
Espìnoza, Luis Enrique (2007). “’¡El campo en pie!’. Política y reforma
agraria”, en Ricardo Robledo (ed.), Esta
salvaje pesadilla. Salamanca en la guerra civil española. Barcelona,
Crítica.
Rodrigo, Javier (2006). “Ecos de
una guerra presente. ‘Memoria’, ‘olvido’, ‘recuperación’ e instrumentación de
la Guerra Civil española”, en Mª Dolores de la Calle Velasco y Manuel Redero
San Román (eds.), Guerra Civil.
Documentos y memoria. Salamanca, Universidad de Salamanca.
Salas Larrazábal,
Ramón
(1977). Pérdidas de la guerra.
Barcelona, Planeta.
Sánchez, Manuel (1976). Maurín. Gran enigma de la guerra y otros
recuerdos. Madrid, Cuadernos para el Diálogo.
Sena, Enrique de (2001). “Guerra,
censura y urbanismo: recuerdos de un periodista”, en José Luis Martín (dir.) y Ricardo Robledo
(coord.), Historia de Salamanca. V Siglo Veinte.
Salamanca, Centro de Estudios Salmantinos.
Vidal-Beneyto, José (2007). Memoria democrática. Madrid, Foca.
Vidal-Naquet, Pierre (1994). Los asesinos de la memoria. Madrid,
Siglo XXI.
Zavala, José María (2004). Los horrores de la Guerra Civil.
Barcelona, Debolsillo.
Otras fuentes de
información
Asociación
“Salamanca Memoria y Justicia”; www.salamancamemoriayjusticia.org.
Colección
de recortes de prensa con motivo del homenaje en diciembre de 2006 a personas
del mundo universitario salmantino represaliadas; materiales cedidos por
Maximiano Vallejo Llamas y publicado en los diarios El Adelanto, Tribuna de
Salamanca, La Gaceta, El Norte de Castilla, El País y El Mundo.
Colectivo
Republicano de Euskal Herría/Euskal Herriko Talde Errepublikanoa. Listados de
las víctimas de la Guerra Civil española, “Víctimas en Salamanca”; www.errepublika.org/listados.htm (consultado
el 31-08-2007).
Grandes,
Almudena (2007). El corazón helado. Barcelona, Tusquets.
La
Gaceta Regional. “Historia de La Gaceta Regional”;
www.lagacetadesalamanca.es/lagaceta/lagaceta/marcohistoria/framecentro.htm
(consultado el 1-12-2007).
Montoto,
Ángel (1979). “Salamanca. Así fue el terrorismo falangista”, en Interviú, n. 177, 4-10 octubre; reproducido
en https://www.foroporlamemoria.info/documentos/2004/interviu_oct1979.htm
(consultado el 31-08-2007).
Salgado,
Agustín (2001). La grama. Salamanca, Alcayuela.
Subcomandante
Marcos (2007). “Al menos 14.500 personas fueron ejecutadas en Castilla y León
durante la represión franquista”, Rebelión, 17 de diciembre;
https://rebelion.org/al-menos-14-500-personas-fueron-ejecutadas-en-castilla-y-leon-durante-la-represion-franquista/
(consultado el 17-12-2007).
Otros lugares
visitados
Finca
Castillejo (Pedrosillo de los Aires).
Cementerio
de Martinamor.
Cementerio
de Pedrosillo de los Aires.
Fotografías
Juan-Miguel
Montero Barrado.
Ángel
Hernández.
Familia
González Barrado, reproducida en el libro de Hilario Almeida Cuesta.
Jesús María Montero Barrado.