Tal
día como hoy de 1945 tuvo lugar en Moscú el Desfile de la
Victoria, con motivo
de la victoria de la URSS frente al fascismo alemán. Un día memorable, que se
desarrolló 47 días después de la firma en Berlín de la rendición del ejército
alemán. Presidido por Josif Stalin, contó con la presencia del general Georgui
Yukov, quien, como principal jefe militar del Ejército Rojo y artífice de la
victoria, estuvo al frente de las tropas que desfilaron por la Plaza Roja de la
capital soviética, que estaban compuestas por combatientes de los distintos
frentes de guerra.
La
contribución de la URSS a la derrota del nazismo alemán fue decisiva. Su
esfuerzo colectivo, no equiparable con el de las otras potencias aliadas, ha
sido eclipsado por la interesada propaganda occidental y en especial de EEUU.
Transmitida sobre todo a través del cine hollywoodiense, los medios de
comunicación insisten en airearla, sin que falten textos de historia en los
que, haciendo un flaco favor a la objetividad debida, sobredimensionan el papel
jugado por las tropas estadounidenses y británicas.
Olvidan
intencionadamente las derrotas alemanas en Stalingrado o Kursk, habidas en 1943
y que expulsaron al ejército invasor, y el avance del Ejército Rojo por
distintos territorios hasta llegar a Berlín. No fue hasta el verano de 1944
cuando las tropas de EEUU y Gran Bretaña desembarcaron e Normandía, cuyo avance
se vio facilitado por la concentración de la mayor parte de las divisiones
alemanas en el frente oriental.
Es
de justicia, pues, hacer un reconocimiento de ese esfuerzo. Y para la ocasión,
nada mejor que unos versos: los de Konstantin Simonov, un conocido poeta
soviético, que trabajó como corresponsal durante los años de guerra. Versos de
amor, dedicados a quien luego fue su esposa, que ilustran el deseo de millones
de combatientes, hombre y mujeres, anhelantes de la paz y con ella del regreso
a sus hogares y el calor de los seres queridos.
Espérame
Espérame
que volveré.
Sólo
que la espera será dura.
Espera
cuando te invada la pena, mientras ves la lluvia caer.
Espera
cuando los vientos barran la nieve.
Espera
en el calor sofocante,
cuando
los demás hayan dejado de esperar, olvidando su ayer.
Espera
incluso cuando no te lleguen cartas de lejos.
Espera
incluso cuando los demás se hayan cansado de esperar.
Espera
incluso cuando mi madre e hijo crean que ya no existo,
y
cuando los amigos se sienten junto al fuego para brindar por mi memoria.
Espera.
No
te apresures a brindar por mi memoria tú también.
Espera,
porque volveré desafiando todas las muertes,
y
deja que los que no esperan digan que tuve suerte.
Nunca
entenderán que en medio de la muerte,
tú,
con tu espera, me salvaste.
Sólo
tú y yo sabemos cómo sobreviví.
Es
porque esperaste, y los otros no.
(Imagen: mural dedicado al general Yukov en la calle Arbat de
Moscú).